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Teoría y práctica de la guerra en el discurso político de V. I. Lenin (1914-1920)

“Los marxistas no hemos olvidado nunca que la violencia acompañará inevitablemente a la bancarrota del capitalismo en toda su amplitud y al nacimiento de la sociedad socialista. Y esa violencia abarcará un período histórico-universal, toda una era de guerras del carácter más diverso: guerras imperialistas, guerras civiles en el seno de los países, entrelazamiento de unas y otras, guerras nacionales, guerras de liberación de las nacionalidades aplastadas por los imperialistas (…).”

V. I. Lenin, Séptimo Congreso del PC de Rusia.

“El carácter de la guerra (el hecho de si es reaccionaria o revolucionaria) no depende de quién haya atacado ni del territorio en que esté el ‘enemigo’, sino de la clase que sostiene la guerra y de la política de la cual es continuación esa guerra concreta.”

V. I. Lenin, La revolución proletaria y el renegado Kautsky.

Introducción

Este artículo indaga las reflexiones de V. I. Lenin en torno a la guerra entre 1914 y 1920[1]. En el mismo período inicia la participación rusa en la Gran Guerra y finaliza con la guerra civil frente a los ejércitos blancos antibolcheviques y atraviesa también la guerra revolucionaria que permite derrocar al Gobierno Provisional en octubre de 1917.

La delimitación del marco temporal denota el objetivo de analizar el discurso político leninista en la etapa de mayor intensidad de su producción sobre la guerra[2]. A lo largo de este estudio se observará que, por medio de su discurso, Lenin persigue la creación de sentidos y representaciones conducentes a la acción política. Asimismo, se inserta al interior del campo político marxista internacional de comienzos del siglo XX, dentro del que realiza intervenciones que, con frecuencia, friccionan con discursos antitéticos.

La hipótesis que buscará ser defendida en el curso de este trabajo es que Lenin, sirviéndose de la doctrina marxista, no adopta una posición unívoca ante las guerras, sino que les asigna un carácter dual, ya sea que las mismas contribuyan a la perpetuación de la dominación de una clase social reaccionaria, o bien, que operen en favor de las clases oprimidas para derribar un orden arcaico.

Para dar cuenta de este objeto de estudio, el trabajo se encuentra organizado en dos bloques. En primer lugar, una primera parte en la que se explorará la teoría leninista sobre la guerra: su concepto y tipología. Además, se abordará el entramado textual en el que ésta se inscribe, al trazar un diálogo con las obras de Von Clausewitz, Marx y Engels de las que es tributaria. La segunda parte —de mayor extensión— comprenderá los aspectos operativos o prácticos del discurso político de Lenin frente a los conflictos bélicos enunciados con anterioridad: la Gran Guerra, la guerra revolucionaria de 1917, y la guerra civil.

De esta manera, se pretenden trazar líneas de continuidad y ruptura entre la teoría leninista de la guerra y los sucesivos abordajes que el autor realiza al calor de contiendas bélicas concretas.

I. Conceptualización y tipología de la guerra en V.I. Lenin

La teoría leninista en torno a la guerra entronca con las producciones de mayor relevancia del campo militar y político que la preceden. En sus escritos se puede visualizar el diálogo que establece con las obras de Karl Von Clausewitz, Karl Marx y Friedrich Engels, a las que recepta y, en cierta manera, redefine.

¿Cuál es el concepto de guerra que Lenin emplea? En este punto, es tributario de la obra póstuma de Von Clausewitz titulada De la guerra,[3] redactada en forma de borradores entre los años 1815 y 1831. En ella, el prusiano abstrae a la teoría de la guerra del campo exclusivamente militar; y comienza a pensarla como una dimensión social entrecruzada con el plano político.

Lenin, siguiendo a Von Clausewitz, en reiteradas ocasiones hace uso del axioma que considera que “la guerra es la prolongación de la política por otros medios”; y partiendo de esta premisa, sostiene que los marxistas revolucionarios deben analizar todas las experiencias bélicas concretas.[4]Consecuentemente, recusa la aparente autonomización de la guerra frente a la esfera política, y enfatiza en la imbricación entre ambas.

Por lo tanto, al momento de entender una conflagración es preciso delimitar previamente cuál es el objetivo político que se quiere alcanzar con la misma, ya que éste preside indefectiblemente el curso de las acciones militares. Los jefes de Estado, encargados de trazar el objetivo de la guerra, apelan a  la violencia como un medio más —entre otros— para consumar su fin último, que siempre es político. La relevancia que Lenin asigna a las motivaciones políticas que direccionan a las guerras pareciera alejarlo, en cierto modo, del determinismo económico que impacta en las restantes dimensiones sociales, esbozado en los escritos de Marx y Engels.[5] Sin embargo, Lenin recoge un aspecto central de la teoría marxiana sobre las guerras, que es

el papel revolucionario y transformador de las estructuras sociales que las mismas pueden adoptar.

Friedrich Engels, en su obra Anti-Dühring de los años 1877 y 1878, expone el estrecho vínculo entre la política y la economía, reafirmando el carácter determinante de la segunda. Por lo tanto, la violencia y las guerras —entendidas como expresión extrema de la anterior— son un instrumento al servicio de la clase económicamente dominante para garantizar la opresión sobre la clase dominada. En este sentido, Engels pone de manifiesto las bases materiales del análisis de las guerras, centrando su mirada en el grado de desarrollo industrial del Estado que conduce la empresa bélica, factor condicionante de la dotación de sus fuerzas armadas.

