Investigación en movimiento

Ciencia e investigación de la UNLa

Breve análisis de la educación eurocéntrica desde la perspectiva Nodocente


Lamentablemente, muchas de nuestras casas de altos estudios se siguen organizando según modelos europeos o anglosajones, se siguen dando cátedras de pensamientos exógenos sin reparar en nuestra historia nacional y latinoamericana, cuyos pensamientos propios surgieron y siguen buscando soluciones a nuestros problemas. Quizá por ello a Alejandro Korn se lo denomina como el primero en hablar de una filosofía argentina, actualmente podríamos decir el que comenzó a batallar contra el colonialismo cultural. (Ana Jaramillo “Universidad y proyecto nacional. A cien años de la Reforma” CONEAU 2018)

Hace una década y media trabajamos en la UNLa y desde hace un par de años somos estudiantes de la Tecnicatura en Gestión y Administración Universitaria. Por este doble rol que tenemos en la institución la habitamos a diario y estamos en contacto con muchos estudiantes, docentes y nodocentes así como también con graduados. En este camino que venimos recorriendo como trabajadores y estudiantes nos movilizan algunos interrogantes como ¿Cuál es el rol que tiene la Universidad en nuestro país? o quizás para ser más precisos ¿Qué tipos de profesionales prepara? La universidad actual por su organización en torno al pensamiento occidental, científico y racional heredado de la modernidad ¿prepara científicos con una mirada crítica desde nuestra región o legitima el saber eurocéntrico ignorando otras formas de conocimiento?

Para tratar de responder a esto fuimos en búsqueda de algunos autores del pensamiento decolonial (muchos de ellos relegados de los planes de estudios tradicionales de las Ciencias Sociales) que nos aportan una perspectiva latinoamericanista frente a la modernidad eurocéntrica y a sus estructuras coloniales que aún persisten en diversos aspectos de la vida contemporánea.

Contexto histórico

Antes de meternos de lleno en los conceptos centrales del pensamiento decolonial y sus críticas a la modernidad, quisiéramos realizar un breve repaso de ese contexto histórico.

Fue un período marcado por grandes transformaciones políticas, sociales y culturales en Occidente y entró en declive del Antiguo Régimen: las monarquías europeas, junto a la iglesia, tenían todo el poder.

La Revolución Francesa (1789), con la toma de la Bastilla (bastión del feudalismo), puso en jaque a ese modo de producción basado en la agricultura y subsistencia, dando paso a un nuevo sujeto social, la burguesía, que cuando se hizo del poder llevó a cabo una serie de reformas sociales. Transformó todos los aspectos de la sociedad francesa, desde la cultura hasta el sistema educativo. Por otro lado, desde Inglaterra, se gestaba la gran Revolución Industrial, proceso acelerado de transformación económica, donde se modificaron los modos de manufactura y generó nuevas relaciones sociales de producción. Podemos afirmar que en este contexto, lo más avanzado de la ciencia y la técnica se desarrolló rompiendo los límites del antiguo régimen donde la verdad tenía origen divino y el poder lo ejercían las monarquías y la Iglesia como expresión de esa verdad. Ambas revoluciones realizaron un cambio en el origen de la “verdad”, la “razón humana” pasó a ser la fuente de la verdad (Revolución Francesa). Fue por esto que la ciencia moderna trajo una nueva concepción de la relación entre el hombre y la naturaleza y su forma de comprender el mundo. La razón y la racionalidad científico-técnica se consolidaron como principios organizadores de la sociedad. Ernest Hobsbawm (1991) se preguntaba ¿cómo explicar los desarrollos científicos de ese momento sin relacionarlos con la doble revolución? Claramente esa dependencia era evidente. En otro pasaje planteaba “el progreso científico de nuestro período no puede ser separado de los estímulos de la Revolución Industrial” (Hobsbawm, 1991, p. 295). Queda claro que el desarrollo de la ciencia moderna venía de la mano de los grandes cambios sociales.

Dentro de este proceso de cambio y reconfiguración social, la educación superior experimentó una notable evolución, se desarrollaron dos modelos universitarios fundamentales para la modernidad. Por un lado el modelo napoleónico en Francia, centrado en la formación de profesionales con un saber específico, orientados a las necesidades del Estado y la administración. Por el otro, el modelo humboldtiano puso un fuerte énfasis en la investigación científica y la formación de técnicos e ingenieros, concebidos como actores clave para el naciente desarrollo industrial alemán.

