Investigación en movimiento

Ciencia e investigación de la UNLa

La Cruz del Sur y la Chacana en la geocultura austral

Aportes para la emancipación del imaginario territorial de Nuestra América

La fórmula de la Chacana conformó el núcleo ancestral del conocimiento técnico andino. Mediante este modelo, referenciado invariablemente en las constelaciones meridionales, se organizaron vastos territorios como el Tiawanacu y el Tawantisuyo, con enorme gravitación suramericana; hasta que el colonialismo suprimió todos estos saberes y sus símbolos rituales imponiendo su cosmovisión eurocéntrica. Por lo cual, la recuperación de estas referencias australes originarias se torna en un imperativo para la emancipación del pensamiento geocultural en Nuestra América.

A finales del siglo XIX, en su artículo Nuestra América,[1] José Martí reivindicó al “hombre natural” de estas tierras, en tanto que fue capaz de vencer al “libro importado”. Martí, inmerso en las luchas anticolonialistas y antiimperialistas, aseguró así que “no hay batalla entre civilización y barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza”,[2]  en una auténtica reivindicación de las formas americanas de saber situado. Particularmente el pensamiento martiano desestimó tempranamente la dicotomía “civilización y barbarie”, sustentada por las élites decimonónicas como dogma fundante de los estados nacionales que se organizaban al Sur del Río Bravo bajo la égida del positivismo.   

Por su parte, Arturo Jauretche definió al apotegma sarmiertino “civilización y barbarie” como la madre de todas las “zonceras”;[3] dado que a lo largo de la historia argentina sobre esta premisa se estructuraron amañados razonamientos que fueron naturalizados como ideología dominante. De ahí que, coligada a la desestimación de una racionalidad dependiente emerge la valoración de lo original; tal el caso de la reivindicación martiana al juicio natural, donde el “pensamiento empieza a ser de América”. O bien con la advertencia de Jauretche sobre la necesidad de afianzar un discernimiento nacional contrapuesto a la intelligentzia;[4]la que fue instituida como un arbitrario cultural que fue articulado destruyendo toda cosmovisión indígena, que indefectiblemente representa un obstáculo a la “colonización pedagógica” en su esfuerzo por promover el crecimiento de un raciocinio “según Europa y no según América”.

De manera que el presente artículo buscará echar luz sobre precisas técnicas que permitieron a las culturas originarias del Altiplano Andino un detallado reconocimiento del espacio suramericano desde un resuelto posicionamiento austral. Esto con la Chacana[5] erigida como organizadora del territorio andino; antes de que el colonialismo europeo entre sus despojos suprima todo el conocimiento astronómico indígena, imponiendo una cosmovisión regida por el ojo septentrional.     

El Sur en disputa

El reconocido planisferio de proyección Mercator[6] concebido a mediados del siglo XVI fue instalado por occidente como representación preeminente del mundo, desde una decidida composición eurocéntrica; con la cual se orienta inevitablemente la mirada global del mundo de gran parte de los educandos que son instruidos día a día con este recurso didáctico. Pero esta visión sesgada del globo, que termina naturaliza en la población como imaginario global producto de la acción pedagógica, se encuentra atravesada por múltiples arbitrarios culturales que contrarían la propia experiencia del Sur.[7]

En efecto, desde épocas de la colonia los posicionamientos situados suramericanos exhibieron una abierta divergencia con los usos impuestos por la cartografía europea, que está organizada desde latitudes septentrionales. Tal el caso del grabado del siglo XVII Pontifical Mundo, donde el inca Guamán Poma de Ayala[8] reivindicó el Sur sobre el Norte, emulando la cosmovisión originaria; para lo cual  prestó especial atención a las relaciones de saber/poder convergentes en la imagen del mapa bajo las figuraciones arriba/abajo-centro/periferia como articulación semiótica del espacio universal. Al contrario de las referencias espaciales y morales asociadas a la cartográfica del Norte que fueron impuestas al Sur. Esto en diametral contraposición a la percepción sensorial de los habitantes del hemisferio meridional; como un abierto desafío para la emancipación cultural de Nuestra América.

Conviene subrayar que a partir de la modernidad la cartografía europea articuló eficazmente múltiples relaciones de saber/poder,[9] dentro de una concluyente valoración semiológica capaz de instituir subjetividades georeferenciales y legitimar las cuantiosas asimetrías de las relaciones internacionales. En tanto que los mapas conformaron soportes insustituibles donde las sociedades contemporáneas organizaron la geocultura de los pueblos y se trazaron los parámetros para regir la política exterior de los estados modernos desde una matriz de neto corte eurocéntrico.[10]

Así pues, las potencias europeas plasmaron la imagen mundial desde el lugar del observador; y con ello universalizaron sus intereses como un modelo civilizatorio invocando la objetividad científica. Al mismo tiempo, y al amparo del discurso geográfico, la cartografía resultó un potente elemento para la naturalización de este ideario a escala global; es decir una imagen verosímil para la cristalización de un imaginario universal en donde el denominado ‘descubrimiento de América’ fue establecido como uno de los pilares fundacionales de la civilización occidental.[11]  En este contexto, la representación dentro del discurso colonial dependió de una tautología: “quien ha dominado tiene el poder para representar y quien representa enuncia y domina”; así planos y grabados se constituyeron en efecto y medio, donde el eurocentrismo y la representación se erigieron entre sí.[12]

Por consiguiente, la noción de geocultura utilizada en este análisis está estrechamente relacionada a la intersección entre lo original y lo global en permanente tensión identitaria frente al ideario del sistema-mundo impuesto por la modernidad.[13] Desde este abordaje es posible habilitar la inspección de las consideraciones geográficas aptas para ordenar apropiadamente el pensamiento territorial de las poblaciones meridionales. Así como abordar las tensiones geoculturales derivadas del eurocentrismo con que es orientado axiomáticamente el modelo terrestre (o globo terráqueo) según el cenit boreal. O sea, desde un precepto hegemónico heredado del viejo orden colonial que asoció indubitablemente el Norte con el arriba y el Sur con el abajo, lo que es definido como nortearribismo.[14]

En cambio, las singulares miradas andinas sobre las constelaciones sureñas organizaron los vastos territorios del Tawantisuyo desde una visión austral;[15] pero además estas referencias astronómicas cimentaron primordialmente el complejo sistema de conocimientos Quechua/Aimara, que fue sintetizado en la fórmula de la Chacana. Cabe resaltar que el pensar seminal[16] promovió formas de conocimiento situado dentro del universo andino, las que se ajustaron rigurosamente a las coordenadas suramericanas; resultando contrapuestas a la racionalidad moderna occidental.[17]  De ahí que su valorización es sustancial para la reivindicación de una geocultura del Sur que habilite una mirada integral con sólidos anclajes en el espacio de Nuestra América.

La evangelización de los astros

Tzvetan Todorov sostuvo que a los ojos de Colón los indígenas junto a su desnudez física también se lucieron como seres despojados de toda cultura.[18] Por el contrario, para el cronista Bernardino de Sahagún los indígenas desempeñaron un destacado rol como informantes con un importante bagaje cultural. Este sacerdote franciscano fue uno de los primeros religiosos en aprender la lengua de poblaciones vencidas, y si bien su gesto estuvo motivado por un interés evangelizador, su acción no se limitó a la asimilación del indígena al catolicismo. Dado que su labor también estuvo revestida por importantes intervenciones ideológicas, básicamente por la empatía que se desarrolló entre algunos miembros del clero y las poblaciones americanas; pero particularmente con sus cosmovisiones. 

La voz de Sahagún impregnó con su prédica la palabra de sus informantes, no solo con la intervención directa, sino también producto del masivo alcance que tuvo el modelo civilizatorio que pregonó. Su intervención impuso al saber azteca diversos marcos conceptuales organizados en base a cuestionarios, con los que se buscó asimilar la cultura mexica a la experiencia europea. Para esto Sahagún utilizó algunos datos comparativos, como el registro de semejanzas entre deidades aztecas y romanas; aunque en muchos casos no pudo alcanzó el resultado esperado. Por ejemplo, las respuestas sobre ‘astrología natural’ no fueron comprendidas, ya que estuvieron apoyadas en una concepción astronómica totalmente diferente a la europea, lo que no fue traducido en los cuestionarios.[19]  

En cuanto al conocimiento astronómico indígena, redundaba para el sacerdote en una composición de la esfera celeste antagónica a figuración del cosmos que la modernidad intentaba imponer globalmente. En este sentido, el orden impuesto por el conquistador obligó a las cosmovisiones americanas a operar un reajuste radical según los parámetros europeos; lo que implicó de suyo la supresión de las referencias sureñas para el ordenamiento del cosmos. Como resultado, múltiples rituales originarios relacionados al conocimiento del universo fueron inhabilitados o resinificados en prácticas sincréticas. Además, es menester considerar que para Sahagún no era posible transformar por completo el sistema de creencias nativas si al mismo tiempo no era modificada la sociedad en su conjunto; en virtud de que se encontraba atravesada por vínculos brutales.

