Investigación en movimiento

Ciencia e investigación de la UNLa

Nacionalismos, nacionalistas y el nacionalismo telúrico de Carlos Astrada (1940-1949)

«El Rodeo» de Prilidiano Pueyrredón

  1. Nacionalismos y Nacionalistas

El historiador Enrique Zuleta Álvarez (La Plata, 1923-2015) afirma que el nacionalismo como corriente ideológica-política, en definitiva, como corriente de pensamiento en Argentina tiene dos etapas:

Las dos primeras etapas de la actividad nacionalista, que cubren los períodos l925-1930 y 1930-1943, son las más interesantes para este estudio, pues corresponden a momentos de agitación ideológica intensa, con la participación de numerosas figuras a través de revistas, diarios, libros, etc. Son los años en los cuales se fijan con mayor fuerza y claridad los rasgos distintivos del Nacionalismo. (1975, p. 3)

Otros estudiosos del nacionalismo argentino, como Fernando Devoto y María Inés Barbero en su libro Los nacionalistas (1983), se diferencian de Zuleta Álvarez al afirmar que los precursores del nacionalismo como ideología y pensamiento en la argentina surgen antes, más precisamente hacia el momento del centenario. Rescatan a dos autores, Ricardo Rojas (San Miguel de Tucumán, 1882-1957) y Manuel Gálvez (Paraná, 1882-1962), dicen Devoto y Barbero: “Ambos van a enjuiciar a la argentina del centenario iniciando una prédica de contenido nacionalista con la publicación de dos obras casi contemporáneas como son La restauración nacionalista (1909) y El diario de Gabriel Quiroga (1910).” (1983, p. 18).

Por otra parte, en un rápido recorrido por textos de la primera mitad del siglo XX se puede encontrar qué, como dice el filósofo e historiador Héctor Muzzopappa: “El nacionalismo se dice de muchas maneras” (2018). Por ejemplo, Ricardo Rojas en La Restauración Nacionalista de 1909 escribe:

Esta manera de nacionalismo quiere por el contrario […] Que el hijo de inmigrante sea profusamente argentino, por el discernimiento cívico que le dé nuestra educación […] Quiere que el patriotismo y el sentimiento nacional dejen de consistir en el culto a los héroes militares y de la bandera, para consistir en todo esfuerzo generoso y conscientemente realizado en favor del territorio, del idioma, de la tradición o de la hegemonía futura del país. (1971, p. 141)

En este caso, se observa que para Ricardo Rojas el nacionalismo argentino puede ser promovido a los otros no argentinos (inmigrantes europeos) mediante lo que él llama “nuestra educación”, aludiendo a las escuelas y demás instituciones educativas del Estado Nacional. En la misma línea también se encontraba Ernesto Quesada (Buenos Aires, 1858-1934), quien nueve años antes que Ricardo Rojas había focalizado especialmente en la importancia de la enseñanza del idioma nacional, por dos cuestiones relacionadas con la nacionalidad argentina. La primera, como parte central para la argentinización de los inmigrantes europeos y la segunda, como respuesta al avance imperialista anglosajón en materia económica, política y cultural en América Latina. Escribe Ernesto Quesada:

En la América Hispana hay problemas pavorosos que resolver: sus pueblos tienen que garantizar no solo su autonomía política, sino su autonomía social, gravísimamente amenazada por la catarata inmigratoria que los invade […] Hay que amalgamar esas masas que vienen a incorporarse al seno de las naciones juveniles […] por eso es cuestión de verdadero patriotismo defender el idioma, hacerlo respetar y preponderar. La educación escolar y el progreso están íntimamente ligados […] Ahora bien, la base de la educación es la lengua nacional. (1900, pp. 17-18)

Para el escritor Manuel Gálvez en cambio, el nacionalismo emana de la tierra y se asocia al espíritu nacional, con su historia y tradición. En este punto observo que Gálvez habla de una raza hispanoamericana alejándose de la perspectiva de Ricardo Rojas y Ernesto Quesada que hablaban de una nacionalidad promovida por las instituciones educativas del Estado Nacional argentino. Escribe Manuel Gálvez:

El nacionalismo significa ante todo un amor serio hacia la raza y hacia la patria. […] El nacionalismo combate todas las causas de desnacionalización, todas las ideas, todas las instituciones y todos los hábitos que puedan, de algún modo, contribuir a la supresión de un átomo de nuestro carácter argentino. […]. (2001 [1910], pp. 200-201).

