Investigación en movimiento

Ciencia e investigación de la UNLa

«El poder del saber»

Adelanto del libro «El poder y el saber»** de Ana Jaramillo

Grupo de investigación sobre el Poder y la Geopolítica del Sur

Dirección: Dra. Ana Jaramillo

“LA VERDAD NO ESTÁ POR FUERA DEL PODER NI SIN PODER”

            MICHEL FOUCAULT[1]

El error del intelectual consiste en creer que se pueda saber sin comprender y, especialmente, sin sentir ni ser apasionado (no sólo del saber en sí, sino del objeto del saber), esto es, que el intelectual pueda ser tal (y no un puro pedante) si se halla separado del pueblo-nación, o sea, sin sentir las pasiones elementales del pueblo, comprendiéndolas y, por lo tanto, explicándolas y justificándolas por la situación histórica determinada; vinculándolas dialécticamente a las leyes de la historia, a una superior concepción del mundo, científica y coherentemente elaborada: el «saber».

                                                                            ANTONIO GRAMSCI[2]

Cada vez más los intelectuales y los científicos hablan entre sí, sin importarles si el pueblo comprende o entiende. Cada vez más hablan para que nosotros los legos, no comprendamos,  mientras que como decía Gramsci “El paso del saber al comprender, al sentir y viceversa, del sentir al comprender, al saber. El elemento popular «siente», pero no siempre comprende o sabe”[3].

Médicos hablando entre ellos o ellas, abogados que todavía hablan en latín,  o hablan de instancias superiores, para que no entendamos en qué escalera tenemos que subir. O sea hablan entre ellos cargados de pedantería y sin preocuparse por el otro, si va a perder un juicio o va a perder la vida.

Cuanto más jerárquico/a es más difícil, hablar en términos “científicos” para que sólo entiendan los símiles de su casta.

Los científicos o intelectuales hablan entre ellos, otrora diríamos jeringonza, buscando la pedantería y honores,  en vez de hablarle al paciente o al que está en el juicio. Sin entender que no están haciendo un experimento en un tubo de ensayo,  sino que están tratando con personas que quieren entender.

Decía Clark[4]  que “El desinterés intelectual y la objetividad científica pueden ser formas insidiosas y peligrosas de irresponsabilidad moral. La indiferencia, la ambigüedad y el oportunismo evitan los riesgos que engendran el uso de la inteligencia para lograr la justicia social y el progreso humano. ..”

Entenderíamos a los que hacen experimentos científicos con un tubo de ensayo, o una pipeta, pero estamos refiriéndonos a la sociedad, a los seres humanos, pero ahora buscan más la gloria y la fama como si fueran actrices, actores o cantantes.

La democracia ¿doma al poder o el poder doma las democracias?

Bertrand Russel[5] sostuvo en su libro “Poder” si la democracia domaría al poder. Más allá de las interpretaciones que se le pueda dar a esto que además fue escrito desde uno de los países centrales.

Mientras que nosotros los latinoamericanos, sabemos por experiencia, que el poder siempre avasalló y destruyó nuestras democracias una y otra vez, y tuvimos muchas dictaduras genocidios, y masacres.

Afirmó Russell que “Los méritos de la democracia son negativos: no asegura un buen gobierno, pero previene ciertos peligros…

Sin embargo, la democracia, aunque necesaria, no es de modo alguno la única condición política que se requiere para domar el poder. En una democracia la mayoría puede ejercer una tiranía brutal y completamente innecesaria sobre la minoría”[6]

¿Plutocracia o democracia?

“¿No dice El espíritu de las leyes que estas deben ser propias para el Pueblo que se hacen? ¿Qué es una gran casualidad que las de una Nación puedan convenir a otra? ¿Que las leyes deben ser relativas a lo físico del país, al clima, a la calidad del terreno, a su situación, a su extensión, al género de vida de los Pueblos? ¿Referirse al grado de Libertad que la Constitución puede sufrir, a la Religión de los habitantes, a sus inclinaciones, a sus riquezas, a su número, a sus costumbres, a sus modales?”

                                               Simón Bolívar

En nuestra juventud Pluto era un simpático perro, pero para los griegos, Pluto era el dios de los ricos y la plutocracia era el poder de los ricos.

En Nuestra América, desde las primeras emancipaciones se han copiado modelos europeos y también americanos tanto en lo económico como en lo institucional y político, empezando por nuestra propia Constitución. El Gobierno está empeñado en la redistribución de la riqueza, en seguir ampliando y fortaleciendo los derechos ciudadanos en forma permanente, desde el matrimonio igualitario que ya se sancionó, hasta los derechos a la vivienda, a la salud, a la educación. Para ello debe aún democratizar al Poder Judicial ampliando el acceso a la justicia, debe instaurar definitivamente la ley de medios, que implica desmonopolizar el poder simbólico que construye o manipula el verdadero sentido de las transformaciones y con la complicidad de algunos miembros del Poder Judicial, impiden su efectiva implementación; debe continuar construyendo la Patria Grande con el resto de los países de América Latina, que poseen la mayor cantidad de recursos naturales, pero también una cultura compartida, un lenguaje y una historia en común amenazada todavía por varios peligros que no tienen que ver con el riesgo país, sino con las amenazas del mercado del narcotráfico, el de la especulación financiera y el colonialismo subsistente como en el caso de las Islas Malvinas, negándose a cumplir las resoluciones de la Organización de Naciones Unidas y del Comité de Descolonización. Todo ello implica más democracia, más justicia social, más libertad y más soberanía.