Además del papel represivo que asume la violencia, ejercida para posibilitar la dominación económica de una clase sobre otra, Engels le asigna otro rol —quizás más relevante y al que suscribe Lenin— que es el de acelerar la destrucción de las estructuras sociales arcaicas que, ante su inminente descomposición, deben ser derribadas por medio de la violencia, que ahora pasa a cumplir una función histórica eminentemente progresista y revolucionaria.[6]

Otra obra de la tradición marxiana que recepta Lenin es La Guerra Civil en Francia de Karl Marx, escrita en mayo de 1871 con motivo de la Guerra franco-prusiana, y en la que el autor de El Capital analiza la experiencia de la Comuna de París.[7] En la misma, Marx observa cómo una guerra entre naciones burguesas se transformó, por la intensificación de la lucha de clases, en una guerra civil revolucionaria, en la que la clase dominada (el proletariado) derribó el aparato estatal

burgués, comenzando con la supresión del ejército permanente y su sustitución por milicias obreras.[8]

De esta manera, se produce el pasaje hacia la fase denominada como dictadura del proletariado o semi-Estado proletario, en la que la clase obrera se impone como clase dominante; y hace uso de la violencia para promover la represión sobre la burguesía que, desplazada del poder, sostiene empresas contrarrevolucionarias. Como se observa, para la tradición marxiana la violencia y las guerras no tienen un único sentido, sino que debe ser analizada con anterioridad la clase social que las emplea en su favor.

Una vez realizado un somero recorrido por el concepto de guerra empleado por Lenin y su diálogo con las principales producciones teóricas de las que es tributario, se indagarán las fases históricas y los tipos de guerra que identifica.

En su escrito El socialismo y la guerra (actitud del P.O.S.D.R ante la guerra) de 1915, el revolucionario soviético defiende la tesis de que las guerras se ligan inherentemente con la lucha de clases que se desarrolla al interior de cada país. Por lo tanto, no podrán ser suprimidas sin la abolición previa de los antagonismos de clases, es decir, sin la instauración del socialismo.[9]

Además, preconiza que los marxistas deben analizar cada guerra en particular en la clave del materialismo histórico, adhiriendo al rol transformador y progresista de las guerras civiles, tendiente a la destrucción de instituciones reaccionarias como la autocracia o la servidumbre, tal como fue señalado en el Anti-Dühring por Engels.

Haciendo uso de estos ejes analíticos, Lenin desagrega las fases históricas de las guerras modernas a partir de la Revolución Francesa de 1789. En primera instancia, sostiene que en el período comprendido entre dicha revolución y la Comuna de París de 1871, las guerras fueron de liberación nacional y de impronta burguesa. Como su significado histórico era la demolición del régimen feudal y del absolutismo, las mismas contribuyen al progreso histórico y social de la humanidad.

Sin embargo, Francia, Inglaterra y Alemania, que en el período 1789-1871 sostuvieron guerras de liberación nacional frente al Antiguo Régimen, entre los años 1871 y 1914 se transformaron en potencias imperialistas opresoras de una multiplicidad de territorios coloniales o semi-coloniales. Para Lenin, la guerra sostenida por estas nuevas naciones dominantes es reaccionaria y de conquista. A su vez,  le asigna un cariz progresivo a las posibles empresas bélicas de las naciones por ellas subyugadas, tales como la India, Persia o China; y a la lucha por la autodeterminación de los pueblos en los imperios multiétnicos como el ruso.

Por lo tanto, en el período 1789-1914, identificado por el historiador Eric Hobsbawm como el largo siglo XIX, las fases históricas de la guerra moderna han sido dos: por un lado, las guerras de liberación nacional burgués; por el otro, las guerras imperialistas.

En el trabajo El programa militar de la revolución proletaria, escrito en septiembre de 1916, Lenin precisa la existencia de otros tres tipos posibles de contiendas.[10] En primer lugar, como ya fue señalado, exalta el carácter progresista de las guerras revolucionarias entendidas como las guerras civiles del proletariado internacional frente a la opresión de la burguesía nacional. Aquí, Lenin emplea el axioma de Von Clausewitz, al concebir a las guerras civiles como una prolongación de los antagonismos de clase intestinos.

En el marco del creciente imperialismo de fines del siglo XIX y principios del siglo XX, Lenin identifica un nuevo tipo en las guerras coloniales, concebidas como insurrecciones de liberación nacional de los pueblos oprimidos que, frente a la penetración imperialista, asisten a un acelerado desarrollo interno del capitalismo y, con ello, a una mayor intensidad de las acciones revolucionarias.

En última instancia, Lenin caracteriza a las guerras defensivas del socialismo triunfante en un país para afrontar la contrarrevolución de las naciones burguesas amenazadas por la irrupción política y militar del movimiento obrero. En este punto, la teoría leninista de la guerra difiere de la del desarme anarquista ya que pondera, una vez derribado el poder burgués, la represión de los intentos de la clase derrocada por alcanzar nuevamente el control del poder estatal; y con él, los instrumentos materiales para garantizar su dominación clasista.

Tomando como punto de partida la teoría marxista-leninista de la guerra, a continuación se indagará la producción de Lenin frente a contiendas bélicas concretas en las que no sólo hará uso de la teorización, sino que redefinirá la misma en base a la práctica política y militar coyuntural.

II. La Gran Guerra (1914-1917): prolongación de la política imperialista de las grandes potencias.

Las empresas militares sostenidas por la Rusia zarista en las últimas décadas del siglo XIX y los primeros años del siglo XX habían culminado en resonantes fracasos. Como sostiene Sheila Fitzpatrick,

“(…) las guerras rusas no habían tendido ni a ser exitosas ni a fortalecer la confianza de la sociedad en el gobierno. La humillación militar de la guerra de Crimea precipitó las radicales transformaciones internas de la década de 1860. La derrota diplomática sufrida por Rusia tras su intervención militar en los Balcanes a fines de la década de 1870 produjo una crisis política interna que sólo finalizó con el asesinato de Alejandro II.”[11]

Sumado a ello, a comienzos de 1904 tuvo lugar la guerra frente a Japón cuyo saldo, a pesar de los presagios fundados en la aparente superioridad racial rusa por sobre la japonesa, que debería verse plasmada en las prácticas bélicas, fue una nueva derrota tendiente a minar el deteriorado prestigio de la corte zarista.