Al mismo tiempo, observo que para Gálvez todos estos elementos relacionados con la nacionalidad argentina los encuentra en el interior del país, menos afectado con el aluvión inmigratorio que llegaba a las ciudades puerto argentinas como Buenos Aires o Rosario, dice:

El aire envenenado de la gran ciudad-puerto se dilata ya por todo el país, y las provincias inoculadas de vanidad y superficialidad, imitan a Buenos Aires. […] Las provincias cuando nuestro país era bárbaro, pudieron dar la dominante de su espíritu; pero ahora que la fiebre del progreso nos devora y nos inquieta, el interior ha quedado reducido en su tremenda lucha contra el cosmopolitismo de las comarcas litorales a conservar los últimos restos del alma nacional. (2001 [1910], p. 91)   

Leopoldo Lugones (Villa de María del Río Seco, Córdoba, 1874-1938), también sigue en parte la perspectiva de Manuel Gálvez. En su libro Didáctica de 1910, dice Lugones:

Luego nuestra nacionalidad cosmopolita, requiere la imposición rigurosa de una norma, por medios artificiales como es artificial su misma formación. Aquí es menester acentuar aún la acción del estado, pues la escuela tiene que contribuir con vigor especial a la patria. Su acción, en este concepto, es sustituta de muchos hogares, donde falta el patriotismo, al ser extranjeros apenas vinculados al país sus fundadores. (1910, p. 20).

Más adelante, en el mismo libro agrega Leopoldo Lugones:                                        

Y luego, el patriotismo no se enseña, porque porqué esto equivaldría a confesar que la patria no existe bajo su forma superior de hecho espiritual. Se lo fomenta, se lo estimula, se lo ennoblece subordinándolo al ejercicio de las dos virtudes que constituyen su razón causal: libertad y justicia. (1910, p. 396)

En resumen, observo que Leopoldo Lugones conjuga las dos posiciones. Distinguiendo lo que significa las palabras nacionalidad y patriotismo, por un lado —como Ricardo Rojas—, sostiene que para la nacionalidad debe imponerse a los nuevos inmigrantes desde las instituciones educativas del Estado argentino; ahora bien, por otro como —Manuel Gálvez—, afirma que el patriotismo no se enseña, o más bien, no puede enseñarse ya que proviene de un hecho que es espiritual, no artificial. En este sentido, separa los dos términos, por nacionalidad entiende algo que puede ser impartido artificialmente, por ejemplo, por las escuelas argentinas a los llegados de Europa, en cambio a la palabra patriotismo la define como un sentimiento inherente a los nacidos y criados en estas tierras.

También encuentro a otros, qué a diferencia de Manuel Gálvez y Leopoldo Lugones, entre el centenario y la década del treinta, negaban de raíz la difusión del patriotismo argentino. Consideraban a la idea de nacionalidad difundida por el Gobierno argentino en los tiempos del centenario como parte de un discurso xenófobo ante el inmigrante europeo llegado a la Argentina; en definitiva, la nacionalidad para estos se relacionaba directamente con el discurso chauvinista[1].

En buena medida, estos científicos, académicos y políticos provenían del mundo de las ideas socialistas, hablo de Juan Bautista Justo (Buenos Aires, 1865-1928), Germán Avé Llallemant (Lubeck, Alemania, 1835-1910)[2] o el diputado socialista Enrique Dickmann (Letonia, 1874-1955), esté último declaraba en el Congreso de la Nación en 1914: 

La patria, la nacionalidad no es un ideal. Nuestra verdadera patria es el socialismo. Nuestra verdadera nación es la internacional. Esto es para el porvenir. Pero entretanto la patria es un hecho que no es posible dejar de tener en cuenta. El anti patriotismo no es más que una fórmula de protesta violenta, grosera y malentendida, dirigida contra los charlatanes del patriotismo de parada, contra el chauvinismo primitivo. (Dickmann, 1916, p. 45)