He dado en llamar a este modelo – el modelo de sustitución de importaciones de ideas. Hasta hace poco se importaban capitales financieros así como productos que se pueden perfectamente producir por nosotros, generando empleo en nuestras sociedades latinoamericanas. Pero aún subsisten tercamente los poderes culturales de quienes son los dueños del poder simbólico, horadando las conquistas logradas, tergiversándolas y queriendo seguir copiando recetas bárbaras, extranjeras, pretendidamente universales con las cuales hemos llegado hasta el infierno tan temido.

En 1932, Benedetto Croce escribía, en la Historia de Europa en el siglo XIX:

“En Alemania, en Italia, en Polonia, en Bélgica, en Grecia y en las lejanas colonias de América Latina, existían esfuerzos y movimientos de naciones oprimidas contra dominadores y tutores extranjeros, o de naciones y de mutilados miembros de naciones obligadas a unirse políticamente con Estados que debían su origen y organización a conquistas, a tratados, a derechos patrimoniales de familias principescas; o de naciones que se encontraban divididas en pequeños Estados que, por tal desmembramiento, se sentían impedidas, debilitadas o impotentes en cuanto les tocaba desempeñar de la común vida mundial, a la vez mortificadas en su dignidad frente a las otras naciones unidas y grandes […].

Como los antecedentes históricos y las condiciones presentes de los diversos pueblos eran diferentes, así como sus almas y sus costumbres, aquellas exigencias variaban también, según los diversos países, en el orden, la medida, las particularidades y el tono. En uno se daba la prioridad a la liberación del dominio extranjero o a la unidad nacional y, en otro, a la sustitución del absolutismo de gobierno por el constitucionalismo; aquí se trataba de simples reformas del electorado y de extender la capacidad política, y allí en cambio, de fundar por primera vez, o sobre nuevas bases, el sistema representativo; en unos países, que poseían ya por la obra de las generaciones anteriores, especialmente por la de la Revolución francesa y del Imperio, la igualdad civil y la tolerancia religiosa, se entablaban contiendas por la participación en el gobierno de nuevos estados sociales y en otras partes convenía dedicarse preliminarmente a combatir privilegios políticos y civiles de clases feudales y persistentes formas de servidumbre, y a quitarse de encima la opresión eclesiástica. Pero aunque distintas en la importancia y diferentes en el orden de sucesión en que se presentaban, todas estas exigencias se ligaban entre sí, y las unas arrastraban consigo, antes o después, a las demás, y a su vez hacían surgir otras, que se perfilaban en lontananza; y sobre todas había una palabra que las compendiaba y expresaba su espíritu animador: la palabra ‘libertad’ […]

La idea de la nacionalidad, opuesta al humanitarismo abstracto del siglo precedente y a la obtusidad que mostraban hacia la idea de pueblo y patria escritores como Lessing, Schiller y Goethe, y a la poca o ninguna repugnancia que solía sentirse por las intervenciones extranjeras, quería promover a la humanidad a la forma concreta, que era la de la personalidad, tanto de los individuos como de los complejos humanos, unidos por comunes orígenes y recuerdos, costumbres y actitudes, de las naciones históricamente existentes y activas o de las que despertarían a la actividad. Intrínsecamente no oponía barreras a las formaciones nacionales cada vez más amplias y comprensivas, pues ‘nación’ es un concepto espiritual e histórico y, por lo tanto, en devenir, y no naturalista e inmóvil, como el de la raza. La misma hegemonía o primacía que se reivindicaba para este o aquel pueblo […] era teorizada como el derecho y el deber de ponerse a la cabeza de todos los pueblos para convertirse en apóstol de la civilización”.[7]

No queremos apóstoles de otra civilización que no sea la que cada pueblo construye. No queremos nuevas o viejas teologías que, con intérpretes extranjeros o cómplices propios, nos expliquen que esa es la nueva Verdad. Queremos emprender nuestro propio camino para construir nuestros propios destinos.

Lamentamos que con tanta hipocresía los bárbaros se adjudiquen la defensa de los derechos humanos para invadir territorios y destruir culturas y civilizaciones milenarias. Lamentamos profundamente que, con conceptos, categorías e ideas foráneas –sean eurocéntricas o norteamericanas–, califiquen peyorativamente a gobiernos nacionales y populares de fascistas o populistas.

El modelo de América Latina con ideas nacionales y soberanas, que busca redistribuir la riqueza y ampliar la democracia, nada tiene que ver con el fascismo, con la historia totalitaria vivida y sufrida por los europeos, muchos de los cuales se refugiaron en nuestros países y son nuestros antepasados. Nuestra cultura, nuestra lengua, nuestras costumbres, están impregnadas de los inmigrantes europeos que con su laboriosidad y esfuerzo, muchas veces huyendo de la guerra, del hambre o de la persecución, son ya parte indisoluble de nuestra identidad nacional. Nuestra Verdad es la que estamos haciendo día a día para construir una sociedad más libre, más igualitaria y más soberana. Que los bárbaros se queden afuera.