De igual modo, la racionalidad moderna no solo determinó a las poblaciones sometidas los temas que debían atenderse, sino también con la prescripción de unos asuntos proscribió otros; tanto en el orden teológico como gnoseológico. Por lo cual, el uso sistemático de los cuestionarios de Sahagún que guiaron epistemológicamente a sus interlocutores evidencian este orden de cosas. No obstante estas prácticas existieron sacerdotes que establecieron una profunda empatía con la cultura náhuatl; los que sin llegar a poner en duda la fe propiciaron en cierto aspecto una férrea identificación con el pueblo mexica, como los casos del dominico Bartolomé de las Casas (1884-1566) y Fray Diego Durán (1537-1588).

La empatía con las poblaciones indígenas estuvo presente en muchos religiosos franciscanos, dominicos o jesuitas, quienes fueron protagonistas de tempranos trabajos etnográficos que intentaron aportar elementos para la erradicación de “supersticiones”, “güeros” e “idolatrías”. Pero la alteridad pervivió en sus diversas formas, desde la resistencia abierta, hasta la ocultación, la mímesis y el sincretismo. De forma que el otro no dejó de ser ajeno para el conquistador y su suplementariedad[20] se mostró amenazadora para el orden colonial.[21] Ciertamente, los significados originarios de muchos signos de la naturaleza y especialmente del cosmos perduraron en múltiples expresiones culturales de las poblaciones asimiladas, como cultos a la tierra y el cielo.

Por esta razón, tras sufrir sistemáticos intentos de supresión total, muchos elementos del saber astronómico originario que fueron incomprendidos por los europeos y perduraron en la cultura popular hasta nuestros días. Así, el pensar seminal (o arcaico) se contrapuso cualitativamente al raciocinio occidental; asociado a “una estructura cultural indígena montada sobre un pensar por entrancias,[22] que personaliza al mundo y destaca la globalidad de éste, porque enfrenta el desgarramiento original entre lo favorable y lo desfavorable y requiere obsesivamente la unidad llevada por un afán de salvación” (Kusch, 2015:196).

Por su parte, la incomprensión clerical para decodificar la astronomía original americana llevó a asociar la cosmogonía indígena a ritos y ceremonias propias de la idolatría; por lo que la explicación de sus usos terminó desvirtuada en las marañas de la taumaturgia occidental. Un ejemplo de este engendro se verifica en la gran variedad de ediciones sobre astrología Maya o Azteca que se pueden encontrar publicadas en la actualidad por diversos soportes editoriales. O en los cuantiosos avisos comerciales en donde se publicitan prácticas esotéricas, se promocionan adivinaciones y distintos presagios basados en calendarios o supuestas prácticas originarias. Pero la pervivencia de saberes ancestrales enlazados al conocimiento astronómico -entre otros- se pueden reconocer en las tradiciones de distintas regiones de Nuestra América, preservadas en forma de sincretismo o suplementariedad.

Un arquetipo de la subsistencia de estas prácticas se puede comprobar releyendo del trabajo etnográfico Poder sobrenatural y control social, que la antropóloga Esther Hermitte realizó en la década de 1960 cuando estudió poblaciones originarias de México. En este estudio Hermitte registró algunas celebraciones de la comunidad Tzeltal asentada en Pinola, una región de Chiapas. Entre ellas, la ceremonia de la Santa Cruz llevada adelante el día 3 de mayo reviste un especial interés; dada la interpretación estelar que se puede realizar sobre esta actividad que era restringida exclusivamente a la jerarquía civil indígena. En esa jornada son visitadas las cruces emplazadas en el área de Pinola, que en general se encontraban cerca de los ojos de agua.[23]

Hermitte describió algunas coordenadas de esta comunidad: “pueblo de Pinola está en el centro del mundo, en el ombligo del mundo (yolil b’alumilal). Dios iba a hacer que el sol siguiera su curso de norte a sur, pero lo cambió porque el mundo es más pequeño de este a oeste por eso las milpas[24] están al oeste del pueblo”. Además, de la situación planteada entre los “guardianes de otros pueblos”, que con cierta malicia asediaban a Pinola; en tanto los pinoltecos mantenían guardias en “torres” ubicadas en los puntos extremos del pueblo: “las cuatro entradas (que aproximadamente corresponden a los cuatro puntos cardinales): Campanatón en el oeste, Tzawahunch’én al sur, Ch’en en el norte y Muk’ Nah al este”. También los Ch’ulel me’tik tatik conformaron un consejo sobrenatural, integrado por los espíritus de los “madres-padres”, con la capacidad de “ver cómo es el mundo”. Entretanto, los indígenas del pueblo “fueron capaces de rescatar las premisas centrales de un mundo de cuatro puntos cardinales aún regulado por el Me’iltatil, literalmente madres-padres de los ancianos que están relacionados con las fuerzas creativas y destructivas del universo” (Hermitte, 2004).

Si bien no fue objeto de la Dra. Hermitte establecer la relación entre astronomía y el universo simbólico de la comunidad de Pinola, de sus registros se deduce una asentada influencia astral en la geocultura de este pueblo. Puntualmente la fecha 3 de Mayo, instaurada como ceremonia de la Santa Cruz, posee enorme significación para varias comunidades originarias de Nuestra América por ser el día de la Chacana (imagen 01).  Ya que ese día está signado por un momento posicional específico de la constelación Crux, o Cruz del Sur, en su relación astronómica con la Tierra.

La Cruz de Mayo

La fecha seleccionada para realizar en América la ceremonia de la Santa Cruz puede ser asociada con una acción astral del colonialismo. Debido a que los apuntes históricos y relatos de la peregrina Egeria,[25] junto a los de otros viajantes, dan cuenta de la existencia de estos rituales  en ciertas regiones de veneración cristiana en épocas remotas. Pero, en la tradición católica romana quedó establecido que esta fecha se corresponde con el 14 de septiembre del calendario gregoriano, institucionalizado como el día de la celebración de la Santa Cruz; mientras que las razones sobre el origen de la fecha 3 de mayo para esta efeméride en América son al menos difusas.

En particular las explicaciones que se esgrimen sobre la instauración de esta fecha tienden a basarse en acciones desarrolladas por iglesias como la Galicana y el influjo de Judas Ciriaco; o bien a la influencia de cultos europeos paganos que fueron cristianizados. Todo esto relacionado a la temporada del reverdecer primaveral en el hemisferio Norte que está asociado al amor[26] y que se habría insertado en los libros litúrgicos durante la época carolingia;[27] aunque sin aportar referencias fehacientes sobre los hechos. Sin embargo, esta celebración de mayo se excluyó de las efemérides eclesiásticas durante “el pontificado de Juan XXIII que la suprimió en el calendario por él promulgado el 25 de julio de 1960. El oficio litúrgico de la fiesta del 14 de septiembre: Exaltación de la santa Cruz, tiene un sello genuinamente romano” (Garrido Bonaño, 1977: 942).

Igualmente, distintos portales confesionales hacen referencia a la celebración del 3 de mayo. Como es el caso de la Orden de Predicadores -conocida como Dominicos-, donde se sostiene que “hasta 1960 en la liturgia romana se celebraban dos fiestas de la Cruz: una el 3 de mayo con el nombre de la Invención o hallazgo de la Santa Cruz, hecho atribuido a la tradición de Santa Elena, la madre del emperador Constantino; y la otra el 14 de setiembre conocida como fiesta de la Exaltación de la Santa Cruz”.[28] La publicación dominica detalla los acontecimientos que otorgaron fundamento a la efeméride de septiembre; mientras que el 3 de mayo estaría relacionado vagamente a un saqueo persa acontecido en Jerusalén el 5 de mayo del siglo VII. De igual forma, la Hermandad de la Santa Caridad de Nuestro Señor Jesucristo, fundada en Málaga en 1682, proclamó a la Exaltación de la Santa Cruz que se conmemora exclusivamente los 14 de septiembre como su principal festividad, sin mención alguna al mes de mayo en su memorial.[29]

En cuanto a las tradicionales fiestas denominadas “Cruz de Mayo” que se celebran en la región española de Andalucía, aduce orígenes en antiguos ritos vinculados al período de lluvias de primavera, aunque los registros efectivos que dan cuenta de su procedencia datan del siglo XVII.[30] O sea que los indicios verificables de esta fiesta europea no poseen raíces medievales sino en el período colonial, cuando lo actuado por la conquista sobre el Nuevo Mundo ya influía decididamente sobre la vida peninsular. No obstante la Corona Española impuso en el continente americano el 3 de mayo para celebrar este rito tan caro a la cultura católica; lo que contó con ribetes poco conocidos tanto en su implantación mejicana, como en los restantes procesos sincréticos, situación que requeriría futuras investigaciones.[31]

En relación a la mirada andina resulta elocuente el testimonio del Amauta aimara Pablo Quival[32]: “el día tres de mayo es el día de la Chacana, porque es cuando esta constelación se alinea con el Polo Sur y toma la forma de una cruz cuadrada; los pueblos agricultores andinos se referencian en ella porque es el momento de reposo de la tierra. Pero la iglesia para colonizarnos dijo que ese era el día de la Cruz. Y eso no es así para nosotros, eso es una utilización para imponernos sus creencias” (Quival, 2019).