En un sentido diferente, pero igualmente en línea con el ideario pacifista, Ricardo Rojas en La restauración nacionalista, habla de nacionalismo resaltando que el nacionalismo que él propone no se vincula con la guerra ni con el imperialismo, dice:

En caso de peligro nacional defiéndase en la guerra lo mismo que los indios y los antiguos defendían. Pero el nuestro es un patriotismo que se ejerce en la paz, no sólo por ser la guerra menos frecuente en nuestra época, sino por ser en la paz cuando elaboramos los nuevos valores estéticos, intelectuales y económicos, que hacen más grande a la nación. (1971, p. 45)

En una perspectiva totalmente opuesta, advierto que Manuel Gálvez en El diario de Gabriel Quiroga, promueve un nacionalismo imperialista, incluso habla de las ventajas que tendría una posible guerra con Brasil a la hora de fomentar el nacionalismo argentino, dice Gálvez: “La salvación de la República Argentina está en la guerra con el Brasil. La guerra haría que los pueblos se conociesen, reuniría a los argentinos en un ideal común, y despertaría en el país entero el sentimiento de la nacionalidad” (2001 [1910], p. 101).  

Otro caso diferente a Ricardo Rojas y Manuel Galvéz, encuentro en Manuel Ugarte (Buenos Aires, 1875-1951), quien en su libro El porvenir de la América Latina de 1911, dice: “La Patria no depende de nuestra voluntad; es una imposición de los hechos. Limitarla, reducirla, hacerla nacer artificialmente, es tan difícil como renunciar a ella en toda su plenitud cuando existe” (2015, p. 44). Me interesa especialmente destacar que al momento de definir qué es la Patria y la nacionalidad, relaciona estas ideas con la implicación existente del imperialismo ejercido por las potencias económicas del hemisferio norte sobre el resto del mundo, dice:

Toda usurpación material viene precedida y preparada por un largo periodo de infiltración o hegemonía industrial capitalista o de costumbres que roe la armadura nacional, al propio tiempo aumenta el prestigio del futuro invasor. De suerte que, cuando el país que busca la expansión, se decide apropiarse de una manera oficial de una región que ya domina moral y efectivamente, sólo tiene que pretextar la protección de sus intereses económicos (como en el caso de Texas o Cuba) para consagrar el triunfo por medio de la ocupación militar en un país que ya está preparado para recibirle. (Ugarte, 1978, p. 66)

En un brevísimo recorrido por las ideas de Manuel Ugarte sobre el nacionalismo y el imperialismo, observo que habla de las rencillas, de egoísmos de “Patria Chica”, de falta de instrucción de historia latinoamericana, de carencia de patriotismo, de inexistencia total de una perspectiva geopolítica de parte de los gobiernos al sur del Rio Colorado. También habla de economía, industrias nacionales y de control y nacionalización de los recursos naturales. Advierto que Manuel Ugarte habla de integración, que en su concepción no es más que pensar la Nación como un colectivo, pero no como un colectivo volátil conectado en torno a ideas, pensamientos, en otras palabras; no es un colectivo invertebrado sino que es un colectivo vivo, en donde las partes que lo integran (sus habitantes) se expresan accionando en diferentes agrupaciones que esas mismas partes constituyen (sindicatos, instituciones gubernamentales vinculadas con el trabajo y la producción, agrupaciones, uniones nacionales y latinoamericanas). Encuentro que en esa nación pensada por Manuel Ugarte el estado por sí sólo no alcanza. El estado latinoamericano y caribeño que pretenda “bastarse por sí mismo”, por la historia de influencia de los imperialismos como por el peso de los capitales multinacionales en los territorios, necesariamente debe vincularse con los demás estados de la región. En este sentido observo que Manuel Ugarte no pretende un mero llamado a la hermandad, es mucho más que eso, desde su perspectiva es una condición inevitable para garantizar la soberanía de ese estado, hablar de nación es hablar de Nación latinoamericana, ya que nuestra realidad histórica, geopolítica, económica, cultural, hace imposible pensarlo de otra manera[3].