La universalización de conceptos surgidos de otras historias, constituye otro “asalto a la razón”, es el asalto a la razón histórica y humana por parte de la razón técnica instrumental capitalista e imperial. Lamentablemente, la razón instrumental, las leyes objetivas del capitalismo que busca el mayor beneficio para algunos, nada tienen que ver con lo humano y menos aún con los derechos humanos. Las estadísticas miden todo menos la vida. Esa razón técnica entra en contradicción con los valores humanos y se coloca por encima de ellos, instalando su superioridad a través de las bombas, los saqueos, las masacres, las violaciones de los derechos y de las personas. ¿Qué clase de apóstoles de la civilización son? Decía el presidente Perón que “la fuerza es el derecho de las bestias”. Lamentablemente, esa razón universal deificada y bestial está acompañada muchas veces en la actualidad por la razón ilustrada vernácula y su poder muchas veces inescrutable.

En el siglo XVIII se declararon los derechos del hombre y del ciudadano, comunes a todos. Como sostenía Ortega y Gasset, todo derecho afecto a condiciones especiales quedaba condenado como privilegio. En su libro La rebelión de las masas afirmó que en el siglo XIX la masa lo veía como un ideal. No ejercitaba los derechos ni los sentía propios porque bajo las legislaciones democráticas seguía como bajo el antiguo régimen: “el pueblo sabía ya que era soberano, pero no lo creía” En 1946 decía:

“los derechos niveladores de la generosa inspiración democrática se han convertido, de aspiraciones e ideales, en apetitos y supuestos inconscientes.

[…] el sentido de aquellos derechos no era otro que sacar las almas humanas de su interna servidumbre y proclamar dentro de ellas una cierta condición de señorío y dignidad. ¿No era esto lo que se quería? ¿Que el hombre medio se sintiese amo, dueño, señor de sí mismo y de su vida? Ya está logrado. ¿Por qué se quejan los liberales, los demócratas, los progresistas de hace treinta años? ¿O es como los niños, que quieren una cosa, pero no sus consecuencias? Se quiere que el hombre medio sea señor. Entonces no se extrañe que actúe por sí y ante sí, que reclame todos los placeres, que imponga decidido su voluntad, que se niegue a toda servidumbre, que no siga dócil a nadie, que cuide su persona y sus ocios, que perfile su indumentaria: son algunos atributos perennes que acompañan a la conciencia de señorío. Hoy los hallamos residiendo en el hombre medio, en la masa”.[8]

Efectivizar los derechos del hombre para todos y todas, tres siglos después sigue escandalizando a los privilegiados por los regímenes democráticos aún existentes. Por esa razón hay que modificar muchas legislaciones. Que la masa o el pueblo apetezca, quiera y pueda consumir teatro, cine, libros, televisión, electrodomésticos, hacer turismo durante su ocio, tener vivienda, salud y educación es solo ejercer los derechos democráticos, los derechos humanos, declarados hace tres siglos. No es populismo, se parece bastante a ejercer la democracia.

También decía Ortega y Gasset que conviene evitar las palabras “rebelión”, “masas”, “poderío social” ya que tienen un significado primordialmente político. La vida pública “no es solo política, sino a la par y aún antes, intelectual, moral, económica, religiosa; comprende los usos todos colectivos e incluye el modo de vestir y el modo de gozar[9].

Quienes nos dedicamos a enseñar, tomamos la lección del historicista Herder, no desesperamos en la fermentación de la época. Transformar la plutocracia en democracia no es una tarea fácil ni exenta de vicisitudes agresivas, pero seguimos con la misma energía para que nuestros jóvenes puedan enfrentar las miserias y las tormentas que les esperan.

En la ciencia de la experiencia de la conciencia, Hegel nos explica a través de la dialéctica del amo y el esclavo, o del siervo y el señor, cómo la mediación produce la recuperación de la conciencia para sí, o la autoconciencia. Para él, el siervo será libre por su conciencia lograda a través de la transformación de la realidad, en la cual debe superar la resistencia de la misma, y a su vez por la relación de lucha con la autoconciencia del señor, mientras el señor está mediado por el siervo para gozar la realidad.

No vamos a apostar en esta contienda sobre quién ganará la libertad, solo sabemos que las autoconciencias tienen una nueva arena donde luchan, que no son ni el Coliseo romano, ni la arena política parlamentaria solamente, sino que la arena se trasladó en gran parte a los medios de comunicación masiva. Dicha novedad hace aún más importante el rol de la educación para defender la democracia ya que, al decir de Montesquieu, en una democracia, el amor a la república es el de la democracia: el amor a la democracia es el de la igualdad.