De igual manera que en Mesoamérica la efeméride de la Cruz quedó vinculada a la primavera, con un denodado simbolismo prehispánico que augura la fertilidad agraria;[33] también en el Altiplano Andino el 3 de mayo fue asociado a los ciclos de la agricultura, aunque con ajustes a los períodos estacionales hemisféricos. Esto, debido a que buena parte de los conocimientos indígenas, en un marco sincrético, sobrevivieron a la conquista asociados a prácticas rurales/agrarias.[34] Por lo cual en el caso de la semiesfera Sur este día se vincula al otoño, cuando en el Altiplano se produce la finalización del tiempo de cosecha y es celebrado el día de la Chacana.

Imagen 1: Obtención simple de la Chacana o Tawa-Paqa

Fuente (Lajo, 2008:89)

La Chacana es una representación geométrica asociada estrechamente a la constelación de la Cruz del Sur, que organizó en conocimiento y la geocultura  de los pueblos andinos; su origen se remonta entre los 4.000 y 5.000 años de antigüedad.

Imagen 02: Observatorio astronómico “Las Salinas de Chao”

Fuente: (Milla Villena, 1983: 46)

El hallazgo y estudio del geoglifo de Chao fue sustancial para que Carlos Milla Villena descifre las características del alineamiento de múltiples complejos arquitectónicos andinos como los del Tawantisuyo y el  Tiawanacu; asociados a la Chacana como fórmula para la organización espacial y cardinal.El relevamiento de este geoglifo permitió al arquitecto Milla Villena establecer que el culto a la Chacana data de una antigüedad mayor a los 4.000 años. Esta determinación se verificó recientemente cuando trascendió en diversos medios de comunicación  el hallazgo de un templo de unos 4.000 años de antigüedad en la costa central del Perú, próxima al Valle de Chao; que en uno de sus frisos exhibe una chacana. Algunos detalles de este descubrimiento arqueológico puede consultarse en: http://www.elperuano.pe/noticia/212806-la-cruz-andina-mas-antigua

La astronomía andina y la Chacana

El arquitecto aimara Carlos Milla Villena realizó un exhaustivo estudio sobre el sistema geométrico proporcional de medidas, el que fue sintetizado en la fórmula de la Cruz Cuadrada. Este complejo estuvo asociado al antiguo culto a la constelación de la Cruz del Sur, originado aproximadamente en el año 2.000 antes de Cristo como base para el desarrollo científico/técnico del mundo andino en el seno de la cultura Quechua/Aimara que se extendió por una amplia porción del territorio suramericano.

En su trabajo, Milla Villena identificó cuatro valores muy diferenciados en torno al concepto de Cruz relacionados a coyunturas históricas singulares. Estos son: 1) La constelación de la Cruz del Sur como concepto astronómico ligado al control de los períodos estacionales del año; 2) El geoglifo de la Cruz del Sur, estructura arqueológica descubierta por Milla Villena en los desiertos del Chao (Perú), que fue alineado con la proyección geocéntrica de esta constelación sobre el territorio (imagen 02);[1] 3) La Cruz Cuadrada, figura geométrica utilizada como símbolo ordenador de los conceptos matemáticos religiosos del mundo andino y 4) La Cruz Cristiana, como símbolo religioso occidental impuesto por los invasores aprovechando la similitud formal con la Cruz Cuadrada Andina  y la Cruz del Sur (Milla Villena, 1983: 20).  

Conviene subrayar que al igual que ocurrió con los conocimientos astronómicos mesoamericanos la astronomía Quechua/Aimara fue suprimida, o bien degradada en las redes esotéricas occidentales destinadas a la adivinación u otras prácticas mágicas. Visto que desde la época de la conquista se realizaron lecturas completamente rudimentarias o absurdas sobre estos saberes  americanos, generalmente se asociados a la astrología. Por esto se puede afirmar que la astronomía originaria propiamente dicha era completamente desconocida en los núcleos de intelectuales europeos de la época colonial.[2]

Con relación a la constelación de la Cruz del Sur y su influencia en la geocultura andina prehispánica, en el ensayo Coricancha publicado en el año 1928, Robert Lehmann-Nitsche[3] dio cuenta de la bibliografía existente a inicios del siglo XX sobre la orientación astronómica de este templo andino. En particular analizó textos de cronistas españoles como Polo Ondegardo, o los trabajos de Pablo Joseph de Arriaga, Francisco de Ávila o Miguel Cabello de Balboa. Además, puso en valor diversos escritos en castellano de autores indígenas o mestizos, quienes testimoniaron sobre las características originales de la “astrolatría”[4] Quecha/Aimara. En su conclusión Lehmann-Nitsche describió a la Chacana como el objeto de culto por excelencia de Coricancha; la cual, de ninguna manera, era referenciada en el “Cíngulo del Orión” como se creía, sino que aludía a la Cruz del Sur. Mientras que la traducción errónea chacana como Las Tres Marías, se debe a una lectura anónima que fue “copiada sin control por sus sucesores lexicólogos”.[5]

Para Lehmann-Nitsche los trabajos de Polo Ondegardo, y de otros comentaristas de época, no dieron cuenta de la relación entre el vocablo Chacana y su correspondencia astronómica específica; visto que partieron de referencias estelares erróneas como las Tres Marías o el Cinturón Orión. Aunque en coincidencia con la interpretación de la voz Chacana traducida como “escalera” o “cosa cruzada”. Por lo que esta palabra de raíz Aimara reconocería orígenes en los conceptos de “chaca, puente; chacjatha, atravesar algo como tranco, etc.; chacaña, el palo atravesado en la escalera, etc.”[6] (Lehmann-Nitsche, 1928: 106).

Coricancha fue el principal sitio ceremonial Inca, conocido también como el Templo del Sol, y corrió la misma suerte que la mayoría de los centros rituales originarios de Nuestra América; siendo demolido y reemplazado por un templo católico. Concretamente, cuando el Cusco cayó en manos europeas, en el año 1533, este templo inca fue saqueado y destruido; pero, además sufrió sucesivas transformaciones y múltiples cambios arquitectónicos desde su ocupación al mando de Francisco Pizarro, quien repartió la ciudad entre los conquistadores. Específicamente, Coricancha fue asignado a Juan Pizarro, hermano del Capitán al mando de la partida invasora, que lo donó a la Orden de los Predicadores Dominicos. A su vez bajo la dirección del primer Obispo del Cusco, Fray Vicente Valverde, el sitio fue transformado radicalmente (a partir del año 1534), concluyendo en la edificación del Convento de Santo Domingo sobre los mismos cimientos del Templo del Sol.[7] De manera que los intentos de trazar un plano de Coricancha que reprodujera su diseño original resultaron infructuosos.

La organización territorial en el altiplano identificó cuatro sitios principales denominados suyos -que eran los distritos administrativos en que se encontraba organizado el Tawantinsuyo-,[8]donde se hallaban emplazadas cuatro huacas o santuarios coincidentes con los puntos cardinales. Estas huacas, junto a su función ritual, muy probablemente oficiaban de hitos y alineamientos para las observaciones astronómicas, por lo cual corrieron la misma suerte que Coricancha. Es decir que fueron demolidas reemplazadas por cuatro capillas cristianas, al mismo tiempo que se instituía la fiesta de la Cruz de Mayo hasta nuestros días es celebrada en el territorio andino.   

No obstante, aún en la actualidad diversas comunidades aimaras en Bolivia y el sur de Perú conservan el calendario preincaico helio/lunar -de trece meses de 28 días, más un día que “amarra” el año que termina con el que comienza-. En el mundo Inca, este lunario reconoció su comienzo en el solsticio de invierno denominado Inti-Raimi, pero originalmente habría tenido otro punto de inicio. Esto fue hace unos 4.000 años, asociado al cambio de ciclo con el paso del Sol por el cenit de esas latitudes andinas; lo que ocurre entre el 2 y el 3 de Mayo, fecha de la culminación superior de la constelación de la Cruz del Sur. Es decir donde se observa el eje más extenso de constelación alcanzando su mayor altura y posicionada verticalmente en su cenit austral.[9]

Asimismo, la Cruz del Sur fue objeto de culto para los Maya como lo evidencia el templo del monte Alban (Oxaca, México), construido alrededor del año 250 a.C. en forma de “J”; alineado según la constelación de la Cruz del Sur y sus “estrellas guías” Alpha y Beta Centauri. De igual manera, la “Cruz Enramada”, también emplazada en México, guardó estrecha similitud con el geoglifo de la Península de Paracas en Perú, diseñada con la misma proporción que presentan los brazos de la Cruz del Sur. Estos relevamientos dan cuenta de la gravitación americana de esta contestación, con “la ecumenicidad del culto a la Chakana en nuestro continente de Ixachilán, desde el Nahualt hasta el Pusisuyu, pasando por el Cunayala central” (Milla Villena, 2008: 72).

 Por lo que se refiere a la percepción de la Cruz del Sur desde el territorio americano, reporta una interesante paradoja; puesto que esta constelación es visible entre los 90° de latitud Sur hasta un rango que va de los 25° (en toda su integridad) a los 34° (en su vista parcial) de latitud Norte. Es decir que la Chacana puede observarse integralmente desde cualquier punto de Nuestra América, del Polo Sur hasta las mismas fronteras del actual territorio estadounidense; pero no así al Norte del Río Bravo cuya traza entre las heroicas ciudades mexicanas de Juárez y Matamoros transita entre los 32 y 26 grados de latitud Norte aproximadamente.