La debacle originada por esta guerra trajo aparejada la crisis revolucionaria de 1905 que permitiría introducir reformas políticas, tales como la legalización de los partidos políticos y la creación de la Duma, con el fin de atenuar la autocracia zarista incorporando una institución parlamentaria.

En cada uno de estos conflictos se puede evaluar el impacto que los mismos tuvieron en la política rusa, ya que condujeron a crisis intestinas cuya resolución fue la introducción de transformaciones en la esfera pública o en el orden social.

En julio de 1914, Rusia se vio envuelta en una nueva guerra, la Gran Guerra entre los Estados europeos, aliada con Francia e Inglaterra frente a Alemania, el Imperio Austro-Húngaro y el Imperio Otomano. La contienda tuvo una intensidad sin precedentes, erosionó aún más la legitimidad del régimen zarista y también produjo una fractura al interior del movimiento obrero que marcaría el desmoronamiento de la II Internacional (1889-1914), hegemonizada por el Partido Social Demócrata alemán.

La adhesión mayoritaria de los socialdemócratas a la votación de los créditos de guerra y su activa participación en las instituciones parlamentarias fueron vistas por Lenin, dirigente de la facción bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia, como la renuncia a las banderas del internacionalismo proletario frente a las burguesías nacionales.

Fitzpatrick afirma:

“En el movimiento socialista europeo en general, muchos que hasta entonces eran internacionalistas se hicieron patriotas de un día para otro cuando se declaró la guerra. Los rusos tenían menos inclinación que los otros por el patriotismo directo, pero la mayor parte de ellos adoptó la posición defensista que implicaba respaldar el esfuerzo bélico de Rusia en tanto éste se realizase en defensa del territorio ruso.”[12]

La consigna de Marx y Engels, esbozada en el Manifiesto del Partido Comunista, que sostenía que los obreros carecían de patria y de nación, entendiéndolas como una construcción burguesa para ahogar su solidaridad cosmopolita, era abandonada mayoritariamente en el campo del socialismo internacional.[13]

Lenin, quien ocupa un espacio marginal al interior de la II Internacional al representar a un país eminentemente agrario y carente de desarrollo industrial, adhiere de manera ortodoxa a este punto de la doctrina marxiana. Remitiéndose al Manifiesto del Congreso de Basilea de la II Internacional del año 1912, subraya el carácter imperialista de la guerra entablada entre las potencias europeas;[14] pone al descubierto el objetivo de conquista y reparto de los territorios coloniales que éstas anhelan; y reafirma

la táctica del “derrotismo”, al sostener que los fracasos sufridos por las burguesías nacionales en la contienda aceleran la descomposición del capitalismo.[15]

Según Lenin, la posición de los marxistas revolucionarios frente a esta coyuntura, lejos de ser la de defensa de la patria, debe ser la de servirse de la crisis económica y política originada por la guerra para intensificar la lucha de clases y acelerar la ruina del capitalismo por medio de la revolución proletaria.

La clave con que Lenin analiza a la Gran Guerra es el referido axioma de Von Clausewitz. Para el líder bolchevique, las grandes potencias imperialistas (Inglaterra, Francia y Alemania) han desarrollado desde la segunda mitad del siglo XIX una política de conquista y saqueo de otras naciones, y una persistente represión al movimiento obrero.[16] La política que prolonga la Gran Guerra es, para Lenin, la de subyugación de otros países.

Por lo tanto, la consigna de la defensa de la patria esgrimida por los socialdemócratas supone su adhesión y complicidad con las burguesías nacionales en su empresa de dominación mundial; y la renuncia a la lucha de clases, entendida como guerra civil revolucionaria. Los principales dirigentes de la II Internacional han abandonado el socialismo para asumir el nacionalismo burgués por lo que, considera Lenin, se transformaron en “socialchauvinistas”.[17]

La táctica que preconiza Lenin es la transformación de la guerra imperialista en guerra civil. A diferencia de las consignas de tipo pacificistas, a las que cataloga como burguesas, estimula la formación de conciencia de clase en la vanguardia del movimiento obrero, a través de la organización ilegal, para incrementar la lucha revolucionaria frente a los gobiernos nacionales.

Una vez más, el apotegma clausewitzeano es puesto en juego por Lenin. La política imperialista de las grandes potencias que conduce a una guerra por la conquista y el saqueo, debe ser sustituida por una guerra civil proletaria, reflejo de la política revolucionaria del movimiento obrero, siguiendo el ejemplo de la Comuna de París de 1871.

En defensa de la guerra de clases, Lenin recusa en septiembre de 1916 las posiciones favorables al desarme propuestas por los socialdemócratas holandeses y suizos, quienes consideraban a la deposición de las armas como el más intransigente repudio a la guerra imperialista. Para Lenin, la adopción de esta táctica supone un completo desconocimiento de la naturaleza clasista de las fuerzas armadas.

Al igual que Friedrich Engels, sostiene que tanto el ejército regular como las milicias no son instituciones neutras, sino que hacen empleo de la fuerza y de la violencia para perpetuar la supremacía de la clase económicamente dominante. La estructuración de la sociedad en clases irreconciliablemente antagónicas produce el surgimiento de un Estado clasista que hace uso de la fuerza pública, compuesta por “destacamentos de hombres armados”, con el fin de reprimir a la clase dominada.[18]

En consecuencia, el proletariado debe aprender el uso de las armas para afrontar la guerra civil, demoler el aparato de represión estatal burgués, utilizar el armamento para contener los intentos contrarrevolucionarios de la burguesía y, una vez alcanzados estos objetivos, disolver las milicias que carecerán de función alguna, al no existir una clase social a la que reprimir.[19]

A diferencia de las posiciones en favor del desarme, Lenin considera que uno de los saldos favorables de la Gran Guerra es la creciente militarización del proletariado de todos los países, ya que el aprendizaje en el uso del material bélico le permite pronosticar una próxima insurrección armada para derribar al capitalismo monopolista internacional.[20]

A comienzos de 1917, el deterioro de la situación política interna rusa condujo al derrumbe del zarismo. El curso de los acontecimientos parecía concederle la razón a Lenin cuando proclamaba la consigna en favor de tomar provecho de la crisis originada por la guerra imperialista con el fin de desatar la revolución frente al Estado autocrático.

