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La Argentina y los BRICS

¿Una puerta hacia el nuevo mundo del siglo XXI?1

Agosto 2023

¿Qué son los BRICS?

El bloque de los BRICS nace en el contexto de la crisis económica y financiera global del año 2008. Las turbulencias iniciadas con el derrumbe de Lehman Brothers y las hipotecas sub-prime, parecieron poner de rodillas a las economías centrales. Asustados, los líderes del norte aceptaron convocar a una nueva institucionalidad para involucrar a las potencias emergentes en la solución de los problemas que ellos habían creado principalmente por su falta de regulación de los flujos financieros. Fue así como se echó mano del G-20, un foro de países que hasta el momento había tenido poco interés, para convertirlo en el espacio de diálogo central y en la expresión de la voluntad de los socios del G-7 (Estados Unidos, las potencias europeas y Japón) de ampliar el marco de decisiones.

Esta decisión, sin embargo, fue leída desde las potencias emergentes desde otro lugar. Se entendió como la necesidad de proponer una mirada alternativa al estado de cosas imperantes. Nacen así los BRIC (Brasil, Rusia, India y China), como un espacio de encuentro y coordinación entre dichos países, sin más finalidad que la de plantear la existencia de este polo de poder “del Sur”.

Tanto el nombre, acuñado en 2001 por el economista británico Jim O’Neil, al agrupar a distintas economías emergentes prometedoras en su análisis para Goldman Sacks, como su discurso orientado desde la mirada de la intelectualidad progresista occidental a partir del concepto del Sur Global, dieron cuenta desde un inicio del interés de los países emergentes de discutir en los términos establecidos desde el centro. Es decir que no había allí una voluntad realmente confrontativa, sino una puesta en escena de una potencialidad alternativa cuyo punto de unidad aún se encontraba muy difusa.

Por ello, los primeros años fueron años de poca actividad, siendo sin dudas el evento más destacable el ingreso de Sudáfrica en 2011, hecho que venía a favorecer el discurso del Sur Global. Esta incorporación cumplió además otros fines: Al mismo tiempo que sumó a la economía más grande del continente, mostró el incremento del peso específico de China y Rusia en la región, la primera desde su faceta económica, y la segunda desde su faceta militar.

En esta etapa inicial, si bien el poderío económico chino le permitía cierta preeminencia, la presencia de los otros países daba la impresión de un bloque de conducción compartida con un Brasil en alza a partir del liderazgo de Lula Da Silva y una Rusia en expansión, consolidado a partir de su desarrollo energético. De hecho, fueron estos países quienes con más fuerza impulsaron la creación del Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) como un espacio alternativo al Banco Mundial para la financiación de proyectos en los países miembros.

El NBD, aprobado en 2014 y finalmente constituido en 2016 fue sin dudas el otro salto adelante del bloque, que empezó a girar principalmente sobre la construcción de mecanismos de cooperación económica, incluyendo un fondo de estabilización de reservas y la perspectiva, aún en debate, de iniciar un proceso de desdolarización de sus transacciones comerciales. Al menos, desde el Banco, los créditos ya han empezado a fluir en otras monedas, como el yuan chino.

Esta institucionalidad financiera, dio lugar a un segundo período del bloque que progresivamente fue adquiriendo un liderazgo cada vez más acabado de China. Si bien el gigante asiático cuenta con otras iniciativas autónomas de interés, como la Franja y la Ruta de la Seda o el Banco Asiático de Infraestructura, los BRICS reviste su mirada de un marco mucho mayor al haberse constituido como esa voz alternativa desde el Sur, espacio que, pese a no pertenecer ni económica ni geográficamente, China reivindica y lo siente parte de su identidad desde un relato de su lugar histórico de país invadido y periférico.

Pero el liderazgo chino en los BRICS no sólo se define por su acelerado crecimiento, sino también por la pérdida de poder relativo de los socios. Al estancamiento económico indio, deben sumársele el derrumbe brasileño desde finales del gobierno de Dilma Rousseff (que incluyó además todo el gobierno de Bolsonaro), y el aislamiento ruso iniciado en 2014 con el conflicto en Ucrania que fue exacerbado fuertemente, por supuesto, a partir de febrero del 2022.

Aún en este marco, decir que los BRICS es un instrumento del gobierno chino para su disputa hegemónica global con los Estados Unidos sería sumamente desacertado. Sí, es un espacio de coordinación y de construcción de una mirada alternativa de las instituciones de Bretton Woods. No es un grupo antimperialista de confrontación con Occidente. Vale recordar que todos sus miembros son socios activos de esas instituciones que algunos piensan que vienen a destruir y que China, por caso, no sólo es el principal promotor del libre comercio en el mundo, sino que además hoy es uno de los principales financiadores de la Organización Mundial de Comercio.