El filósofo uruguayo José Rodó diferenció, como lo hizo después Ortega y Gasset, entre formular ideas y propagar sentimientos, exponer una verdad y entrañarla en la conciencia de los hombres para que tome forma real y activa. Para él las revoluciones morales (como la que pretendemos, si queremos modificar la plutocracia por la democracia), no se realizan solo con revelar y propagar ideas; tienen como condición esencialísima “suscitar un entusiasmo, una fe, que cundiendo en el contagio psíquico de la simpatía y, manteniéndose triunfalmente en el tiempo, concluya con fijarse y consolidarse en hábitos y renueve así la fisonomía moral de las generaciones”[10]. Para que se haga carne en la acción, la idea debe trascender al sentimiento que es el resorte de la voluntad. Sin el sentimiento, para Rodó, la idea quedará aislada e inactiva en la mente. Concluye que los grandes reformadores morales “son creadores de sentimientos y no divulgadores de ideas[11].Para ello es necesario que el reformador transforme primero en sí mismo la idea en sentimiento,

“que se apasione y exalte por su idea, con la pasión que arrastra las persecuciones y el martirio; y además que demuestre la constancia de ese amor por medio de sus actos, haciendo de su vida la imagen animada, el arquetipo viviente, de su palabra y su doctrina […] El verdadero inventor de una idea con relación al mundo moral, es el que la transforma en sentimiento, la realiza en conducta y la propaga en ejemplo”[12].

Para quienes “creen en la razón humana”, en la supremacía y soberanía de la racionalidad y el cientificismo, los ideales de justicia parecerían irracionales o por lo menos vinculados al irracionalismo, aunque sabemos que nuestros comportamientos históricos se producen más por los ideales, las creencias y pasiones, por intencionalidades y voluntades, que por las ideas abstractas calculables y descifrables que responden a la causalidad. Como sostenía Montesquieu, “entre griegos y romanos, la admiración por los conocimientos políticos y morales fue llevada hasta una especie de culto. Hoy no tenemos estima más que por las ciencias físicas, nos ocupamos únicamente de ellas, y el bien y el mal políticos son entre nosotros más bien un sentimiento que un objeto de conocimiento”[13].

Pasamos entonces de la trascendentalidad de los meta relatos, la teología y la teleología, así como de la supremacía incuestionable de la razón y la lógica, a la acción de los hombres. El historicismo rechaza la concepción de que la Idea, o la astucia de la razón hegeliana o el desarrollo de las fuerzas productivas, son el motor externo prometeico responsable de la creación. Los hombres hacen la historia sin un fin último o destino prefigurado por algún Dios o Idea o Razón como verdad universal y abstracta. Se vuelve a plantear la relación entre lo particular y lo universal, entre la verdad abstracta universal y la verdad como armonía que se construye en la historia, pasando de lo verdadero y lo cierto, de lo racional a lo razonable, de lo evidente a lo verosímil.

Pierre Oléron, que distinguía inteligencia de razón, decía:

“el universo intelectual corriente está constituido de conceptos imprecisos (flous) cuyos contornos no pueden ser delimitados exactamente. No son rigurosos más que los conceptos construidos o reconstruidos en sistemas en los que el espíritu los abstrae de las sugestiones de lo concreto. Es lo que pasa en las matemáticas y la lógica formal: el rigor está asociado al vacío material. Los números constituyen conceptos precisos cuya definición carece de ambigüedad porque no designan ningún objeto específico”[14].

Esto mismo nos lo demuestra la imposibilidad de utilizar la lógica formal y la racionalidad cientificista, tanto en lo político como en lo jurídico, para interpretar las modificaciones y los cambios en la morfología social así como en la moral social general en distintas épocas y lugares.

El Derecho es una ciencia hermenéutica que debe interpretar los valores en una determinada época y en una cultura particular, las pasiones, las creencias, la intencionalidad, los afanes y deseos, así como la voluntad que forman parte esencial del ser humano, y que no se subalternan al racionalismo. En la dialéctica histórica no rige la causalidad ni la lógica formal con su principio de identidad, de no contradicción, ni del tercero excluido. La historia no trascurre sobre la base de la lógica binaria matemática sometida al cálculo y no a la interpretación.

Vale la pena recorrer los planteos hechos por Luis Recasens Siches (sintetizados por Arturo Ardao) cuando distingue el campo de lo razonable, del logos humano o la razón vital e histórica, frente al campo de lo racional. En sus libros Lógica de los problemas humanos, Experiencia jurídica, naturaleza de la cosa y lógica razonable Recasens explica:

“Aparte de la lógica de lo racional, aparte de la lógica formal de la inferencia, hay otras regiones que pertenecen igualmente al logos, pero que son de índole muy diversa de aquella lógica racional en sentido estricto. Entre esas otras zonas o regiones del logos o de la razón, figura el ámbito del logos de los problemas humanos de conducta práctica, al que yo he llamado logos de lo razonable[15].

Yo querría plantear el problema del logos de lo humano, partiendo de un factum […] Este hecho es la experiencia de los problemas prácticos de conducta interhumana, del cual la experiencia jurídica es una especie; y de que frente a tales problemas los hombres deliberan, argumentan, ponderan unas razones frente a otras; buscan no la verdad exacta,evidente o demostrable rigurosamente, indiscutible, obvia, sino una solución práctica aceptable, la más prudente que quepa encontrar, la que parezca adecuarse a las cuestiones planteadas, la que se repute como más satisfactoria, la que juzgue como más sensata, la que se estime como más justa”.