III. La guerra revolucionaria: las Revoluciones de Febrero y Octubre de 1917.

La etapa iniciada con la Revolución de Febrero es presentada por Lenin en sus Cartas desde lejos, escritas entre marzo y abril de 1917 en Suiza, como la transformación de una guerra en favor de las potencias imperialistas en una guerra civil entre clases sociales antagónicas.[21]

La Revolución de Febrero posibilitó el derrocamiento del régimen zarista, a partir de la abdicación de Nicolás II y su reemplazo por un Gobierno provisional, cimentado en la autoridad de la extinta Duma, que detentaría el poder público hasta que una asamblea constituyente fundase un nuevo orden político.

Sin embargo, como sostiene Fitzpatrick:

“(…) la revolución de febrero había producido no una sino dos autoridades autoconstituidas que aspiraban a un papel de alcance nacional. La segunda era el soviet de Petrogrado, conformado según el patrón del soviet de Petersburgo de 1905 por obreros, soldados y políticos socialistas.”[22]

Para el líder bolchevique, este “poder dual” refleja la naturaleza clasista de los dos bloques que derrocaron operando conjuntamente al zarismo, régimen que aglutinaba a los terratenientes feudales y a la burocracia estatal. Por un lado, se encuentra el Gobierno provisional que nuclea a la burguesía y a los terratenientes capitalistas, y su más fiel exponente es Kerensky. Por el otro, se halla el soviet de diputados obreros, soldados y campesinos, de raigambre eminentemente proletaria y revolucionaria.[23]

La táctica propuesta por Lenin frente a este escenario implica la transferencia del poder al proletariado y al campesinado, bajo la consigna de “todo el poder a los soviets”, que conlleva a la disolución del Gobierno provisional burgués. Con respecto a la Gran Guerra, que aún continuaba su curso, reafirma su carácter imperialista y concluye que el Gobierno provisional, representante del capitalismo y con sólidos lazos con el imperialismo anglo-francés, recrudece la participación rusa en la contienda.[24]

Por lo tanto, para alcanzar una paz democrática, Lenin propone negar cualquier tipo de apoyo al Gobierno provisional para dar paso a una segunda fase de la revolución que confiera el poder a los trabajadores. Además, en el plano eminentemente militar, plantea la renuncia de Rusia a las anexiones territoriales alcanzadas en la guerra, declarando la autodeterminación de los pueblos; la supresión del ejército permanente y su reemplazo por milicias populares obreras; y el rechazo al “defensismo revolucionario” como una consigna burguesa, que implica la negación del internacionalismo proletario.[25]

Como se aprecia, Lenin recusa cualquier transformación en el escenario bélico por el mero cambio de fuerzas políticas al interior de Rusia. Impugna las posiciones voluntaristas en favor de la culminación de la guerra y sostiene que para determinar la naturaleza de la misma, es preciso dilucidar previamente la política sostenida por la clase dominante. Hasta que el proletariado no se alce con el poder e instaure la revolución socialista y democrática mundial, la paz será imposible, ya que la misma es incompatible con la voracidad y las pretensiones anexionistas del capital internacional.

La clave analítica empleada por el líder bolchevique es, una vez más, la construida por Karl Von Clausewitz. La guerra imperialista supone la continuación de la política imperialista tanto del régimen zarista como del Gobierno provisional, ya que ambos están sujetos al capital financiero trasnacional. La guerra dejaría de ser una imposición, únicamente, cuando los objetivos políticos sean delimitados por el proletariado.

Sin embargo, en la VII Conferencia de toda Rusia del P.O.S.D.R, pronunciada hacia fines de abril de 1917, Lenin redefine la táctica partidaria renunciando momentáneamente a la consigna de la transformación de la guerra imperialista en guerra civil. Si bien continúa expresando el carácter burgués reaccionario del Gobierno provisional y su filiación con el capitalismo internacional, considera que ha concluido la guerra intestina y las acciones militares se desarrollan entre el imperialismo y el pueblo en armas. En la medida en que el gobierno de transición no haga uso de la fuerza para reprimir al proletariado, la misión del Partido debe ser la labor pacífica de formación de la conciencia revolucionaria de los trabajadores.[26]

Esta táctica frente al Gobierno provisional rápidamente iba a ser abandonada en el marco de las jornadas de julio de 1917, en las que se produce la fractura definitiva entre la fracción bolchevique del P.O.S.D.R. y las autoridades rusas, quienes desatan la represión de las masas populares y recrudecen la persecución hacia los líderes revolucionarios, pasando Lenin nuevamente a la clandestinidad en Finlandia. En este contexto, la consigna será la de la insurrección armada frente al gobierno, es decir, la guerra civil revolucionaria.

En septiembre de 1917, en su escrito La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla, Lenin realiza algunas consideraciones sobre la guerra imperialista no contempladas hasta el momento. Sostiene que la misma ha provocado tal impacto sobre la situación interna rusa, que esta nación, a pesar de su carácter agrario atrasado, alcanzó súbitamente el desarrollo y las instituciones de los países industriales.