Imagen 03: Ilustración de la pared principal del Templo del Sol en Cusco,

 Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamayhua, año 1613.

Fuente: (Milla Villena, 2008: 91)

El término Chacana fue escrito por Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamayhua en su dibujo cosmogónico de 1613, donde reprodujo la composición que existió antes de la conquista española en la pared principal del Templo del Sol en el Cusco. En este esquema dio cuenta de la preponderancia de la Cruz del Sur como organizadora de la cosmovisión originaria.

Detalle imagen 03: Espejos astronómicos

Los denominados  ojos oficiaron de espejos astronómicos, redundaron en instrumentos centrales para el estudio del cosmos y la fijación de los parámetros con que se organizaron las referencias andinas según las constelaciones australes.

Imagen 04: Espejos astronómicos en Suramérica y Mesoamérica

Fuente: (Milla Villena, 2008: 103/4)

Observación astronómica y  geocultura austral

Lehmann-Nitsche en su prolongada estadía en el Museo de La Plata promovió investigaciones y actividades docentes que lo llevaron a relacionarse con múltiples instituciones e intelectuales de toda la región. Tal fue el caso del arqueólogo y ensayista peruano Luis Valcárcel, que en 1920 envió al Museo parte de su trabajo sobre arqueología peruana con la intención de ser incorporado como docente en la Universidad Nacional de La Plata. Esta situación produjo un fluido intercambio entre ambos académicos, donde Lehmann-Nitsche exhibió un particular interés por la “astrognosia” de los antiguos peruanos. En el mismo año 1920 Valcárcel escribió a La Plata, indicando que realizó un gran esfuerzo por obtener la información solicitada, incluyendo consultas “entre especialistas y entre indígenas, sobre la  constelación de ‘la Chacana’, pero que ha fracasado en su identificación”.[1]

El interés por la Chacana condujo a Lehmann-Nitsche a emprender un pormenorizado análisis del dibujo sobre la cosmovisión incaica que elaboró Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamayhua en el año1613 (imagen 03).[2] Este croquis resultó fundamental para el reconocimiento de la Cruz del Sur como el eje del «mapa cosmográfico». En sus trazos, Pachacuti reprodujo el diseño que habría existido en la pared principal del Templo del Sol en Cusco (o Coricancha) antes de la conquista española. Por su parte Milla Villena consideró a este trabajo como la “evidencia mayor y única evidencia histórica completa” que confirma la estrecha relación entre la totalidad del conocimiento científico y religioso del Tawantisuyo, como una organización política/administrativa anterior al período incaico, originada unos 3.000 años antes de la invasión europea a América.[3]

Cabe resaltar que la estructura política/administrativa del Tawantinsuyo contó con un importante antecedente en el Tiawanacu, caracterizado por la orientación de su territorio basada en la referencia astronómica de la Chacana. Esto fue durante el período expansionista, entre los años 500 y 1.000 d.C., cuando se difundió por toda la Puna su estilo artístico, junto a una estructuración política con centro ritual en el Tiawanacu. Esta cultura preincaica poseyó orígenes muy antiguos, ya que se habría originado en las denominadas “tierras altas” próximas a las costas del lago Titicaca.[4] En relación a esta cultura, cuando en 1610 el cronista Bernabé Cobo recorrió el Tiawanacu sostuvo que el nombre original de esta antigua ciudad era Taypikala, un término aimara que significa “piedra del medio”.[5] Mientras que la voz Cusco se puede traducir por su raíz quechua como el “centro del universo” u “ombligo del mundo”, un nombre que la capital Inca adoptó entre los años 1.200 y 1.532 d.C., cuando se instituyó no solo como centro político, sino también geográfico de todo el territorio andino.[6]

En cuanto al método precolombino para trazar los diseños urbanos se relacionaron estrechamente a la observación estelar, basada en un avanzado sistema de espejos astronómicos. En primer lugar, hay que reparar el dibujo de Santa Cruz Pachacuti expone cuantiosas referencias celestes; donde la Chacana es la gran ordenadora. Pero además en el cuadrante inferior izquierdo del esquema se aprecian siete círculos acompañados por la leyenda: “los ojos. ymaymana ñaoraycunap ñauin” (Detalle imagen 03), que se puede traducir como: “los ojos. Todas las cosas. Los ojos de todas las cosas”.[7] Esta frase derivó en supuestos de que el gráfico representaría literalmente siete ojos; pero lo cierto es que esta referencia aludió al sistema de espejos astronómicos con el que mundo andino observó el cosmos y mensuró el territorio.

En efecto, como parte de los dispositivos para analizar el universo en todo el Tawantisuyo fueron horadados metódicamente huecos en rocas específicas; los cuales una vez llenos de agua oficiaron de puntos para analizar la disposición y comportamiento de los astros (imagen 04), con los cuales se ordenó el espacio y el tiempo suramericano. Por consiguiente, esta técnica resultó eficaz para la demarcación y mapeo de la región; desde una localización anclada en las propias coordenadas del Sur y, por tanto, contrapuesta a la perspectiva con que Europa observó al mundo. En consecuencia, la geocutura aimara, fundada sobre formas de saber situadas, configura un arquetipo del ojo austral, en el que el conocimiento se enlaza a la integración sensorial dotando de significación cognitiva a la propia empírea.

Sobre este particular Pablo Quival señaló que: “Fijate si son inocentes los occidentales que cuando van de viaje por nuestros cerros y ven unos huecos tallados en la roca los guías de turismo le dicen que son morteros; y ellos se lo creen”. Tras lo que reflexionó: “Mirá que los indios vamos a ser tan bobos de cosechar el maíz en los valles y después lo vamos a subir a la montaña para molerlo. Esas cavidades en la piedra eran nuestros observatorios astronómicos, porque se llenaban con agua para estudiar el cielo que se reflejaba allí” (Quival, 2019). Efectivamente, en Argentina diversas páginas dedicadas al turismo publicitan desde suites temáticas donde “los morteros excavados en la roca y las conanas atestiguan la preparación de los granos”;[8] hasta circuitos de trekking por “ruinas” en las que “los senderos se diversifican y se suceden uno tras otro. A medida que se avanza, se logra distinguir con notable claridad variados morteros comunitarios, pascanas, terrazas de cultivos, cuadrículas y altares religiosos que demuestran fehacientemente que esta zona fue habitada”.[9]    

En tanto, Muchos diseños andinos no dejaron de asombrar a los investigadores europeos que a partir del siglo XX intentaron explicar las técnicas utilizadas para sus ejecuciones, llegando en algunos casos a conjeturar las más descabelladas lucubraciones.[10] Así, a casi dos milenios de haber sido trazados, los reconocidos dibujos de Nazca representan un verdadero desafío para la ciencia moderna que intenta precisar los métodos que utilizaron los “antiguos topógrafos” para resolver figuras de tamaña magnitud. En virtud de que la complejidad de obras como éstas indica que “los hombres del pasado deben haber tenido herramientas e instrumentos de los que no sabemos nada, los que junto a otros conocimientos, fueron ocultados como el único tesoro que no se les podía arrancar” (Reiche, 1982: 81).

Con respecto a la fórmula de la Chacana, portadora de una denodada referencia meridional, se debe señalar que además de objeto de culto fue un patrón para la resolución de complejos algoritmos que relacionaron los valores de Pi y la raíz cuadrada de dos (imagen 05); los que a su vez habilitaron el encadenamiento de diversas progresiones geométricas posibilitando el diseño de importantes arreglos topográficos. Por lo cual “el método geométrico de los Amautas para para obtener el valor de ‘Pi’ se convirtió en un sistema operacional que servía para obtener unidades, múltiplos y submúltiplos, así como para efectuar operaciones matemáticas y además fijar las pautas del diseño que debían respetarse en las trazas de las estructuras comunitarias de la organización territorial” (Milla Villena, 1983: 81).

Como resultado, el sistema de la Cruz Cuadrada, geométrico y proporcional, se instituyó en módulo ordenador de los espacios urbanos y rurales del Tawantisuyo; con una escala progresiva comparable a los principios de la matemática fractal, postulada en occidente recién en la década de 1970. Mientras que la diagonal trazada entre las aristas de la Chacana otorgó orden al mapa andino, recreando el plano celeste a una escala terrestre; esto con el diseño del denominado Qhapaq Ñan o Ruta del Inca[11] centrada en el Tiawanacu. De forma que proyectando la Chacana sobre una carta de aeronavegación (imagen 06)  es posible comprobar que Cajamarca con las ciudades de Cuzco, Pucará, Tiawanacu, Oruro y Potosí se encuentran alineadas y guardan distancias proporcionales. Asimismo, se  puede apreciar que la posición de otros asentamientos importantes coinciden con los puntos de cruce y círculos del sistema de la Cruz cuadrada.[12]

En suma, la Cruz del Sur o Chacana fue la organizadora de los territorios del Tiawanacu y el Tawantisuyo; y la base del conocimiento original andino. Con esta formulación se resolvieron los algoritmos necesarios para trazar cientos de kilómetros de caminos sobre el escarpado relieve de la Puna como el Qhapaq Ñan; que signó la geocultura andina desde un acentuado posicionamiento austral. Si bien autores indígenas como Javier Lajo y Carlos Milla Villena realizaron lecturas encontradas sobre algunos de sus fundamentos, existe un total acuerdo en que el significado tradicional de chakana está referido al nombre que los pueblos andinos otorgaron a la constelación de la Cruz del Sur, junto a las dos ‘estrellas guías’ (Alfa y Beta Centauro), conocida también como Cruz de Mayo “por ser el 3 de mayo su fecha su fecha de celebración astronómica en todo el mudo andino” (Lajo, 2006: 94).