Recasens Siches propone realizar una nueva crítica de la razón de lo humano, una crítica del logos de lo razonable, de la razón de los asuntos humanos, de la razón deliberante y argumentativa, que prefiere llamarla finalmente “razón de lo razonable” o dicho de otra manera que la jurisprudencia sea prudente.

Derecho elástico lo denomina Sampay, y dúctil lo denomina Zagrebelsky refiriéndose a la necesaria razonabilidad interpretativa, que entiendo que aparece cuando ya el derecho positivo no logra armonizarse con las transformaciones sociales a las cuales pretende normar (o ya reglamentó en otro tiempo) ni a los ideales de justicia reclamados por una comunidad particular, que fue modificando su ethos colectivo así como su construcción identitaria particular. Es un derecho que reconoce la historicidad esencial de su tarea. Es un derecho histórico que pretende acercar el derecho a la justicia, armonizando la norma con la realidad. No es ni el derecho natural, ni el derecho romano, ni el derecho positivo, basado en la lógica formal, por lo cual el abogado y el jurista solo deberían inferir técnicamente o deducir lógicamente un texto, sin reparar en interpretar las intenciones y motivos del legislador y tomando decisiones armónicas con el ethos social.

En el momento en que América Latina encaró la transformación de la desigualdad y la injusticia social, transformando la plutocracia en democracia, vale la pena recorrer las alternativas propuestas por los filósofos del derecho, que buscan superar el positivismo para encarar con razonabilidad la posible armonía entre el derecho y la realidad mutante, que se transforma día a día buscando la ampliación de derechos ciudadanos y sociales. La jurisprudencia deberá buscar la prudencia necesaria para lograr esa armonía.

Los derechos de justicia planteados por Zagrebelsky se fundamentan en el reconocimiento de la historicidad del derecho y de los cánones de justicia en las distintas épocas. Al separar el Estado de derecho del Estado constitucional, se modifica también la labor de la jurisprudencia basada en la concepción positivista del derecho.

Refiriéndose a la distancia entre el Estado constitucional y el Estado de derecho, Zagrebelsky advierte que este último se basa en la concepción del positivismo jurídico expresado en la ciencia de la legislación positiva, que presupone una situación histórica concreta que concentra la producción jurídica en una sola instancia constitucional, que es la instancia legislativa. Ello implica que todo lo que pertenece al mundo del derecho, tanto los derechos como la justicia, se reduce a lo dispuesto por la ley. De esa manera, la actividad de los juristas termina siendo un mero servicio a la ley, una exégesis de la voluntad del legislador. Por eso sostiene que “una ciencia del derecho reducida a esto no habría podido reivindicar ningún valor autónomo. Era pues apropiada la afirmación despectiva: tres palabras rectificadoras del legislador convierten bibliotecas enteras en basura”[16]. Extrae su cita de Julius Hermann von Kirchmann, quien sostiene que la jurisprudencia no es una ciencia sino un trabajo que se realiza a partir de los defectos de la legislación positiva. El objeto de los estudios del jurista son para el autor “la ignorancia, la desidia, la pasión del legislador”.[17]

Efectivamente, Zagrebelsky toma la frase de von Kirchmann, que en 1847 ya sostenía que la jurisprudencia no era una ciencia, así como que carecería de una influencia sobre la realidad y de un valor científico y técnico para la resolución de los conflictos sociales. La falta de cientificidad de la jurisprudencia se debía, para von Kirchmann, a las características de su objeto, distinta de las ciencias naturales por su mutabilidad. Para él, dicha transformación se opone al progreso del derecho que se mantiene rígido. El mutante objeto no es solo un objeto de conocimiento, del saber, ya que se encuentra en el sentimiento y el corazón del hombre y en sus pasiones, por lo cual no hay criterio de verdad. La verdad o falsedad de las leyes naturales no influye en su objeto, así como la jurisprudencia con sus decisiones partidistas o pasionales no persigue la verdad. No hay para von Kirchmann, leyes de lo variable, lo singular y lo contingente, por lo tanto no hay ciencia en la jurisprudencia. Para él la ciencia jurídica utiliza categorías muertas para una realidad cambiante y nueva, provocando una distancia entre el sentimiento del pueblo y el derecho en las academias así como con los jueces y juristas. Propone la eliminación de la jurisprudencia como actividad técnica de resolución de conflictos sociales, como en otros pueblos de la antigüedad.

La cientificidad de la jurisprudencia todavía está en debate. Sin polemizar con Von Kirchmann, ni entrar en ese debate, para Zagrebelsky, el residuo positivista a pesar de la distancia que existe entre la representación de la realidad y la realidad misma solo se explica por la fuerza de la tradición. Concluye enfáticamente: “el Estado constitucional está en contradicción con esta inercia mental”[18].

Faltaría el reconocimiento no sólo del tiempo sino del espacio o cultura de cada pueblo para comprender que no solo los derechos sociales serían derechos de justicia, sino que la concepción del derecho dúctil o elástico y de la filosofía del derecho podría acercarse a la de justicia de acuerdo a cada época y a cada cultura.