Además, resalta el rol de la Gran Guerra en la aceleración de las condiciones histórico-sociales para el progreso del socialismo. La guerra, de impronta imperialista, supone la transformación del capitalismo monopólico en un capitalismo de Estado, en donde éste último toma bajo su control la completa regulación del aparato productivo para afrontar la crisis económica provocada por la conflagración.[27]

No quedan dudas que Lenin realiza estos esfuerzos teóricos, en los prolegómenos de la Revolución de Octubre, con el fin de adecuar las condiciones económicas y sociales rusas a la teoría del materialismo histórico. Si la Revolución de Febrero consolidó el poder de la burguesía y los terratenientes capitalistas, destruyendo a la autocracia feudal, la próxima etapa que debería atravesar Rusia es la revolución obrera.

El camino hacia la insurrección de masas que preconiza ahora Lenin es alentado por el intento de golpe contrarrevolucionario del general Kornilov en agosto de 1917; y por la posición mayoritaria de los bolcheviques que hacia septiembre de ese año contralaban los soviets de Petrogrado y Moscú.

En sus Consejos de un ausente de comienzos de octubre de 1917,[28] Lenin concibe a la insurrección armada como la continuidad necesaria de la proclama de “todo el poder a los soviets”; y como un aspecto más inscripto en la lucha política que la contiene, aplicando el apotegma clausewitzeano.

Citando la obra Revolución y contrarrevolución en Alemania de Karl Marx, Lenin recoge las reglas que deben conducir a una insurrección armada, entendida como un arte, hacia la victoria. En primer lugar, menciona la decisión de profundizar hasta las últimas consecuencias la acción insurgente. En segundo término, la concentración y la correcta movilización de fuerzas ampliamente superiores a las del enemigo quien, de lo contrario y gracias a su mejor organización, ahogaría rápidamente la iniciativa. Por último, recomienda las acciones ofensivas de la insurrección armada; la apelación al efecto sorpresa sobre las tropas dispersas del enemigo; y el esfuerzo por obtener triunfos diarios que minen la moral del adversario.

La táctica a emplear es la de una ofensiva simultánea y súbita sobre Petrogrado, mediante un ataque conjunto de la escuadra, los destacamentos de la vanguardia  obrera y las unidades militares. El objetivo al que debe aspirar la insurrección es al absoluto control de las unidades operativas del gobierno, tales como las escuelas militares y las centrales de telégrafos y teléfonos, bloqueando todos sus medios de comunicación y locomoción. En Carta a los miembros del Comité Central del 24 de octubre, en vísperas de la revolución bolchevique, sostiene la inviabilidad de aplazar la insurrección armada y la toma del poder. Asimismo, determina que el Comité Militar Revolucionario adscripto al soviet de Petrogrado debe hacerse cargo del poder de manera transitoria, actuando con firmeza para obtener las demandas acuciantes del ejército y los campesinos, es decir, la propuesta de paz a los Estados beligerantes, y la abolición de la propiedad privada y socialización de la tierra, respectivamente.[29]

El día 25, el Gobierno provisional es depuesto por el golpe de Estado bolchevique y comienza otra etapa en las reflexiones leninistas sobre la guerra. Es el tiempo de concluir la participación rusa en la Gran Guerra y afrontar la guerra civil.

IV. La revolución sitiada: Tratado de Brest-Litovsk y  Guerra Civil (1917-1920)

En el Segundo Congreso de los Soviets de diputados obreros y soldados de toda Rusia,[30] del 25 y 26 de octubre de 1917, Lenin expresa la posición del naciente régimen bolchevique ante la continuidad de la Gran Guerra. La propuesta del poder soviético es alcanzar una paz democrática y sin anexiones territoriales entre las naciones embarcadas en la contienda, declarando un armisticio de, por lo menos, tres meses en los frentes de batalla.

Además de ello, Lenin comienza a advertir que la victoria del socialismo no podrá asegurar la paz sin antes enfrentar a las fuerzas de la contrarrevolución. Es por esto que considera que la tarea predominante de las fuerzas armadas es la defensa de la revolución frente a los embates del imperialismo. Tal como fue indicado en la tipología de la guerra presentada en la primera parte de este trabajo, la fase que debe enfrentar la revolución es la salvaguarda del socialismo triunfante ante el avasallamiento de las potencias capitalistas.

El llamado que realiza el Gobierno Provisional Obrero y Campesino de Rusia a los obreros de Inglaterra, Francia y Alemania en favor de la adopción de la lucha revolucionaria en sus respectivos países y la solidaridad con el régimen bolchevique, denota la impronta marcadamente internacionalista que Lenin le asigna a su táctica de la guerra. En su concepción, la Revolución soviética no puede subsistir sin la adhesión del proletariado de los demás países beligerantes a la guerra revolucionaria. De esta manera, la guerra nacional rusa es una fase inserta en un proceso que la contiene: la revolución del movimiento obrero frente al capital imperialista.

Rápidamente, los acontecimientos se tornarían adversos para las proclamas internacionalistas del marxismo-leninismo. Como afirma Eduard Hallett Carr:

“Las realidades exteriores, sin embargo, pronto disiparon esta visión, e impusieron a la república soviética en lucha el papel de Estado nacional en un mundo de Estados nacionales. La llamada a unas negociaciones de paz, dirigida a las naciones en guerra, cayó en oídos sordos.”[31]

La problemática central que afronta en el orden militar el régimen es la guerra con Alemania, cuyas tropas habían avanzado sobre el territorio soviético en el frente occidental. Para concluir este foco de conflicto, en los primeros meses de 1918 comienzan las negociaciones de paz en Brest-Litovsk, siendo designado León Trotsky como Comisario de Relaciones Exteriores del gobierno bolchevique.