Conviene añadir que el Inca Garcilaso de la Vega a inicios del siglo XVII dejó claro testimonio de la importancia ritual que revistió la Chacana en el mundo andino precolombina: “tuvieron los Reyes Incas en el Cuzco una cruz de mármol fino, de color blanco y encarnado, que llaman jaspe cristalino: no saben decir desde qué tiempo la tenían. Yo la dejé el año de mil y quinientos y sesenta en la sacristía de la iglesia Catedral de aquella ciudad, que la tenían colgada de un clavo”. Agregando que “la cruz era cuadrada, tan ancha como larga; tendría de largo tres cuartas de vara, antes menos que más, y tres dedos de ancho y casi otro tanto de grueso; era enteriza, toda de una pieza, muy bien labrada, con sus esquinas muy bien sacadas, toda pareja, labrada de cuadrado, la piedra muy bruñida y lustrosa”. Concluyendo en que: “teníanla en una de sus casas reales, en un apartado de los que llaman huaca, que es lugar sagrado. No adoraban en ella, mas de que la tenían en veneración; debía ser por su hermosa figura o por algún otro respeto que no saben decir” (sic) (de la Vega, 2002: 65).

Imagen 05: Diagrama geométrico y ritual de la Chacana

Fuente: (Milla Villena, 1983: 78)

La fórmula de la Chacana, basada en la relación entre el valor de Pi y la raíz cuadrada de dos, permitió organizar el conocimiento andino según la “gran diagonal” trazada en su seno, que resultó el eje sobre el cual se ordenó el territorio andino. Resultando una suerte de método cartográfico que permitió reconocer en el Tawantinsuyo un gran mapa que abarcó la totalidad del territorio, a la usanza del cuento de Jorge Luis Borges “Del rigor en la ciencia”; donde “en aquel Imperio, el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del Imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, estos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él” (Borges, 1946:53). Aunque en este caso, pese a que también quienes sucedieron al orden civilizatorio incaico (concretamente los colonialistas europeos) desestimaron este gigantesco plano, a diferencia del imperio borgiano la cartografía ancestral tallada en la roca pervivió a las inclemencias del sol y los inviernos.

Imagen 06: Interpretación de la organización del territorio andino en base a Chacana

Fuente: (Milla Villena, 2008: 185-186)

Según determinó el arquitecto aimara Carlos Milla Villena, el territorio andino fue organizado proyectando la fórmula de la Chacana a una escala geodésica, que dotó de un criterio espacial al Tawantisuyo, donde el Camino del Inca o Qhapaq Ñan fue trazado en referencia a la gran diagonal de este sistema geométrico proporcional. De este modo, la geocultura Aimara/Quechua orientó su referencia cardinal en las constelaciones australes, dentro de un complejo científico/religioso que reconoció su origen en el Tiawanacu con el culto a la Cruz del Sur que resulta contrapuesto a la localización septentrional que impuso la colonia Nuestra América.

Resistencia del ojo austral

Paralelamente a la desarticulación del progreso técnico original andino, el colonialismo operó una transpolación georeferencial en Suramérica, donde la Chacana fue sustituida por una contra-fáctica jerarquización espacial norteña. Consecuentemente, las referencias del Sur comenzaron erigirse como signos de resistencia a los vínculos de sometimiento instaurados por los conquistadores. En particular el trabajo del cronista inca Felipe Guamán Poma de Ayala Primer nueva corónica y buen gobierno[56] incorporó tempranos testimonios gráficos sobre las conflictivas relaciones de saber/poder impuestas.

Este texto del año 1615, compuesto por 1180 páginas y 397 grabados, registró una ferviente defensa de las poblaciones indígenas sometidas; incluyendo denuncias a funcionarios, religiosos e instituciones de la colonia.[57] En efecto, Guamán Poma plasmó con impactante realismo el estado de sometimiento y humillación al que fueron reducidos los vencidos a inicios del siglo XVII; igualmente, dejó cartografiadas interesantes proyecciones del mundo andino. Un ejemplo se encuentra en el mapa del Perú, trazado en forma ovoide con centro en Cusco; alrededor del cual dibujó cuatro parejas, caracterizando la dualidad andina y los cuatro puntos cardinales asociados a los suyos. En la interpretación de Rodolfo Kusch este mapa está cruzado por la subjetividad andina, dado que “lo dibujado por Guamán Poma no concuerda con la realidad, pero encierra toda su herencia india e incaica y quiérase o no es su mapa”; como un criterio contrapuesto al concepto del mapa moderno que para el autor fue concebido desde el “ángulo científico” y por lo tanto “real”.[58] Aunque lecturas posteriores realizadas por las ciencias sociales dan cuenta de que también los mapas modernos son portadores de un manifiesto discurso valorativo, como ya fue reseñado en el caso del planisferio de proyección Mercator.

Ciertamente, el mapa es una figuración de la realidad y no la realidad misma; así quien construye esa composición puede desapreciar criterios de quienes llevaron a cabo otras proyecciones. De ahí que la cartografía moderna esgrimió criterios científicos según los cuales sus técnicas de representación prevalecen como las únicas posibles frente a otras carentes de supuesta objetividad. No obstante, esta pretensión, los mapas occidentales presentan una acentuada subjetividad eurocéntrica; mientras que la cartografía Guamán Poma, de orientación meridional, fue depositaria de un significativo reconocimiento de las coordenadas andinas que sustentaron el conocimiento técnico Quechua/Aimara. En este aspecto, los grabados de Primer nueva corónica y buen gobierno mantuvieron una composición espacial superior/inferior-centro/periferia que afirmó una decidida mirada austral frente a las imposiciones nortearribistas que arribaban de Europa. De ahí que en la lámina “Pontifical Mundo” situó al territorio suramericano sobre el europeo, con los topónimos de “Indias” y “Castilla”. Este mapa presenta la figuración de Nuestra América en el cuadrante superior de la imagen centradas en el Cusco, próxima al Sol; y a Castilla en lo bajo, alejada del astro (imagen 07). En la cosmovisión andina de esos años el distanciamiento del Sol estuvo asociado a la oscuridad y la noche, la decadencia y muerte; al contrario de la cercanía al Sol, caracterizada como “la tierra del día y de la luz”. Por su raíz quechua, el vocablo punchau se aplica a la altura y al soberano Inca, hijo del Sol; por lo que este cuadro sugiere un regreso al antiguo orden que permita una salida al caos de la colonia. Aunque, se debe tener en cuenta que dentro del concepto manejado por Guamán Poma el retorno a este orden sólo sería posible si el mismo Rey de España instrumentaba.[59]

Mientras que el texto que acompañó a este grabado, “Pontifical Mundo”, Guamán Poma sugirió que:

“En este tienpo se descubrió las Yndias del Pirú, y ubo nueua en toda Castilla y Roma de cómo era tierra en el día, yndia, más alto grado que toda Castilla y Roma y Turquía. Y ací fue llamado tierra en el día, yndia, tierra de rriqueza de oro, plata.

En este tienpo fue: papa Bonefacio nono, niapulitano, papa Ynosencio ciete, papa Gregorio doze, papa Alexandre cinco, papa Juanes ueynte y dos [XXIII], papa Martino cinco, papa Yuginio quatro, papa Niculao cinco, papa Calictro tres, papa Pío dos, papa Paulo dos, papa Gesto quatro, papa Ynosencio ocho.

Los filósofos, astrólogos, puetas lo sauían la tierra y la altura y la rriqueza del mundo, que no ay otro en el mundo que aya criado Dios de tanta rriquiesa porque está en más alto grado del sol. Y ací senifica por la astrología que quiso llamarse hijo del sol y llamalle padre al sol. Y ací con rrasón puede alauarse el rrey de decir que es muy rrico […]” (sic) (Guamán Poma, 1615: 43).

De modo que la afirmación del territorio andino mantuvo una estrecha relación entre la geografía, la reivindicación de las riquezas jurisdiccionales y las referencias astronómicas (si bien en esa época no estaba claramente diferenciada la astronomía de la astrología); en una composición centrada en el propio espacio, donde la elevación y el sol se conjugaron como interposición incaica. Asimismo la comparación entre el universo alto de las “Yndias del Pirú” con lo bajo de “Castilla” fue realizada de acuerdo al esquema cardinal del Tawuantisuyo, con sus cuatro suyos y el centro en el Cusco. Mientras que su correlato europeo, centrado en Castilla, mantuvo idéntico diagrama que el Tawuantisuyo; pero, como imagen especular inferior al espacio americano.