Entonces, queremos acercar nuestra filosofía del derecho a la justicia, recordando la concepción de la verdad como armonía entre el pensamiento y la realidad que proponía Vasconcelos. Para ello, sabemos que el poder niega el pensamiento popular y tampoco quiere naciones soberanas. Y volvemos a la pregunta de Kusch ¿no será que la opinión encierra toda la verdad, mientras que la ciencia no dice más que una parte de ella? [19]

Ya llegó la época de la imagen del mundo: el poder somete por seducción

 “La metafísica funda una época al darle fundamento de su figura esencial mediante una determinada interpretación de lo existente y mediante una determinada concepción de la verdad. Este fundamento domina todos los fenómenos que caracterizan la época. Entre los fenómenos esenciales de la edad moderna figura la ciencia… La técnica maquinista es ella una transformación sui generis de la práctica, de suerte que es ésta la que reclama la aplicación de la ciencia matemática. La técnica maquinista sigue siendo hasta ahora el puesto avanzado más visible de la esencia de la técnica moderna, esencia que es idéntica a la de la metafísica moderna”.[20]

Martín Heidegger

La geopolítica del poder

Es evidente que no hay región de la tierra que tenga mayores reservas que Latinoamérica. Es indudable que nosotros poseemos las mayores reservas de materias primas… pero no debemos olvidar que esto que representa quizás el factor de nuestra futura grandeza, representa también el más grave peligro para nosotros, porque la historia demuestra que cuando se carece de comida o se carece de medio, se la va a buscar por las buenas o por las malas…”[21]

Juan Domingo Perón

El poder es una bestia magnífica[22] ¿para quiénes?

¿Por qué cambiamos el choripán por hamburguesas? ¿Por qué nos gustan las papas fritas con kétchup? ¿Por qué necesitamos un celular? ¿O queremos el último celular con todas las funciones? ¿Por qué usamos remeras con letras de otras marcas que no se hacen acá? ¿Creemos que lo ajeno es mejor que lo que se produce acá?

El Instituto de Salud Colectiva de la UNLa publicó hace tiempo el libro de Josué de Castro “Geopolítica del hambre” (1951) ni bien apareció la versión en castellano. Entre otras razones, sostenemos que la Universidad pública y gratuita se debe  a su pueblo que la sustenta para colaborar a resolver los problemas que nos aquejan. Esta publicación es oportuna e imprescindible para luchar contra el cientificismo pretendidamente neutral y avalorativo que parece no trabajar para la vida.

El racionalismo o el cientificismo no da cuenta del hambre, ni de la salud, ni de la injusticia, ni de los fines de la educación, no da cuenta  de la vida, ni la existencia, en síntesis del bienestar de los hombres y mujeres en nuestra realidad. No existen variables científicas para cuantificar los índices de la angustia, la soledad, la depresión,  la desesperanza, el hambre o la infelicidad entre otros problemas que, junto a quienes padecen,  debemos resolver los políticos, los científicos y los académicos. 

Quienes trabajamos muchos años, en la Organización Internacional del Trabajo (OIT), dependiente del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), vimos cómo se pasaba de la “Estrategia de desarrollo basada en la satisfacción de las necesidades básicas”  al Programa  de “Desarrollo con Equidad” en los años noventa. Sin embargo, nada de eso sucedió. Cada vez más se muestra el PODER.

Los parámetros cuantitativos y el racionalismo implícito como cientificismo, lejano de la realidad, que decían cuántos metros deberían tener las viviendas, cuando trabajábamos en ello e íbamos a hacer una encuesta participativa, nos dedicábamos a preguntar al “sector informal”, como se denominaba a la pobreza y a los pobres y nos respondían obviamente que era absurdo, dado el nivel de hacinamiento en que vivían las familias: todos en la misma habitación.

Quizás nunca pensamos que deberíamos hacer una “Ley contra el hambre” en nuestro país, cuando Argentina se ufanaba de ser el granero del mundo, que podía dar de comer a 400 millones de personas con una población de 40 millones de habitantes. Pero el hambre llagó a la Argentina y sostenemos que fue la política llamada neoliberal o el imperialismo financiero o del dinero como dice el papa Francisco, que logró sumirnos en esta calamidad. No es la guerra entre Rusia y Ucrania, como ahora dicen, es otra mentira ya que los armamentos que usan y se tiran, no son alimentos.

La Organización de las Naciones Unidas,  que hizo la declaración Universal de Derechos Humanos en 1948, después de la trágica Segunda Guerra Mundial, se encuentra presa e inerme frente a la Geopolítica del poder.

Stefano Rodotá sostiene que fue la “revolución de la dignidad”,  ya que que todos nacemos con “igual dignidad y derechos”. En la Argentina se votó y estableció la primera Constitución después de dicha declaración, en marzo de 1949, y contemplaba una legislación que sostenía la justicia social, la libertad económica y la soberanía política. Otro golpe de Estado la derogó y se retrocedió a la Constitución de 1853, casi un siglo atrás. Ahora vemos atónitos y casi inermes que se siguen violando los derechos humanos y socavando la dignidad de las personas y los pueblos desde el poder de la política.