Otros, que aparecen firmando manifiestos y declaraciones con Carlos Astrada, como el escritor y pensador nacional Ernesto Palacio (Buenos Aires, 1900-1979) y el historiador Julio Irazusta (Gualeguaychú, 1899-1982), se asumían fervorosamente entre 1920 y 1940 como nacionalistas, distinguiéndose de los aficionados al marxismo, el liberalismo y, fundamentalmente, a la democracia liberal de derecho. Escribía Palacio:

Existe, pues, una diversidad profunda entre el nacionalismo y la democracia. El nacionalismo quiere el bien del país: su unidad, su paz, su grandeza. Estos beneficios no se obtienen sin el orden, garantía de justicia y bienestar social; sin el orden, cuyos elementos son la autoridad y la jerarquía. El espíritu democrático, con su invocación de derechos absolutos y su ignorancia de los deberes del individuo hacia la sociedad, es enemigo natural de la autoridad y la jerarquía; por consiguiente, del orden; por consiguiente, del bien de la Nación, de su unidad, su paz y su grandeza. El demócrata que se declara nacionalista o miente a sabiendas, o ignora en absoluto el valor de los conceptos. (1975 [1928], p. 117)

Ernesto Palacio critica por igual al liberalismo y al marxismo, al mismo tiempo, alerta sobre la disgregación que genera la democracia moderna liberal de derecho. Ahora bien, esto no quiere decir que adhieran a formas autoritarias o despóticas, sino que consideran que el sistema democrático falsea la representación real distorsionando las formas naturales de representación (sindicatos, agrupaciones universitarias, clubes de barrio, asociaciones civiles) aquello que más tarde en el Congreso Nacional de Filosofía de Mendoza (1949) organizado por el mismo Carlos Astrada, será llamado en el discurso inaugural pronunciado por Juan Domingo Perón, como asociaciones libres del pueblo.  En este sentido, la democracia de los partidos políticos, para Ernesto Palacio como para Julio Irazusta, destruye la unidad nacional, pero eso no quiere decir que adhieran a otros sistemas que niegan a la democracia ni mucho menos. Escribe Julio Irazusta:  

Esta crítica de los sistemas imperantes en la dirección del mundo parece desembocar en una negra desesperanza. […] Y en ese mismo orden de ideas, el fascismo italiano o el nazismo alemán no son modelos a imitar, sino ejemplos de soluciones distintas a las del liberalismo y socialismo, sistemas nocivos, gastados y liquidados; una prueba de que el espíritu humano puede hallar la solución de las más complicadas situaciones. Libres de todo propósito de imitación simiesca como de presuntuosa originalidad, al ver el fracaso de las soluciones demoliberales, quienes se sienten capacitados para la acción deben buscar por otro lado la solución nueva, y los demás tienen el deber de creerla posible. (1973 [1929], P. 347)

Una vez revisadas algunas propuestas realizadas hacia la época por escritores, políticos, académicos y científicos en torno al nacionalismo e imperialismo, me pregunto: ¿Dónde se funda el nacionalismo que plantea y defiende Carlos Astrada entre 1940 y 1949?  

I.I El Nacionalismo telúrico de Carlos Astrada

En relación a estas ideas, en varios trabajos de su extensa obra, el filósofo y pensador nacional Carlos Astrada (Córdoba, 1928-1970), plantea el enigma de los orígenes, que él mismo resuelve rápidamente. Afirma que un pueblo es soberano cuando trabaja la tierra en la que vive, de allí el origen de la nacionalidad argentina. Desde su visión, es a partir del trabajo que los seres humanos asimilan un territorio y lo convierten en suyo. En las tierras del sur del continente americano Astrada considera que este derecho les corresponde a los gauchos y los indios. Desde su lectura, ellos fueron quienes trabajaron las tierras, y a partir de ese trabajo lograron una relación particular, emotiva y sentimental con el paisaje, ese escenario infinito, inmenso y profundo, comúnmente llamado “las pampas” o “la pampa gaucha”, lo define como: “la extensión ilimitada, como paisaje originario y, a la vez, como escenario y elemento constitutivo del mito, he aquí nuestra Esfinge, la Esfinge frente a la cual está el hombre argentino, el gaucho” (Carlos Astrada, 1964, p. 69).