Igualmente, la crónica de Guamán Poma dio cuenta de la condición servil a la que fueron reducidas muchas mujeres indígenas (imagen 08) como mano de obra textil colonial. De ahí que el legado geocultural ancestral imprimieron a su trabajo, trenzando hábilmente los hilados pervive en múltiples formas; tanto en el sustrato identitario sureño, como en insignia de resistencia cultural. Puesto que aún en nuestros días las tradicionales guardas pampas, o fajas gauchas, reproducida en los más diversos artículos criollos patentiza de manera inapelable la figura de la Chacana. Traduciendo al motivo textil bajo esta forma un acto de logización de referencia austral y evidente insurrección de los saberes sometidos (imagen 09).[60]

Resta señalar que el grabado de la tejedora forzada (imagen 08) es complementario con otro, donde Guamán Poma mostró a una trabajadora indígena en similar posición, con las piernas recogidas recreando el tejido comunal, pero sin encontrarse bajo la supremacía de la supervisión clerical. Una gráfica que denunció la transformación del trabajo de una “fuente de goce y creatividad, a fuente de lágrimas y pena”, como un sometimiento servil regido por el cura doctrinero. [61] 

Finalmente, es posible inferir que esta singular experiencia geocultural de Nuestra América redunda en una convocatoria inexorablemente a inspeccionar las referencias territoriales internalizadas por la cultura hegemónica argentina. Esto como un ejercicio decolonial[62] que habilite la emancipación definitiva del pensamiento situándolo en las propias coordenadas meridionales, rebasando el corsé eurocéntrico/nortearribista al que lo redujo la colonización pedagógica. En este sentido resulta perentorio el rescate y apreciación de los saberes originales que dan sustento a la consolidación integral de una epistemología del Sur.

Una muestra cabal de este empeño se puede observar en el planisferio de proyección Aitoff presentado por el Instituto Geográfico Nacional en el año 2013, el que recibió un duro cuestionamiento por parte de los medios de comunicación dominantes. Este nuevo mapa asociado al de Argentina Bicontinental aún, a una década de su aparición, no se encuentra integrado al imaginario nacional ni a las prácticas educativas habituales en ningún nivel de enseñanza. Esta condición, sugerentemente, en algún punto se encuentra enlazada a la suerte que corrió la Chacana, también silenciada por el ideario impuesto hegemonicamente; dado que en concordancia con el signo austral originario, el Planisferio Aitoff fue concebido desde una localización meridional, o sea orientado de Sur/Norte (junto a su versión Norte/Sur). Pero además fue situado consecuentemente en Nuestra América, con un preciso centrado en el meridiano 69° O; meridiano que en su traza atraviesa el Lago Titicaca, en cuyas costas se extendió el Tiawanacu. Esto como una íntima reivindicación a los y las ancestros/as que nos legaron la mirada del Sur. 

Imagen 07: Guamán Poma, 1615,  “las Yndias del Pirú en lo alto de España / Cuzco

       / Castilla en lo auajo de las Yndias / Castilla /”

Fuente: (Guamán Poma, 1615: 42)

Guamán Poma presentó el “Pontifical Mundo”, en el que dispuso el espacio andino en lo alto, cercano al Sol; recreando el universo del Tawantisuyo con el centro en el Cusco. Igualmente, el territorio europeo fue representado en cuatro regiones o suyos, en términos incaicos, pero con centro en Castilla y dispuesto en lo bajo, asociado con las sombras, la decadencia y muerte.

Imagen 08: Guamán Poma, 1615, “Q[VE] HAZE TEGER ROpa por fuerza

a las yndias, deciendo y amenazando questá amanzibada y le da

de palos y no le paga”

Fuente: (Guamán Poma, 1615: 578)

Gran parte de las mujeres indígenas reducidas por la colonia fueron sometidas a trabajo servil como tejedoras, para abastecer la demanda textil de los opresores. Llamativamente, un motivo recurrido en muchos tejidos tradicionales es la Chacana, presente en las guardas pampas o fajas gauchas argentinas.   

Imagen 09: Guardas pampas en diversos artículos

Las guardas gauchas, presentes en los más diversos artículos producidos aún en nuestros días, son depositarias de una profunda tradición nacional argentina que hunde sus raíces en épocas de la colonia. En los motivos de su trama de origen textil se advierte la silueta de la Chacana, como una metáfora donde el  logotipo austral originario referenciado en la Cruz del Sur emergió como signo de resistencia de miles de indígenas sometidas como tejedoras. Un indudable acto de  la insurrección de los saberes sometidos en el que estas trabajadoras reducidas a servidumbre, durante su padecimiento, entrelazaron en sus manos el motivo textil con el conocimiento ancestral, en una fórmula que indubitablemente invita a recuperar las  referencias geoculturales del Sur.

Imagen 08-15: Planisferio Sur/Norte de Proyección Aitoff, centrado en meridiano 69°O.

PLANISFERIO 2015 ROTADO

Fuente: Instituto Geográfico Nacional https://www.ign.gob.ar/ (entrada 8 de febrero de 2023)

El nuevo planisferio de proyección Aitoff  presentado por el IGN está centrado en el meridiano 69°Oeste, que atravieza el lago Titicaca en Altiplano Andino próximo al Tiawanacu, en un área donde comenzó el culto a la Chacana y la organización originaria de  la geocultura suramericana.

*Ariel Hartlich es Doctor en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Nacional de Quilmes autor de la Tesis Doctoral El ojo austral -de Guamán Poma a Perón- Una historia de la geocultura del Sur de Nuestra América, centrada en Malvinas y la Antártida Suramericana y del libro La comunidad imaginada por la comunidad organizada: La representación cartográfica durante el primer peronismo, 1943-1955.


[1] El concepto de “Nuestra América” fue acuñado por el cubano José Martí para referenciar un espacio Americano centrado en el carácter e historia compartida por las poblaciones desde México hasta el extremo Sur de América, incluyendo toda el área del Caribe. Esto, diferenciándose de las lecturas racistas promovidas por el positivismo sobre el continente; y en oposición a las pretensiones estadounidenses, que al influjo de la doctrina Monroe, pugnaba por asimilar todo el territorio continental a su propio imaginario territorial. Esto fue durante el siglo XIX, cuando Estados Unidos de América planteó un proyecto en el que toda América debía subsumirse a su interés nacional. En particular, el texto Nuestra América, publicado inicialmente en La Revista Ilustrada de Nueva York, Estados Unidos, el 10 de enero de 1891, y en El Partido Liberal, México, el 30 de enero de 1891, José Martí sostuvo que: “¡Porque ya suena el himno unánime; la generación actual lleva a cuestas, por el camino abonado por los padres sublimes, la América trabajadora; del Bravo a Magallanes, sentado en el lomo del cóndor, regó el Gran Semí, por las naciones románticas del continente y por las islas dolorosas del mar, la semilla de la América nueva!” (Martí, 2010: 16).

[2] Ver: (Martí, 2010).

[3] Jauretche describió que: “Esta zoncera madre es Civilización y barbarie. Su padre fue Domingo Faustino Sarmiento, que la trae en las primeras páginas de Facundo, pero ya tenía vigencia antes del bautismo en que la reconoció como suya. En Los profetas del odio y la yapa digo de la misma: ‘La idea no fue desarrollar América según América, incorporando los elementos de la civilización moderna; enriquecer la cultura propia con el aporte externo asimilado, como quien abona el terreno donde crece el árbol. Se intentó crear Europa en América trasplantando el árbol y destruyendo lo indígena que podía ser obstáculo al mismo para su crecimiento según Europa y no según América’. ‘La incomprensión de lo nuestro preexistente como hecho cultural o mejor dicho, el entenderlo como hecho anticultural, llevó al inevitable dilema: Todo hecho propio, por serlo, era bárbaro, y todo hecho ajeno, importado, por serlo, era civilizado. Civilizar, pues, consistió en desnacionalizar -si Nación y realidad son inseparables-‘.» (Jauretche, 1968).

[4] “La Chacana es un símbolo ancestral andino de origen astronómico referenciado en la constelación de la Cruz del Sur, que surge al encontrar la “relación de complemento y proporcionalidad o yanan-tinku de la pareja primordial, de la relación simbólica de Pachatata y  Pachamama surge la operación geométrica de la obtención de la cruz cuadrada o cruz del Tiwanacu, que es una operación relativamente sencilla. Esta cruz andina es la tawapaqa que surge del yaman-tinkuy simbólico y que significa precisamente ‘cruz-puente’ o vínculo de compromiso o amarre entre uno y el otro cosmos; dado que el mundo andino vive en cosmos par, o lo que es lo mismo, la existencia es un ‘pariverso’, que es un concepto diferente al ‘universo’ (o ‘multiverso’) de la cultura occidental” (Lajo, 2006: 87).