El poder soviético considera la inmediata salida de Rusia de la guerra como una necesidad imperiosa para consolidar la victoria de la revolución.[32] En el diagnóstico que efectúa Lenin, Rusia es presentada como una nación débil cuyas posibilidades materiales de proseguir la guerra son nulas, al carecer de un ejército sólido y medios de defensa. Por lo tanto, para no poner en riesgo el triunfo de la revolución, resulta decisivo acordar una paz, aunque desfavorable, ante una potencia anexionista como Alemania. En el comunicado del 21 de febrero titulado ¡La patria socialista está en peligro!,[33] Lenin afirma que la principal misión de los obreros y campesinos rusos es la defensa de Rusia frente al avance militar alemán. Anteriormente, Lenin refutó en reiteradas ocasiones las posiciones “defensistas”, proclamando que las derrotas del Estado burgués en la guerra imperialista eran propicias para transformar a la misma en una guerra civil revolucionaria, que permita al proletariado erigirse en clase dominante.

A partir de la Revolución de Octubre el escenario se subvierte y la consigna de la defensa de la patria adquiere legitimidad, ya que ahora es la patria socialista la que debe ser protegida. En consecuencia, las guerras de defensa nacional tienen que ser analizadas en la clave del materialismo histórico, dilucidando cuál es la clase social que las emprende. Si la guerra se realiza al servicio de la burguesía y del capital internacional, la posición revolucionaria que preconiza Lenin es la del “derrotismo”; por el contrario, si ésta es sostenida por el gobierno de la clase trabajadora, las consignas defensistas son validadas.

El 3 de marzo se firma el Tratado de Brest-Litovsk y Lenin va a considerarlo como la obtención de una paz humillante, ya que Rusia renuncia a la posesión de Ucrania y se compromete a desocupar Finlandia y Estonia, entre otras vastas extensiones territoriales que quedan bajo control alemán.

Este tratado, para Lenin, lejos de ser una capitulación de la revolución permite la salvaguarda del poder soviético que, ante la imposibilidad de sostener la guerra frente a un enemigo con fuerzas altamente superiores, debe rehusarse a continuar las hostilidades.

La culminación de la guerra debe dar lugar a un riguroso control político, militar y económico por parte del Gobierno obrero que permita fortalecer el triunfo de octubre. Por lo tanto, Lenin exhorta a los miembros del Partido Comunista[34] al pasaje hacia una etapa de consolidación interna de la revolución socialista, que sólo estará en condiciones de afrontar la guerra frente a las potencias imperialistas, cuando las acciones revolucionarias se hayan expandido a los principales países industriales.[35]

En el marco del avance de las grandes potencias, Lenin considera que la firma de la paz no es más que una tregua; el preludio de nuevas ofensivas para arrasar al gobierno revolucionario. Ante esta paz inestable, la tarea ineludible de los obreros soldados y campesinos rusos consiste en el autodisciplinamiento y en el entrenamiento del manejo de las armas, para afrontar la resistencia en las guerras venideras.[36]

De manera simultánea a la salida de Rusia de la Gran Guerra, Lenin advierte el comienzo de la guerra civil frente a la contrarrevolución de los capitalistas y terratenientes rusos que buscan alcanzar nuevamente el poder. Sheila Fitzpatrick asevera que desde mediados de 1918:

“Se combatió en varios frentes contra una variedad de ejércitos blancos (es decir, antibolcheviques) que tenían el respaldo de diversas potencias extranjeras, incluidas algunas de las que fueron aliadas de Rusia en la Primera Guerra Mundial. Los bolcheviques la percibieron como una guerra de clases, tanto en términos domésticos como internacionales: proletariado ruso contra burguesía rusa; revolución internacional (encarnada por la república soviética) contra capitalismo internacional.”[37]

La firma del Tratado de Brest-Litovsk no canceló el esfuerzo bélico soviético sino que, por el contrario, nuevos frentes de conflicto imponían necesariamente la centralización casi exclusiva de la totalidad de los recursos materiales del régimen para el sostenimiento del Ejército Rojo, constituido hacia fines de febrero de 1918. Los alzamientos militares del almirante Kolckak, que funda un gobierno opositor en Siberia; el desembarco de fuerzas británicas en los puertos de Arjánguelsk y Murmansk; y el traslado de la capital soviética desde Petrogrado hacia Moscú ante la inminencia de un nuevo ataque externo, fueron algunos de los puntos de tensión que imponían una draconiana organización política y económica, al servicio de la defensa de la revolución socialista. El diagnóstico leninista en torno a estas acciones bélicas plantea que la contrarrevolución se encuentra sostenida por las fuerzas del imperialismo (anglo-francés y alemán) coaligadas con la burguesía rusa y la facción menchevique para clausurar la revolución. Para Lenin, la agudización de la lucha de clases al interior de Rusia desembocó en una guerra civil fusionada con la guerra exterior frente a las grandes potencias.[38]

En julio de 1919, en su carta del Comité Central del Partido Comunista titulada ¡Todos a la lucha contra Denikin!,[39] presenta a la República Soviética como una nación sitiada por las fuerzas reaccionarias bajo el mando del Comandante Antón Ivánovich Denikin. Para confrontar su avance, realiza un llamado imperativo a que todas las actividades y recursos de la nación sean puestos al servicio del Ejército Rojo.

Algunas de las medidas que Lenin considera frente a esta coyuntura son la movilización de los ex oficiales del Ejército zarista para brindar instrucción en las filas del ejército proletario; la reincorporación de los desertores; y la colaboración de la población civil en el abastecimiento del Ejército.[40] En el plano del aparato estatal soviético, Lenin propone la eliminación de todas aquellas instituciones que no respondan a los imperativos de la guerra civil. [41]

El asedio externo e interno que atraviesa la revolución debe ser contrarrestado con una fuerte tarea organizativa que posibilite la defensa de la patria socialista, instaurando la fase de la dictadura del proletariado, es decir, una autoridad estatal omnímoda encargada de la represión de la burguesía desplazada del poder. De acuerdo con la teoría leninista, el recrudecimiento de las acciones militares en esta etapa de la revolución es legitimado como un tránsito ineludible hacia la desaparición de las clases sociales.