En los años setenta leíamos la edición de la obra de Josué de Castro publicada en 1975, editada en Madrid por la editorial Guadarrama, que aún conservo, donde el autor sostiene citando a Leibniz que “nada acontece sin razón” para justificar otro prefacio a la segunda edición.

La primera razón, sostiene  el autor, “estriba en el hecho de que España y el hemisferio iberoamericano situado al otro lado del Atlántico, descubierto, conquistado y colonizado por los españoles, contribuyeron en mucho, tal vez incluso en la mayor parte, a los argumentos con que el autor procura sustentar su tesis. Y fue con la especificidad geográfica de esta región en donde adquirió la experiencia viva de la subnutrición y el hambre”[23].  Sin embargo, ahora consolidan otra Geopolítica del poder.

Tenemos que recordar que Josué de Castro nació en Brasil y que por supuesto si bien habla de “la supervivencia con la que los hombres de nuestra época tratan de arreglárselas para defenderse mejor de la brutal agresión que sienten aumentar con la expansión de la civilización tecnológica”[24].

Además dijo que “el miedo a la guerra de destrucción masiva y el miedo al hambre generalizada, que se va incrementando como calamidad social, son las motivaciones básicas de la inquietud de los hombres de hoy, que ni siquiera saben explicar bien el origen  de la misma, envuelta como está en la intrincada red de múltiples fenómenos interdependientes”[25].

El problema ya no es la invasión de los bárbaros para conquistarnos, sino  el poder imperial financiero que utiliza otros métodos, con aliados internos para establecer otras formas, como el  lawfare o guerra judicial, o las comunicaciones, o fake news, o mentiras (que matan) o a través de otros tipos de golpes de Estadopara establecer una política que beneficie a quienes detentan el poder. Y siguen hablando en inglés para que el pueblo no entienda.

De Castro, concluye que el imperialismo económico y el comercio internacional “controlados por esas minorías cegadas por la ambición de ganancias, tenían el mayor interés en que la producción, la distribución y el consumo de los productos  alimenticios continuasen desarrollándose indefinidamente como si se tratasen de puros fenómenos exclusivamente en el sentido de sus intereses financieros, y no como fenómenos del más alto interés social, destinados a asegurar el bienestar la colectividad”[26].

Decía Ortega y Gasset que ideas tenemos pero en las creencias estamos, y que las creencias son ideas que somos. Nosotros, los argentinos, sabemos que nos han impuesto a través de la geopolítica del poder a tener hambre en nuestro país. Por eso ahora estamos investigando “La geopolítica del poder” y  sus vinculaciones con la tenencia de recursos petroleros, gasíferos, acuíferos o territoriales para  volver a creer que otra realidad es posible.

Ortega y Gasset afirmaba que el teórico, cuando intenta conocer, tiene el don de convertir las cosas en problemas, en descubrir su “latente tragedia ontológica”[27] esa actividad es una operación mental “que va desde la conciencia de un problema al logro de su solución”[28].

Nosotros llamamos a dicha operación como razón decidida. Para el autor hay dos tipos de verdad: la científica y la filosófica. La primera es “exacta pero insuficiente” y la filosófica es suficiente pero inexacta. Así nos enseña que la verdad científica se caracteriza por su exactitud y el rigor de sus previsiones, pero la ciencia experimental es sólo una “exigua porción de la mente y el organismo humano”. La filosofía “quedó aplastada, humillada por el imperialismo de la física y empavorecida por el terrorismo intelectual de los laboratorios”.  Concluye que “es la tiranía de los soviets Experimentales” y nos invita a mantener despierta la conciencia de los problemas.

Desde el Tercer Mundo,  Amelia Podetti cuestionaba el poder omnipotente y decisorio de la técnica y nos  explicaba como la ciencia se había convertido en arma ideológica, citando a Darcy Ribeiro, sostiene que “uno de los mecanismos más eficaces de la colonización cultural de la dependencia pedagógica es precisamente ocultar esa situación e incapacitarnos para percibirla”[29].

Para Podetti en el Tercer Mundo se confrontan las concepciones del poder imperial con la de los pueblos, la historia de la explotación y la de los pueblos, la conciencia colectiva de los pueblos, propia y ajena, construyen su propio pensamiento, su propia cultura, su propia concepción de la vida humana.

La filósofa cuestiona el concepto positivista  de la ciencia y el progreso científico, fundamentalmente la ciencia físico- matemática como si fuera un “conocimiento universal, necesario, objetivo, apolítico, valorativamente neutral, independiente de todo influjo o regulación social y político”[30] negando la relación histórica de la ciencia con un proyecto políticamente determinado.

Ya sabemos que ni la ciencia ni la técnica están separadas del uso que  hagan de ellas. El padre de la cibernética, Norbert Wiener, quien inventó la retroalimentación de donde surgen la computación e informática escribió el libro “Dios y el Golem S.A[31],  y lo primero que hicieron con su descubrimiento fue tirar la primera bomba atómica. Sostuvo que es como un aprendiz de brujo que se le van de las manos sus poderes.

La pretensión de extender el método científico a cualquier realidad social y política continúa con más vigor.  Sin embargo, concluye Podetti, que la “ciencia y la técnica son –y siempre han sido y deben ser-, expresión e instrumento de un proyecto político”. Para ella, debe servir para la liberación y la reconstrucción de la patria y de un mundo basado en la solidaridad y la justicia.