[6] El planisferio de proyección Mercator de uso escolar porta una serie de distorsiones donde “el hemisferio norte se encuentra ubicado de manera dominante en el semiplano superior y el sur se encuentra dispuesto sumisamente en el semiplano inferior, orientando un arriba y un abajo del globo, cuestión que refuerza una mirada septentrional del planeta, como visión desde la ‘cúspide’ del mundo. En este punto hay que tener en cuenta que nuestro cuerpo celeste se traslada en el espacio, sin arriba ni abajo, sin centro ni periferia más allá de su propio eje de rotación” (Hartlich y Giorgio, 2014: 9).

[7] Este mapamundi de uso escolar contribuyó a la consolidación de una asociación entre la superioridad y lo europeo; de hecho, los “estados colonialistas blancos” aparecen, en el mapa, relativamente más grandes de lo que son, mientras que las ex colonias “habitadas por pueblos de color” se muestran disminuidas. Lo que puede leído y entendido como una profecía geopolítica (Harley, 2005:96).

[8] Felipe Guamán Poma de Ayala (1535–1616) fue un indígena Quechua que escribió la Primera Nueva Corónica y Buen Gobiernocrónicas, un voluminoso texto que incluyó centenas de grabados denunciando los malos tratos que recibían los pobladores originarios por parte delas autoridades españolas en la región andina. Sus dibujos constituyen las representaciones más acabadas de cómo era el mundo incaico y  como transcurría la vida peruana colonial.

[9] En Vigilar y Castigar Michel Foucault explica las falacias que se establecieron en las sociedades modernas donde los sujetos se creen libres estando sometidos. En tanto la escuela resulta el instrumento por excelencia para articular este convencimiento falaz; donde los mecanismos de objetivación operan como instrumento de sometimiento que habilita los conocimientos posibles. Esto a partir del vínculo con los sistemas tecnológicos aportados desde ámbitos disciplinarios como la medicina clínica, la psiquiatría, la psicología del niño, la psicopedagogía o la racionalización del trabajo. En definitiva, dentro de este concepto, la educación actúa como un eficaz instrumento para que cada individuo acepte someterse voluntariamente la normalidad impuesta en las relaciones de saber/poder. Para profundizar en este concepto se puede consultar: (Foucault, 2002).

[10] Ver: (Agnew, 2005).

[11] “América se constituyó como el primer espacio/tiempo de un nuevo patrón de poder de vocación mundial y, de ese modo y por eso, como la primera id-entidad de la modernidad. Dos procesos históricos convergieron y se asociaron en la producción de dicho espacio/tiempo y se establecieron como los dos ejes fundamentales del nuevo patrón de poder. De una parte, la codificación de las diferencias entre conquistadores y conquistados en la idea de raza, es decir, una supuesta diferente estructura biológica que ubicaba a los unos en situación natural de inferioridad respecto de los otros. Esa idea fue asumida por los conquistadores como el principal elemento constitutivo, fundante, de las relaciones de dominación que la conquista imponía. Sobre esa base, en consecuencia, fue clasificada la población de América, y del mundo después, en dicho nuevo patrón de poder. Por otra parte, la articulación de todas las formas históricas de control del trabajo, de sus recursos y de sus productos, en torno del capital y del mercado mundial” (Quijano, 2000: 123).

[12] Ver: (Jáuregui, 2005: 164).

[13] En particular, la realidad sociopolítica de las poblaciones no respondió estrictamente a cada diseño estatal, sino que se encontró atravesada por un proyecto a escala global reconocido como sistema-mundo; el mismo reguló la relación entre lo nacional y lo internacional; con la articulación de organizaciones interestatales, compañías de producción, marcas, clases o diversos grupos de identificación, que también estimularon conflictos y contradicciones (Wallerstein, 2005).

[14] El concepto de nortearribismo fue desarrollado profundamente por el grupo de astronomía Choiols de la Universidad Nacional de La Plata. Y es tema de la tesis doctoral de la profesora Patricia Knopoff, bajo el título “Decisiones metodológicas para unas reflexiones nuestramericanas sobre la imagen-mundo nortearribista en la escuela”. En el Décimo Congreso de la Ciencia Cartográfica realizado en la sede de la Facultad de Humanidades de la UNNE en la ciudad de Resistencia, Chaco, entre el 4 y 6 de noviembre de 2020 se presentación de un avance de esta tesis se puede ver el enlace: https://youtu.be/bvSSqgyKzSU (entrada 26 de octubre de 2022).

[15] Se denominó Tawantinsuyu o Tawuantinsuyo a la organización estatal comunitaria andina, que durante el período incaico dispuso en cuatro grandes regiones bajo su jurisdicción, abarcando unos tres millones de kilómetros cuadrados comprendidos en una franja que va del océano Pacífico a la selva amazónica y desde el denominado Río Ancasmayo en Colombia hasta el río Maule en Chile incluyendo el sector noroeste del actual territorio argentino.

[16] Lo seminal se vincula al semen o semilla y refiere al origen o fuente primaria que se observa crecer de la tierra.

[17] Para Rodolfo Kusch la estructura cultural indígena está montada sobre un “pensar por entrancias” que se diferencia sustancialmente de la racionalidad occidental. Para profundizar sobre este particular se puede consultar: (Kusch, 2015).

[18] Ver: (Todorov, 2011: 49).

[19] Ver: (Todorov, 2011: 282).

[20] La suplementariedad es un concepto que utilizó Jean-Jacques Rousseau en su “Ensayo sobre el origen de las lenguas” y que posteriormente apropiado por Jacques Derrida. En particular,  Rousseau partió de admitir que las lenguas fueron hechas para ser habladas, por lo cual la escritura sirve como suplemento al habla, recuperando  el carácter originario del lenguaje figurado; con lo cual, la figura de suplementariedad consiste en la traslación del sentido, y su preeminencia supone la búsqueda de significados originales.

[21] Ver: (Jáuregui, 2005: 219).

[22] Para Kusch el pensamiento occidental se presenta como causal y objetivo, fundado en el afuera, en lo que lo denomina saliencia. Contrariamente al pensamiento seminal, en donde los objetos entran de la totalidad orgánica del mundo de la vida afectado por su carácter fasto y nefasto; con lo cual la comprensión originaria no indaga en las causas como sucede en el conocimiento occidental que observa una realidad exterior, sino que se presenta como entrancias

[23] Ver: (Hermitte, 2004: 37).

[24] La milpa maya es un sistema de agricultura ancestral mesoamericana que se establecía para cultivos como los del maíz.

[25] “En los Últimos años del siglo IV, cuando el imperio romano está a punto de derrumbarse, una mujer hispana de alta alcurnia se pone en camino para conocer y venerar los Santos Lugares, recién «descubiertos» por santa Helena. Atravesando la «Vía Domitia» llega a la capital de la pars orientis del Imperio, Constantinopla, continúa hasta Jerusalén, recorre parajes bíblicos, incluido el Sinaí y algunos lugares de Mesopotamia. Va narrando cuanto ve, con deliciosa frescura, en unas cartas dirigidas a las amigas que quedaron en la patria. Su relato, copiado por algún monje en el siglo XI, fue hallado en 1884 en una biblioteca italiana. Tras una investigación prolongada, se pudo poner nombre y rostro a esta matrona piadosa. Egeria, la primera viajera-escritora española de que tengamos noticia” (Pascual, 2005: 451)

[26] Sobre el particular puede consultarse el artículo “Fiestas de la Cruz de mayo” en (González Casarrubio, 1981).

[27] La época carolingia o carlovingia Hace referencia al período comprendido entre los siglos VIII y X cuando una serie de reyes y emperadores francos que pertenecieron a este linaje gobernaron Europa Occidental.

[28] El texto completo, tomado de un trabajo de José María de Miguel González puede consultarse bajo el nombre de Exaltación de la Santa Cruz en el portal de los dominicos u Orden de Predicadores, en: https://www.dominicos.org/

[29] Ver: (Arcos y Capilla, 2006: 25).

[30] Para profundizar sobre estas festividades se puede consultar el “Atlas del Patrimonio Inmaterial de Andalucía” disponible en el portal de la Junta de Andalucía: https://www.juntadeandalucia.es/  o bien en guías de información turística como en:  http://www.granadadirect.com/ .

[31] Ver: (Broda, 2009: 9).

[32] Pablo Quival nación el 3 de junio de 1947 en Pumamarca, provincia de Jujuy, en el seno de una comunidad aimara. En la década de 1970 se radicó en la localidad bonaerense de Quilmes, donde desarrolló una intensa actividad en pos de la reivindicación de las culturas originarias, siendo referente de agrupación indígena Santo Anacleto Mamani. Murió en esa misma ciudad el 18 de mayo 2021. Su testimonio fue recogido en entrevista realizada por el autor del artículo el 1° de agosto de 2019 en el marco de la celebración de la Pachamama en la Universidad Nacional de Quilmes.

[33] Para profundizar sobre las características que adoptó la celebración de la Cruz en Mesoamérica, además del texto “La fiesta de la Santa Cruz y el culto de los cerros”: (Broda, 2009),  se puede consultar el estudio sobre la celebración de la fiesta de la Santa Cruz en la localidad de Amado Nervo, Chiapas: (Gómez Rodríguez y  Mazariegos Meneses, 2015); o el artículo “La actualidad de los rituales agrícolas mesoamericanos. la fiesta de la Santa Cruz y de San Isidro Labrador en dos municipios Mazahuas de México”: (Maya, 2016).