A comienzos de 1920, los ejércitos blancos liderados por Kolchak y Denikin son vencidos por las tropas soviéticas, dando por concluida la guerra civil. Un año más tarde, la derrota del Ejército Rojo en la Guerra frente a Polonia cierra un largo ciclo de alta intensidad bélica reflejados en los escritos políticos de V. I. Lenin, quien muere en 1924 legando una vasta producción en torno a la teoría y práctica de la guerra.

Conclusiones

A lo largo de este trabajo han sido explorados los aportes salientes de V. I. Lenin a la teoría de la guerra, y sus elaboraciones operativas en el marco de la Gran Guerra, la Revolución de Octubre y la guerra civil.

Como se observa en los epígrafes seleccionados, Lenin le asigna un doble carácter a las guerras. Las mismas, pueden ser emprendidas al servicio de la clase económicamente dominante para garantizar la opresión de las clases sociales subalternas; o bien, pueden adoptar un rol progresista en el curso de la historia de la humanidad, entendiendo a la violencia revolucionaria como un medio para acelerar el pasaje de un modo de producción perimido hacia otro superador.

Este tránsito, asume la forma de una multiplicidad de guerras cuya naturaleza debe ser dilucidada a partir de la identificación de la clase social a la que sirve cada una de ellas. El estudio de las guerras no puede ser realizado disociadamente de la estructura clasista de la sociedad, debiendo reconocerse con anterioridad cuál es la clase que se vale de la violencia para alcanzar sus fines políticos, de los que la guerra es una prolongación.

Cada una de las guerras abordadas en este trabajo se hallan entrelazadas entre sí, ya que en el seno de la guerra entre las potencias imperialistas se desarrolló la guerra revolucionaria que posibilitó al proletariado transformarse en clase dominante. A su vez, para consolidar el triunfo del socialismo es preciso afrontar la guerra civil ante la declinante burguesía rusa y los Estados capitalistas.

 El pasaje de un tipo de guerra hacia otro se inscribe en una visión teleológica de la historia de la humanidad. La teoría marxista-leninista considera que con la desaparición de las clases sociales, una vez instaurado el comunismo, se producirá un paulatino desvanecimiento del Estado y, junto con él, de los instrumentos materiales de represión. Por lo tanto, las guerras serán un oxímoron en una sociedad en la que no exista una clase social oprimida sobre la que deba ser empleada la fuerza.

*Marcos Mele es docente investigador y coordinador de la Especialización en Pensamiento Nacional de la UNLa .


[1] Otros estudios dan cuenta de la producción leninista sobre la guerra. Véase: Romero, Aníbal, Lenin y la militarización del marxismo, 1983, disponible en: http://anibalromero.net/Lenin.y.la.militarizacion.del.marxismo.pdf.[consulta:2014-02-05].

Subsidiariamente, Ernest Mandel aborda aspectos de relevancia para la presente investigación: Mandel, Ernest, La teoría leninista de la organización, disponible en: http://www.ernestmandel.org/es/escritos/pdf/form_teoria-leninista-organizacio.pdf.[consulta:2014-02-16]

[2] En el período previo a 1914, Lenin analiza la Guerra ruso-japonesa de 1904-1905 y la Revolución Rusa de 1905. Además, entre 1919 y 1921 se desarrolla la Guerra polaco-soviética, cuyo análisis no fue incorporado a este estudio. Véase: Lenin, Vladimir Ilich, Obras Escogidas en Tres Tomos, Moscú, Editorial Progreso, 1960, Tomo I y III.

[3] Von Clausewitz, Karl, De la guerra, Buenos Aires, Ediciones Libertador, 2008.

[4] Lenin, Vladimir Ilich, El socialismo y la guerra (la actitud del P.O.S.D.R ante la guerra), disponible en: http://www.marxists.org/espanol/lenin/obras/1910s/1915sogu.htm

[5] Véase: Marx, Karl, “Prólogo de la Contribución a la Crítica de la Economía Política”, en: Marx, Karl; Engels, Friedrich, Obras Escogidas, Moscú, Progreso, 1973, Tomo I, pp. 516-520.

[6] “Pero el señor Dühring nada dice acerca de que la violencia desempaña, a la vez, en la historia, un papel muy distinto, un papel revolucionario y, para decirlo con las palabras de Marx, el de comadrona de toda vieja sociedad que lleva en sus entrañas otra nueva, de instrumento por medio del cual el movimiento se abre camino y hace saltar, hechas añicos, las formas políticas fosilizadas y muertas.” Engels, Friederich, “Teoría de la violencia. Del libro Anti-Dühring.” en: Temas militares. Selección de trabajos 1848-1895, Buenos Aires, Cartago, pp. 44-45.

[7] La recepción leninista de la obra La guerra civil en Francia de Marx y los usos políticos que construye en torno a la Comuna de París se encuentran, principalmente, en el capítulo III de su libro El Estado y la revolución. Véase: Lenin, Vladimir Ilich, El Estado y la Revolución. La teoría marxista del Estado y las tareas del proletariado en la revolución, Buenos Aires, Longseller, 2007, pp. 81-113.

[8] Marx, Karl, Manifiesto del Consejo General de la Asociación Internacional de los Trabajadores sobre la Guerra Civil en Francia en 1871, en: Marx, Karl [et al], La Comuna de París. Selección de trabajos, Buenos Aires, Anteo, 1971.

[9] Lenin, Vladimir Ilich, El socialismo… op.cit.

[10] Lenin, Vladimir Ilich, “El programa militar de la revolución proletaria”, en: op.cit., Tomo I, pp. 836-837.

[11] Fitzpatrick, Sheila, La revolución rusa, Buenos Aires, Siglo Veintiuno Editores, 2012, pp. 47-48.

[12] Ibíd.,  p. 54.

[13] Marx, Karl; Engels, Friedrich, Manifiesto del Partido Comunista, Buenos Aires, Longseller, 2004, pp. 143-144.