«La pulpería» Juan León Pallierè

Para Astrada, si uno se propone divisar una imagen humana en las tierras australes, esa imagen es la del gaucho y la del indio, son los habitantes naturales de un lugar que siguiendo al poeta Rainer Maria Rilke “parece limitar con la eternidad” (1980, p. 129). Escribe Astrada: “La Pampa, con sus horizontes en fuga, nos está diciendo, en diversas formas inarticuladas, que se refunden en una sola nota obsesionante: ¡o descifras mi secreto o te devoro!” (1948, p. 59). Ese plano metafísico del paisaje en el continente y en el mar e islas argentinas, dan una dimensión espiritual que se encuentra ligada indisolublemente con los seres que mejor lo interpretaron y respetaron con su errático ambular: el gaucho y el indio, y que según Astrada, se extiende hasta nuestros días, en el sentido de manifestarse en quienes viven y trabajan en estos suelos, los y las trabajadoras, en resumen: el pueblo.

En este sentido, para el el filósofo ruso Aleksandr Dugin (Moscú, 1962), Carlos Astrada es un nacionalista telúrico, del latín tellus tierra, montículo. Según Dugin, Astrada construye sus ideas en torno a los vestigios humanos presentes en el paisaje, para ser más preciso, habla de aquello que del hombre termina consustanciándose con la naturaleza. Que se eterniza, en el sentido de quedar en el terreno esperando su resurrección, recuerdo o evocación para volver a cobrar vida. En el caso al que alude Astrada en “El mito gaucho” (1948), por ejemplo, la resurrección, recuerdo o evocación de los gauchos de las montoneras federales del siglo XIX se manifiesta en las movilizaciones de las asociaciones libres del pueblo que emergen a la superficie a partir de octubre de 1945. Escribe Dugin:

Para Astrada el telurismo del hombre argentino es su matriz existencial, su autodeterminación inicial en la estructura del ser. El argentino es hijo de la tierra, es continental. Por ello es que Nimio de Anquin se rebela ante el hecho de que la capital de esta provincia terrestre esté situada en un puerto (de donde proviene la dualidad: gaucho/porteño, que contrapone a los habitantes del Hinterland continental argentino con los residentes en la urbe porteña). Para Astrada, este es el rasgo principal del argentino: ser continental, estar conectado con la tierra. (2019, p. 77)

En numerosas oportunidades Astrada se manifestó contra la mentalidad mercantil portuaria/extranjera/foránea/ajena y contra sus clientes y socios, “la oligarquía traidora” argentina.

En tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cuando los intereses y agentes británicos fomentaban con el sector agroexportador (oligarquía terrateniente argentina) el fin de la neutralidad con el lema de “Argentine Action”, Astrada denunció a “Los partidos políticos que, en total falencia, hoy se han amalgamado en “Argentine Action” para defender en reciproca complicidad los sórdidos intereses de entrega de los anti patria (2021 [1941], p. 627).

Astrada se encargó de mostrar “las injustificadas pretensiones de la mentalidad internacional del capitalismo mercantil, que, sin raíces en ninguna patria, sólo se aposenta, con fines exclusivamente utilitarios y de conquista, en las factorías o en los países que de hecho han abdicado su soberanía.” (2021 [1943], p. 653), una concepción individualista que, según Astrada, es impuesta, ajena y extraña en nuestras tierras pobladas por un pueblo trabajador, solidario y comunitario por naturaleza.

Al mismo tiempo, en reiteradas ocasiones reveló el carácter colonial de la oligarquía local, que aunque se auto percibía como liberal y progresista, era sumisa a los requerimientos de las potencias del Atlántico Norte y el progreso que proponían tenía más que ver con las estructuras agrarias del siglo XVIII que con las modernas tecnologías que existían en la segunda mitad del siglo XX. Al respecto dice Astrada: “constituyó la gran vergüenza nacional, pues durante esos treinta años [1880-1910] se proclamó y consumó la entrega del país al amo extranjero. Fue una época en que para los indios de pelambre rubio, el país tuvo el honor de ser ‘la granja de Inglaterra’” (1964 [1948], p. 19). También condeno a los “marxistas indoctos” por basarse en libros foráneos para resolver nuestros problemas, dijo:

Quienes obedecen burocrática y ciegamente a instancias internacionales, ya que el “bastón de mando” señala la sumisión sectaria, occidentalista y racista, inspirada en un marxismo indocto y de cartilla, que les dice, lo que han de hacer y decir. Son cómplices, así, de la política y de los intereses in genere del imperialismo colonialista (Astrada, 1964 [1948], p. 125).

