La categoría pueblo, que incorpora una valoración positiva de los lazos comunitarios y culturales, suele ser rechazada por las visiones liberales individualistas, donde la sociedad es considerada una suma de intereses que coexisten. Hablan de respeto a las libertadas, pero sin la raíz de una narrativa común (Francisco, 2020. Fratelli tutti [FT] 163).
Desde hace dos años iniciamos, en la UNLa, una investigación sobre el pensamiento de Francisco y sus raíces filosóficas poniendo especial atención en autoras y autores identificados con la filosofía de la liberación en Argentina[1]. Entre los fundadores de esta corriente se encuentran Enrique Dussel (1974) y Juan Carlos Scannone (1990) -ya fallecidos- quienes realizaron un aporte significativo en varios temas entre los que destacamos la cuestión de un método propio de la filosofía latinoamericana.
Se trata de pensar un método desde la praxis de los pueblos, pues, el sujeto del filosofar latinoamericano es el pueblo. Es decir, que no se realiza una filosofía desde el “yo cartesiano” que propone: “pienso, luego existo”, sino desde el “nosotros” como base y proyecto común que parte del arraigo en la tierra (estar) y de la relación ética y política como vertebradora de la existencia. En esta línea, antes que el “pensar” está el “sentir” que hermana y proyecta hacia adelante. Teniendo en cuenta esta reflexión el método que proponen los filósofos de la liberación es el denominado analéctico o anadialéctico.
La analéctica une la analogía (pensada desde Santo Tomás de Aquino) con la dialéctica de una manera creativa. En palabras de Sacannone se trata de una “dialéctica abierta” incluso, podríamos decir una “dialéctica dialógica”. Implica repensar la analogía dialécticamente a fin de que ésta no vuelva a cerrarse en una totalidad sino que se abra a la eminencia, a lo nuevo, a lo que irrumpe e interpela. El “aná” es el “más allá”. Es el “otro en tanto que otro” de Emmanuel Levinas, reinterpretado críticamente desde América Latina con la sabiduría popular como mediadora. El otro siempre es una llamada de atención para que la dialéctica no subsuma al diferente y a lo diferente. Así, lo nuevo que irrumpe desde la lógica latinoamericana es “el pobre”, que no se presenta como individualidad sino como pueblo, como “nosotros”. Desde allí, el método analéctico se plantea conocer la realidad, abrirse a lo nuevo (lo otro) y proponer un camino liberador. El mejor expositor de la práctica analéctica es -a nuestro juicio- el Papa Francisco.
El pueblo y la fraternidad como conceptos abiertos
Francisco ha señalado -siguiendo a Kusch (1999), otro filósofo argentino de la liberación- que pueblo no es una categoría lógica. No podemos comprenderlo desde el método moderno que formula hipótesis comprobables para lo cual observa la realidad, construye evidencia (datos), la analiza y arriba a conclusiones en consonancia con dicho análisis. Para comprender al pueblo no vale tanto la metáfora del “ver” que coloca en frente (objetiva) la realidad, sino la del “sentir” que interpela desde la relación tanto ética como política. Si lo que prima para la comprensión de pueblo, es la relación -no solo interpersonal sino también con la tierra como lugar existencial y territorio de desarrollo de una comunidad- es preciso estar abiertos a lo que excede la lógica formal, es decir lo que sobrepasa la explicación racional. Francisco lo dice de manera más sencilla:
La palabra pueblo tiene algo más que no se puede explicar de manera lógica (FT 158)”;
Y más adelante:
…la categoría pueblo es abierta. Un pueblo vivo, dinámico y con futuro es el que está abierto permanentemente a nuevas síntesis incorporando al diferente. No lo hace negándose a sí mismo, pero sí con la disposición a ser movilizado, cuestionado, ampliado, enriquecido por otros, y de ese modo puede evolucionar (FT 160).