[14] Lenin define al imperialismo como al “(…) capitalismo en la fase de desarrollo en que ha tomado cuerpo la dominación de los monopolios y del capital financiero, ha adquirido señalada importancia la exportación de capitales, ha empezado el reparto del mundo por los trusts internacionales y ha terminado el reparto de toda la tierra entre los países capitalistas más importantes.” Lenin, Vladimir Ilich, El imperialismo, fase superior del capitalismo, en op.cit., Tomo II, p. 799.

[15] “En una guerra reaccionaria, la clase revolucionaria no puede dejar de desear la derrota de su gobierno; no puede dejar de ver que existe una relación entre los reveses militares de este gobierno y las facilidades que éstos crean para su derrocamiento.” Lenin, Vladimir Ilich, El socialismo…op.cit.

[16] Ibíd.

[17] Lenin está desarrollando una disputa política al interior del campo marxista internacional. Para descalificar a sus adversarios emplea el término de socialchauvinismo, que comprende a la facción aristocrática y aburguesada del movimiento obrero. Para este autor, la posición de privilegio alcanzada por los obreros de las grandes potencias se debe, en gran medida, a los ingresos obtenidos por la burguesía nacional de la explotación económica de sus colonias. Ibíd.

[18] Lenin, Vladimir Ilich, El Estado y la…op.cit.

[19] “Sólo después de haber desarmado a la burguesía podrá el proletariado, sin traicionar su misión histórica universal, convertir en chatarra toda clase de armas en general, y así lo hará indudablemente el proletariado, pero sólo entonces; de ningún modo antes.” Lenin, Vladimir Ilich, El programa militar…op.cit. p. 839.

[20] En su programa de militarización proletaria Lenin preconiza la completa elegibilidad de los oficiales por el pueblo; la abolición de la justicia militar; el aprendizaje del uso de las armas por la mujer obrera; y la formación, cada cien habitantes, de asociaciones para la enseñanza del manejo de las armas, escogiendo instructores remunerados por el Estado. Ibíd., p. 843.

[21] Lenin, Vladimir Ilich, Cartas desde lejos, en: op.cit, Tomo II, p. 27.

[22] Fitzpatrick, Sheila, op.cit. pp. 64-65.

[23] Lenin, Vladimir Ilich, Cartas…, op.cit.

[24] Lenin, Vladimir Ilich, Las tareas del proletariado en la presente revolución, en: op.cit. , Tomo II, pp. 39-40.

[25] Ibíd., p. 41.

[26] Lenin, Vladimir Ilich, VII Conferencia (de abril) de toda Rusia del POSDR, en: op.cit., Tomo II, pp. 95-96.

[27] Lenin, Vladimir Ilich, La catástrofe que nos amenaza y cómo combatirla, en: op.cit., Tomo II, pp. 285-287.

[28] Lenin, Vladimir Ilich, Consejos de un ausente, en: op.cit. Tomo II, pp. 470-472.

[29] Lenin, Vladimir Ilich, Carta a los miembros del CC, en: op.cit., Tomo II. pp. 495-496.

[30] Lenin, Vladimir Ilich, Segundo Congreso de los Soviets de diputados obreros y soldados de toda Rusia, op.cit., Tomo II, pp. 503-504.

[31] Carr, Eduard Hallett, La revolución rusa: de Lenin a Stalin, 1917-1929, Madrid, Alianza Editorial, 1999, p. 22.

[32] Lenin, Vladimir Ilich, Tesis sobre el problema de la conclusión de una paz separada, op.cit., Tomo II, pp. 576-583.

[33] Lenin, Vladimir Ilich, ¡La patria socialista está en peligro!, op.cit., Tomo II, pp. 603-604.

[34] En el Séptimo Congreso del PC de Rusia, celebrado entre el 6 y el 7 de marzo de 1918 se determina el cambio de nombre del Partido Obrero Socialdemócrata de Rusia y su reemplazo por la denominación de Partido Comunista. De acuerdo al mismo, la modificación del nombre del Partido se debe a que los Partidos Socialdemócratas nucleados en la II Internacional abandonaron la posición internacionalista y apoyaron a sus burguesías nacionales en la Gran Guerra.

[35] Lenin, Vladimir, Una lección dura, pero necesaria, op. cit., pp. 609-612.

[36] Lenin, Vladimir, La tarea principal de nuestros días, op.cit., pp. 671-675.

[37] Fitzpatrick, Sheila, op.cit. pp. 93-94.

[38] Lenin, Vladimir Ilich, Discurso pronunciado en la reunión conjunta del Comité Ejecutivo Central de toda Rusia, del Soviet de Moscú, de los comités fabriles y los sindicatos de Moscú el 29 de julio de 1918, op.cit., Tomo III, p. 35.

[39] Lenin, Vladimir Ilich, ¡Todos a la lucha contra Denikin! (Carta del Comité Central del PC de Rusia a las organizaciones del Partido, op.cit., Tomo III, p. 255- 272.

[40] Para Lenin, la colaboración de la población civil con el abastecimiento del Ejército Rojo implicaba la entrega  de armamento, municiones, vestimenta y calzado. También, poniendo en práctica los denominados “sábados comunistas”, que consistían en el trabajo voluntario no remunerado de los obreros rusos frente al marcado deterioro económico originado por la guerra.

[41] Lenin considera que el Estado debe encargarse de dirigir la economía rusa y tener bajo su control la reserva de cereales, indispensable para el desplazamiento del Ejército. Por lo tanto, impone la entrega compulsiva y la requisa de aquellos campesinos que se nieguen a la cesión de su producción en favor de los soldados movilizados. Véase: Lenin, Vladimir Ilich, Carta a los obreros y campesinos con motivo de la victoria de Kolchak, op.cit., Tomo III, pp. 291-298.

Bibliografía

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Marcos Mele*

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