Frente al avance depredador y violento del capital extranjero, Astrada destaca la esencia rebelde y emancipadora del pueblo argentino, que desde las invasiones inglesas de 1806-1807, pasando por las luchas por la independencia lideradas por San Martín y Belgrano hasta la heroica defensa de nuestros ríos en la Batalla de la Vuelta de Obligado. Escribe Astrada: La nueva y grande Argentina que se está gestando, la que se impone a retomar el hilo de una tradición ininterrumpida, tendrá que ser, si quiere afirmarse en la plenitud de su soberanía, en su impulso ascendente hacia la universalidad, fiel testamentaria del pensamiento político de San Martín. La única expresión de este pensamiento se concretó en una decisión que en su pleno significado debe sernos sagrada; legó su espada, sin mancha, símbolo de la libertad de los pueblos, al estadista argentino [Juan Manuel de Rosas] que defendió sin una sola vacilación la integridad de la patria contra la agresión extranjera. Y es sabido que cualquier acto o expresión de voluntad de una personalidad señera, de esas que crean historia, no es un mero azar en la sucesión de actos, en la íntima legalidad de su conducta, sino que trasunta el sentido total que troquela y otorga relieve inconfundible a la personalidad en tanto unidad anímico-espiritual operante. (2021 [1943], p. 652)

*Facundo Di Vincenzo es Doctor en Historia, Especialista en Pensamiento Nacional y Latinoamericano, Profesor de Historia (USal, UNLa, UBA) Docente e Investigador del Centro de Estudios de Integración Latinoamericana “Manuel Ugarte” y del Centro de Investigaciones Históricas UNLa.


[1] Chauvinismo: El término chauvinista o chauvinisme es de origen francés y es una adaptación del apellido del patriota Nicolás Chauvin, personaje condecorado en las guerras napoleónicas. El chovinismo resulta un razonamiento falso o paralógico, una falacia de tipo etnocéntrico o de ídola fori. En retórica, constituye uno de los argumentos falsos que sirven para persuadir a la población (o a un grupo determinado de personas) mediante la utilización de sentimientos, muchos de ellos exacerbados, como el victimismo, en vez de promover la razón y la racionalidad.

[2] Estas perspectivas en torno a la nacionalidad y la idea de patriotismo las observo en: Justo, Juan Bautista, Teoría y práctica de la historia [Primera edición de 1898, con varias ediciones en donde modifica y aumenta su contenido, en este caso, la edición corresponde a la tercera publicada en 1909], Buenos Aires, Imprenta, Liberia y Editorial La Vanguardia, 1931 y Avé Llallemant, Germán, Antología (1835-1910), Buenos Aires, Biblioteca Nacional – Colección Los Raros, 2008.

[3] Parte de las ideas expresadas aquí fueron expuestas en diferentes trabajos: Di Vincenzo, Facundo, “Introducción a la idea de Patria y Nación en Manuel Ugarte”, en Revista Movimiento, Editorial Arkhos, Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Número 11, abril 2019, pp. 50-54; Di Vincenzo, Facundo, y D´ambra, Daniela (compiladores), Manuel Ugarte. Legado, vigencia y porvenir, Remedios de Escalada, Ediciones de la Universidad Nacional de Lanús, 2019 y en la Tesis del Posgrado en Pensamiento Nacional y Latinoamericano (presentada y aprobada): Di Vincenzo, Facundo, “La Cuestión Nacional y el imperialismo en América Latina y el Caribe a través de la obra de Manuel Ugarte (1901-1951)”, Universidad Nacional de Lanús, Remedios de Escalada, noviembre, 2019.

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Facundo Di Vincenzo*

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