De fondo está la concepción del poliedro, esa figura geométrica en la que conviven distintas caras. A diferencia de la esfera, el poliedro no contiene excluyendo todo lo que no está dentro, sino que asimila, o mejor, acepta que hay diferencias que pueden convivir en una unidad relativa con un sentido (o proyecto) común. El poliedro, o podríamos decir el pueblo, es entonces una unidad posible en la diversidad y por ello siempre está abierto. Es incluso una “fraternidad abierta”. Tiene por fin la fraternidad universal pero no desde una visión simplista y naif -ni tampoco como globalización opuesta- sino desde una construcción compleja de sentidos comunes y desde el amor como “una aventura nunca acabada que integra todas las periferias hacia un pleno sentido de pertenencia mutua” (FT 95).
Desde esta posición, la tarea de un líder político -y esto vale para todas y todos quienes tienen a su cargo la responsabilidad de presidir organizaciones e instituciones y mucho más municipios, provincias y países- radica en propiciar un método (o métodos), en el sentido de caminos que conducen a un lugar. Ello implica renuncias y paciencia para “ayudar a crear un hermoso poliedro donde todos encuentran un lugar” (FT 190). Es interesante que el Papa hable de “crear”. “O inventamos o erramos” decía Simón Rodríguez, maestro de Simón Bolívar. La apertura a lo nuevo, lo inesperado, “al otro en tanto que otro”, es una clave de este modo de comprensión. Parafraseando un libro de Enrique del Percio (2014), el camino de creación poliédrica conlleva el reconocimiento de la ineludible fraternidad abierta.
El método y la creatividad
Ágil mente, corazón,
solo lo impensado es imposible.
No desconfiar de todo,
sino estar dispuesto a todo opuesto.
Paciencia, ciencia de la paz,
debe ser la herramienta eficaz
cuando nos falta creatividad.
(…)
Cambiar patrones de conducta,
no asustarse si hay uno que eructa,
habiendo tantas cosas que asustan.
(…)
Tomar caminos que no conduzcan a Roma,
tomarme algunos dramas con más naturalidad.
Confiar en que el destino se despiste por tu aroma,
y aprender a encontrarnos en la diversidad:
en el punto exacto donde se unen los extremos,
en un punto nuevo, donde nada es tuyo,
dónde nada es mío, ¡dónde todo es nuestro![2]
Estos versos son parte de una canción popular del grupo “Las pastillas del abuelo”, titulada “La creatividad”. A pesar de haber realizado una indagación sistemática en la que identificamos categorías comunes entre los principales escritos de Francisco y los textos de las y los filósofos de la liberación, en esta canción podemos reconocer de una forma explícita, simple y accesible lo que Dussel y Scannone denominaron analéctica o anadialéctica y lo que Francisco propone como “fraternidad abierta”. Del mismo modo que no podemos comprender al pueblo desde la lógica racional pura, tampoco podemos desarrollar un método hacia la fraternidad abierta sino rumiamos el sentir de la comunidad en la cultura popular.
En la canción, se sostiene como virtud el hecho de estar “dispuesto a todo opuesto”. La dialéctica moderna no podría asumir esta expresión, pues, implica un movimiento de tesis (posición), antítesis (negación de la posición presentada) y síntesis (como superación de esa disputa), que conlleva un cierre en una totalidad (aunque sea nueva, por ser síntesis). Estar dispuesto a lo opuesto, es reconocer que hay otro que interpela por ser otro y que por lo tanto ob-liga a lo nuevo, lo impensado. Así más que cerrarse dialécticamente es preciso “estar siempre abierto”. La analéctica sigue un ritmo que permite dicha apertura, a saber: afirmación, negación y eminencia:
1º) La afirmación previa es la del valor en sí de cada persona y comunidad de personas, que nunca se reducen a ser solo oprimidos o meros opresores, en cuanto son personas. 2º) La negación de la negación –es decir, de la injusticia y la violencia–, no se cierra dialécticamente en sí misma –como en Hegel o Marx– sino que por el contrario, se abre, a través de la gratuidad del amor, a la eminencia. 3º) Ésta implica entonces, por un lado –verticalmente–, la altura y trascendencia éticas y ontológicas de las personas y las comunidades (los oprimidos, pero también los opresores) y, últimamente Dios. Y, por otro lado –horizontalmente–, se abre a la novedad histórica de un nuevo orden (cultural y social, aún político y económico), alternativo al (des-)orden violento constituido por el absurdo social (Scannone, 2005).