Los universitarios debemos trabajar más para buscar y lograr un conocimiento situado, de nuestra realidad, porque justamente son los que padecen quienes nos sustentan. Y ya sabemos que las ideas surgen de la realidad y el que se copia las ideas como si fueran las mismas en distintas realidades y tiempos,  se equivoca, o inventamos o erramos, al decir de Simón Rodríguez, el tutor de Simón Bolívar. Si no fuera así, en la Argentina no padeceríamos hambre. La ciencia y la técnica siguen dependiendo del uso que se haga del poder político.

Nos decía Antonio Caso “el bovarismo es la facultad de concebirse diferente a los que se es. Bovarista es quien niega lo que es, creyéndose otro. Los pueblos también pueden ser bovaristas. Preocupados por ser distintos a sí mismos finalmente terminan imitando modelos y negando su propia realidad”.[32]

Propuso “alas y plomo”. Alas para perseguir los ideales y plomo para aferrarse a la santa realidad, ya que copiando modelos políticos, sociales o económicos se ha conculcado u obstruido la realización del modelo nacional, y concluyó “¡Más nos habría valido saber lo que hay en casa que importar del extranjero tesis discordantes con la palpitación del alma mexicana!”.[33]   

No tenemos hambre en nuestro país por carencia de alimentos, tenemos hambre porque copiamos modelos socio-económicos, donde impera el modelo de progreso científico tecnológico como si fuera neutral, con la colonización cultural y pedagógica  impuesta desde afuera, con la complicidad de los bovaristas nacionales y aporofóbicos con poder político y económico.

Me hizo recordar, o el escarabajo acecha al águila o el escarabajo  asiste al águila en el parto,…Colofón: la concordia entre ellos no es mayor que la que actualmente media  entre nuestros cortesanos que se tienen por dioses y el pueblo llano y oscuro…se pueda comprender que se trata de un ave carnívora, enemiga de la tranquilidad y de la paz, nacida para la lucha,  la rapiña y la depredación…[34]

*Ana Jaramillo es Doctora en Sociología, Directora de la Especialización en Pensamiento Nacional, autora de diferentes libros, artículos y publicaciones vinculados al Pensamiento Nacional y a la Educación Superior. Es rectora de Universidad Nacional de Lanús.

**El libro está disponible en las librerías Rodolfo Walsh y Libros del Sur.

[1] Foucault; Michel: Un diálogo sobre el poder; Alianza, Madrid, 1981

[2] Gramsci, Antonio: El materialismo histórico y la filosofía de Benedetto Croce, Nueva Visión, Bs. As,1997

[3] ibidem

[4] Clark, Kenneth B: El patetismo del poder, FCE, México, 1976

[5] Russell, Bertrand: Poder: Un nuevo análisis social, RBA, 2010

[6] Op. cit

[7] Croce, Benedetto: Historia de Europa en el siglo XIX, Aguilar, Madrid, 1933.

[8] Ortega y Gasset, José: La rebelión de las masas, Revista de Occidente, Madrid, 1933.

[9] Ortega y Gasset, José: La rebelión de las masas, Biblioteca de grandes pensadores, Gredos, Madrid, 2012.

[10] Ibídem.

[11] Ibídem.

[12] Ibídem.

[13] Montesquieu: Del espíritu de las leyes, Losada, Buenos Aires, 2007.

[14] Recasens Siches, L.: citado por Arturo Ardao en Lógica de la razón y lógica de la inteligencia, Biblioteca de Marcha, Montevideo, 1998.

[15] Ardao, Arturo: Lógica de la razón y lógica de la inteligencia, op. cit.

[16] Zagrebelsky, Gustavo: El derecho dúctil, Trotta, Madrid, 2011.

[17] Ibídem.

[18] Op. cit.

[19] Kusch, Rodolfo: La negación en el pensamiento popular, Las cuarenta, Bs. As, 2008

[20] MARTÍN HEIDEGGER, La época de la imagen del mundo, en Sendas Perdidas E. Losada, Buenos Aires 1970.

[21] Perón, J.D: Tercera posición y unidad Latinoamericana, Biblos, 1984, Buenos Aires

[22] FOUCALT, MICHEL: El poder, una bestia magnífica, Siglo XXI, Argentina,2012

[23] De Castro, Josué: Geopolítica del hambre, Guadarrama, Madrid, 1975

[24] ibídem

[25] Ibídem       

[26] Josué de Castro: op cit

[27] Ortega y Gasset: ¿Qué es filosofía? y otros ensayos, Alianza, Madrid, 2015

[28] ibídem

[29] Podetti, Amelia: La irrupción de América en la historia y otros ensayos, Capiangos, Buenos Aires, 2015

[30] ibídem

[31] Wiener, N.: Dios y el Golem S.A., Siglo XXI, Bs.As., 1973

[32] Caso, Antonio: Discursos a la Nación Mexicana, en Obras Completas, UNAM, México, 1970

[33] Ibidem

[34] Erasmo: Adagios del poder y de la guerra y Teoría del adagio, Alianza, Madrid, 2000

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Ana Jaramillo

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