De todas formas, este liderazgo le ha permitido a China terciar en algunas discusiones donde el acuerdo no era total. Y uno de ellos fue en torno la expansión del bloque, lo que se ha denominado como el BRICS plus o BRICS+.

Hacía los BRICS+: Un momento y un lugar donde los planetas se alinean

El mecanismo de incorporación al grupo no cuenta hasta el día de hoy con ningún protocolo formal. De hecho, no hay Tratado fundacional de los BRICS (si del NBD) lo que muestra el nivel de informalidad y flexibilidad del grupo. Simplemente está establecido que todos los socios deben estar de acuerdo para sumar un nuevo miembro. A esta situación habían llegado al menos la mitad de los más de 40 países que habían planteado su interés en sumarse a BRICS. De ellos, ya antes de la Cumbre de Sudáfrica de agosto de 2023, los distintos gobiernos hablaban de la prioridad que tenían para la incorporación Argentina, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Irán y Arabia Saudita, los cuales habían recibido el beneplácito de los distintos socios para integrarse.

Sin embargo, que pudieran integrarse no quería decir que lo fueran a hacer, principalmente por el desinterés de algunos socios de ampliar la membresía. Entre ellos se contaba sin dudas Sudáfrica y Brasil, quienes entendían que en la ampliación perdían su espacio de relacionamiento preferencial con los otros socios, y la India, que temía sobre los posibles desequilibrios que significaran los nuevos ingresos a favor de China, con quien sostiene una serie de disputas tanto fronterizas como comerciales por el control del Asia – Pacífico.

Pero el interés chino por la ampliación pesó más que las dudas del resto. China, como primus inter pares, entiende que cuanto más grande el bloque mayor su influencia global y en ese sentido apoyó decididamente la idea de generar nuevas incorporaciones. Saldado el punto de la discusión sobre si ampliar o no, el debate se trasladó hacía quienes serían los beneficiados.

El bloque de Medio Oriente (Arabia Saudita, Irán y Emiratos Árabes) llegó tanto por su interés en términos de recursos petroleros y financieros, como por el giro geopolítico que significó la mediación china en el largo conflicto entre la casa saudí y el reino de los Ayatolas. Egipto y Etiopía (la sorpresa) provino por la voluntad de dotar a África de una mayor representación y finalmente la Argentina, por sostener el equilibrio regional y por la voluntad expresa de Brasil de encontrar mecanismos de financiamiento alternativo para su vecino del Sur. En esto pesó antes que la simpatía por nuestro país, la defensa de los propios intereses económicos brasileños ya que la Argentina es el principal comprador de sus productos industriales y, su debilidad, impacta de lleno en el desarrollo del sector.

En definitiva, lo BRICS no son ni un espacio de lucha antiimperialista, ni el renacer de la conferencia de Bandung, de los países no alineados. Tampoco un reducto de dictaduras comunistas contrarias al libre comercio, aunque haya países – y aún más con la ampliación – con gobiernos no democráticos. Y, vale decirlo, tampoco es un bloque de integración regional que genere derecho derivado y obligaciones para los países.

Sí son un espacio de construcción de ideas alternativo, aunque no confrontativo, al escenario de la gobernanza global occidental. Tal es así que Emmanuel Macrón, presidente de Francia, planteó la posibilidad de asistir a la Cumbre de Sudáfrica, lo cual al final no sucedió por oposición de Rusia. Son también un espacio de cooperación en distintos ámbitos, siendo prioritario el financiero, a partir de la constitución del NBD y el acuerdo de respaldo de reservas, y el comercial, con la intención de la desdolarización de los intercambios.

En este contexto, el ingreso de Argentina parece una buena idea, principalmente para hacer oír su voz en un escenario de relaciones acotadas con algunos de los principales países del mundo, quienes además son sus socios comerciales prioritarios. Y por las mayores chances de encontrar nuevos mecanismos de financiación para su alicaída economía.                

Sin embargo, el anuncio de la incorporación generó a nivel interno un cimbronazo político que obliga a ser cauteloso sobre el futuro de esta incorporación, aunque creemos que finalmente se concretará. Porque, en el fondo, los intereses nacionales son más estables de lo que creen los gobiernos. Y esta será una buena noticia para el país, para seguir sosteniendo una agenda multilateral que le permita construir un futuro más promisorio para su población.

*Damián Paikin es Doctor en Ciencias Sociales, especializado en procesos de integración regional con énfasis en el MERCOSUR y docente investigador de Relaciones Internacionales UNLa.


1– Este texto fue escrito en el marco del proyecto de investigación que dirige el autor «La Argentina y su inserción en el bloque de los BRICS. Oportunidades y desafíos en un mundo en disputa» de la convocatoria Amílcar Herrera 2022/UNLa.

Colaboraron en la producción del texto: Martina Morrudo, Manuela Sosa, Aymará Fuda y Agustín Sarubbi.

Damián Paikin*

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