Para seguir este ritmo es preciso realizar lo que propone la canción: “seguir caminos que no conduzcan a Roma”, es decir “no hacer siempre lo mismo”. El método/camino hacia la fraternidad abierta implica renuncias para “aprender a encontrarnos en la diversidad” y reconocer que “todo puede ser nuestro”, del nosotros, del pueblo sin subsumirnos. Es el salto hacia la eminencia. Francisco lo resumió así:
Cada uno es plenamente persona cuando pertenece a un pueblo, y al mismo tiempo no puede haber verdadero pueblo sin respeto al rostro de cada persona. Pueblo y persona son términos correlativos (FT 182).
Y más adelante:
Es cierto que las diferencias generan conflicto, pero la uniformidad genera asfixia y hace que nos fagocitemos culturalmente. No nos resignemos a vivir encerrados en un fragmento de realidad (FT 191).
Siguiendo estas reflexiones, el pueblo y la fraternidad como conceptos abiertos en Francisco, se asumen en tres horizontes de comprensión: como fin ético político hacia el que caminamos (la fraternidad universal), como origen donde es preciso reconocer el conflicto y aceptar las diferencias sin subsumirlas (la ineludible fraternidad como condición social compleja) y como método/camino que no conduce a una nueva totalidad sino a una construcción siempre abierta, una unidad en la diversidad (la fraternidad como poliedro).
¡Quizás sea este uno de los legados más preciados del liderazgo del Papa Francisco, que cumple 11 años de pontificado! ¡Quizás, esta enseñanza que la pronuncia y la escribe, pero que, sobre todo, la practica y la vive, pueda constituirse en un faro que ilumine el (o los) camino(s) hacia una conciencia común que no tenga otra pretensión que la de crear poliedros, que la de estar siendo pueblos, que la de reconocer y gestionar la ineludible fraternidad abierta!
Matías Mattalini* es Magíster en Políticas Públicas y Gobierno y Docente investigador de nuestra Universidad.
Este artículo es parte del proyecto de investigación “El humanismo cristiano iberoamericano y el mestizaje cultural en el pensamiento de Francisco. Sus consecuencias en los debates académicos y en la práctica social y política” dirigido por el autor, Convocatoria Amílcar Herrera 2021– UNLa.
[1] Director: Matías Mattalini. Investigadores: Martha Arriola, Facundo Di Vincenzo, María Alejandra Olivarez, Mauro Scivoli, Claudia Sanguinetti. Adscripta graduada: Lucía Ferrario. Adscripto estudiante: Nicolás Ventura. Convocatoria UNLa Amílcar Herrera 2021. Nº de proyecto: 80020210100006LA
[2] Compositor: Juan German Fernández Betancor. Ver: https://www.youtube.com/watch?v=XiHnYkqaf8E
Bibliografía
Del Percio E. (2014). Ineludible fraternidad. Conflicto, poder y deseo. Ciudad Autónoma de Buenos Aires: Fundación CICCUS.
Dussel, E. (1974). Método para una filosofía de la liberación. Superación analéctica de la dialéctica hegeliana. Salamanca. Sígueme.
Francisco (2020). Fratelli Tutti. Sobre la fraternidad y a amistad social. Buenos Aires: Conferencia Episcopal Argentina.
Kusch R. (1999). América profunda. Buenos Aires: Biblos.
Scannone J. C. (2005). Religión y nuevo pensamiento. Barcelona: Anthropos.
Scannone Juan Carlos (1990). Nuevo punto de partida de la filosofía latinoamericana. Buenos Aires: Guadalupe.