[34] Algunos trabajos especializados en arqueoastronomía analizan estas integraciones interdisciplinarias, como son: Orientaciones astronómicas en la arquitectura de Mesoamérica: Occidente y Norte: (Sprajc, Sánchez Nava y Cañas Ortiz, 2016), o Arqueoastronomía y etnoastronomía en Mesoamérica: (Broda, 1991).

[35] El geoglifo de la Cruz del Sur es una estructura arqueológica, que data de aproximadamente el año 1.900 a.C., hallada por Milla Villena en los desiertos de la costa norte de Perú. El análisis geométrico y astronómico de este geoglifo constituye un elemento central en el trajo de Milla Villena para precisar la influencia de las constelaciones australes la génesis de la geocultura andina y la organización de todo el territorio de lo que sería el Tawantisuyo. Estas construcciones tenían una evidente finalidad educativa y de trasmisión cultural: “en la cultura andina Pre Colonial, todas las formas sin excepción, responden a una razón funcional y didáctica. Tal es el caso del geoglifo estelar de las Salinas de Chao y de todas las estructuras ceremoniales anteriores y posteriores” (Milla Villena, 1983: 45).

[36] Ver: (Milla Villena, 1983: 30).

[37] Robert Lehmann-Nitsche (1872-1938) fue un antropólogo y médico positivista alemán que en 1897 viajó a Buenos Aires (Argentina) para asumir como Jefe de la Sección Antropológica del Museo de La Plata, cargo que ocupó hasta 1930, cuando regresó a Berlín donde finalmente murió. En Argentina desarrolló una intensa actividad en el campo de la eugenesia y el estudio de distintas poblaciones indígenas. Para profundizar sobre la biografía de Lehmann-Nitsche se puede consultar: (Ballestero, 2018).

[38] Se denomina «astrolatría» a las prácticas rituales que desarrollaron diversos pueblos a través de la historia en reverencia al cosmos. Siendo un término de raíces griegas que significa «adoración a las estrellas».

[39] Ver: (Lehmann-Nitsche, 1928: 80).

[40] Actualmente se reconoce como traducción de los términos Aimara: Chakana, S. Cruz del sur; Chaka, S. Puente, barrera, valla que cierra una cosa; Chakjaña, lluparaña, tr. Desatascar, quitar la obstrucción; Chakaña, chakl´aña, tr. Estancar. (Pairumani, 2009: 16). Mientras que en alguna bibliografía etno/histórica, Chakana se traduce como “palo atravesado” y se referencia en el fenómeno celeste “Cruz del Sur” (Montaño Durán, 2016: 198).

[41] En el portal del Convento Santo Domingo del Cusco se consigna que su Institución “Después del Convento de Lima, es el segundo de la Provincia Dominicana de San Juan Bautista del Perú-Orden de los Predicadores, en año de fundación de 1538, sobre lo que fue el principal complejo religioso Inca…, cedido a la Orden por Juan Pizarro el 23 de noviembre de 1538 en la persona del Obispo Fr. Vicente Valverde, OP. La construcción del Templo y Convento sobre muros incaicos, da inicio al mestizaje arquitectónico peruano, la inició el padre Juan de Olías…” (https://www.conventosantodomingocusco.pe/ (entrada 12 de abril de 2021).

[42] La organización política/administrativa Inca supuso un sistema donde “las provincias estaban agrupadas, además, en uno de los cuatro suyu en que se dividía el gran Imperio. El Cuzco, la capital inca, era el centro del de todo, tanto geográfica como políticamente, pues las líneas divisorias iban aproximadamente de Norte a Sur y de Este a Oeste. El cuarto noroeste, Chichasuyu, incluía el ecuador y Perú septentrional y del centro; el suroeste, Cuntisuyu, estaba formado por el Perú meridional; al noroeste estaba Antisuyu, que se componía principalmente de las colinas y bosques orientales; y collasuyu, hacia el sureste comprendía las amplias tierras altas de los aymaras, la cuenca del lago Titicaca, la mayor parte de Bolivia, las tierras altas al noreste de Argentina y el Norte de Chile. Este último cuarto era el mayor de todos. Al Imperio en su totalidad se le llamaba, muy apropiadamente, Tahantisuyu, es decir, la “Tierra de las Cuatro Cuartos” (Mason, 1974: 167).

[43] En particular, desde la latitud de Buenos Aires se puede señalar que la Cruz del Sur se caracteriza por ser “la más pequeña constelación del firmamento es el símbolo por excelencia del cielo Sur y una de las más fáciles de identificar. Se encuentra rodeada por la constelación del centauro, la cual la señala con dos brillantes estrellas, alfa y beta centaurii, llamadas vulgarmente “los apuntadores de la cruz”. A los pies de la cruz se halla la pequeña constelación de la mosca. Observada desde Buenos Aires la Cruz del Sur no se oculta en ningún momento del año, designándose así como “Constelación circumpolar”, sin embargo es durante el mes de Abril cuando más alta se localiza sobre el horizonte. EL 12 de abril, más exactamente, es cuando se encuentra a media noche a una altura de 65º sobre el horizonte y en coincidencia con el meridiano del lugar, o sea que si miramos directamente hacia el sur encontraremos el brazo mayor de la cruz coincidiendo con esta posición y ubicado en forma vertical”. Para profundizar sobre esta constelación se puede consultar el portal del Observatorio San José de Buenos Aires: https://www.observatoriosanjose.com.ar/ (entrada 13 de mayo de 2021).

[44] Para profundizar sobre esta relación se puede consultar: (Mailhe, 2015).

[45] Para profundizar sobre el trabajo del cronista indígena Juan de Santa Cruz Pachacuti Yamqui Salcamayhua, autor de la Relación de antigüedades deste Reyno del Pirú se puede consultar: (Cepeda, 2012).

[46] Ver: (Milla Villena, 1983: 233).

[47] Ver: (Mason, 1974: 94).

[48] Ver: (Montaño Druan, 2016: 77).

[49] Ver: (Mason, 1974: 167).

[50] Ver: (Cepeda, 2012: 10).

[51] Referencia: Apart 106: Morteros, Hotel Sol de Piedra, Córdoba, https://soldepiedra.com.ar/ (entrada 8 de mayo de 2021).

[52] Referencia: Trekking por las Ruinas del Divisadero, Paseos y excursiones en Cafayate, Welcome Argentina – Información turística sobre la República Argentina, https://www.welcomeargentina.com/ (entrada 8 de mayo de 2021).

[53] En particular, la estigmatización sobre las capacidades originarias para desarrollar conocimiento válido y la destrucción de todo el corpus intelectual indígena imposibilitó a Occidente comprender el valor gnoseológico de las figuras de Nazca: “Desde que se hicieron famosos a finales de la década de 1920, cuando empezaron a funcionar los vuelos comerciales entre Lima y la ciudad sureña de Arequipa, los misteriosos dibujos del desierto conocidos como las líneas de Nazca han fascinado a arqueólogos, antropólogos y a todos aquellos que están interesados en las antiguas culturas de América. Desde entonces, sucesivas oleadas de científicos (y aficionados) han propuesto diversas interpretaciones. Se ha dicho que eran caminos incas, proyectos de regadío, imágenes para ser admiradas desde primitivos globos aerostáticos y, lo más ridículo de todo, pistas de aterrizaje para naves extraterrestres” ‘Las misteriosas líneas de nazca, espíritus en la arena’, National Geographic: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/misteriosas-lineas-nazca-espiritus-arena_2067 (entrada 11 de mayo de 2021).

[54] Para profundizar sobre los aspectos que acompañan al Qhapaq Ñan o Ruta del Inca se puede consultar: (Lajo, 2006).

[55] Ver: (Milla Villena, 1983: 123).

[56] Felipe Guamán Poma de Ayala, nació en Cuzco en el año 1534 y murió en Lima en1615. Durante varios años registró la realidad de las poblaciones indígenas en el Virreinato del Perú, lo que quedó plasmado en su obra Primer nueva corónica y buen gobierno. Para profundizar sobre este trabajo se puede consultar: (Amaya Farías: 2012).

[57] El facsímil del manuscrito Primer nueva corónica y buen gobierno completo, puede consultarse en la Biblioteca Real de Dinamarca (Det Kgl. Bibliotek): http://www5.kb.dk/permalink/2006/poma/info/es/frontpage.htm

[58] Ver: (Kusch, 2015: 19).

[59] Ver: (Amaya Farías, 2012: 17)

[60] Foucault se refirió a la tiranía del saber o bien al efecto inhibitorio las teorías totalitarias globales, para describir la acción el conocimiento impuesto oficialmente. Pero además se refirió a los retornos del saber sojuzgado, para lo cual utilizó la idea de “la insurrección de los saberes sometidos” como una forma de invertir las relaciones de poder/saber que han descalificado históricamente a los saberes sometidos (Foucault, 1980).

[61] Ver: (Rivera Cusicanqui, 2015: 218).

[62] La perspectiva decolonial permite abordar el análisis de las derivaciones culturales heredadas del colonialismo. Para profundizar sobre este concepto se puede consultar: (MIGNOLO, 2007)

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Ariel Hartlich*

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