América: ¿consecuencia? de una expansión colonial europea

Volviendo a la etapa anterior a la Revolución Francesa y la Revolución Industrial, la corona española salió en búsqueda de riquezas a costa de sometimiento, barbarie y destrucción de cultura y sociedades americanas existentes, la conquista española generó un imperio colonial que iba desde el sur de Estados Unidos hasta nuestras tierras.

La iglesia jugó un papel clave en esto. Los jesuitas y los clérigos llegaban a América con la función de “evangelizar” a la población originaria. Es por ello que la expansión del dominio español fue acompañada de la creación de instituciones educativas, como las universidades, que se convirtieron en centros de formación de élites y de difusión de la cultura europea. La corona española se inspiró en sus instituciones educativas, como la Universidad de Salamanca y la de Alcalá de Henares, para recrearlas en América. Estas universidades coloniales se caracterizaron por tener una fuerte relación con la Iglesia Católica y se enfocaron en la formación de sacerdotes y funcionarios. Un ejemplo fue la creación de la Universidad Nacional de Córdoba y la Universidad de Chuquisaca en donde se formaron Mariano Moreno, Bernardo de Monteagudo, Juan José Castelli y unos tantos más miembros de la Primera Junta de gobierno patrio.

La perspectiva eurocéntrica

La modernidad presentada desde una perspectiva eurocéntrica es el modelo al que todos los pueblos debían aspirar. Sin embargo, podemos afirmar que lejos de ser civilizatorio y universal, estuvo siempre ligado a la opresión, dominación y exclusión de gran parte del mundo. El “progreso” europeo fue posible gracias a la conquista de territorios, la explotación de recursos, la esclavización y la supresión de conocimientos no europeos. Como planteó Walter Mignolo en su libro: La Idea de América Latina, “no existe modernidad sin colonialidad, ya que esta es parte indispensable de la modernidad” (Mignolo, 2005, P. 18). Frente a este modelo universalista y excluyente surgió el pensamiento decolonial, como una crítica profunda a los fundamentos de la modernidad.

Autores como Walter Mignolo o Aníbal Quijano buscaron una forma diferente de pensar las dinámicas del desarrollo cultural y de las estructuras sociales presentes en América Latina, buscaron resurgir las voces silenciadas de las culturas originarias de América. Así lo propuso Mignolo “me abordaré a excavar los cimientos imperiales/coloniales de la “idea” de América Latina, para desentrañar la geopolítica del conocimiento desde la perspectiva de la colonialidad, la contrapartida de la modernidad que no se ha contado ni ha sido reconocida” (Mignolo, 2005, P. 16).

Pero la colonización no sólo se impuso a la fuerza, sino también a través del conocimiento. Lander (2000) en su libro ¿Conocimiento para qué? y ¿Conocimiento para quién? introdujo el concepto de colonialidad del saber, donde pudimos reflexionar sobre cómo se empezó a presentar una historia “universal” y la narrativa histórica de Europa se presentó como la única posible. Así se sustentó y se presentó la visión de la sociedad moderna más avanzada desde una sola mirada. Así se empezó a formar una lógica y un discurso eurocéntrico presentando a la modernidad como el ideal de desarrollo y civilización a la que todo ser humano debía aspirar a alcanzar, pero para ello siempre había que pensar en términos europeos.

Otro autor decolonial, Boaventura de Sousa Santos se refirió a la «violencia de la modernidad». Planteó que “El dominio global de la ciencia moderna, en cuanto conocimiento como regulación, trajo consigo la destrucción de varias formas de conocimiento, particularmente aquellas propias de los pueblos sometidos bajo el colonialismo occidental (Santos, 2006, P. 29). Este concepto hizo referencia a un proceso de enseñanza disfrazado de evangelización. En la historia del colonialismo americano se pudo observar cómo los pueblos originarios eran evangelizados por los jesuitas que buscaban integrarlos a una vida comunitaria, pero imponiendo su religión, su idioma y su forma de vida europea. Esto reflejó que la colonización no fue solo militar o económica, sino también cultural y espiritual.

Es por ello que la decolonialidad puso en tela de juicio las estructuras de poder coloniales que persisten en la sociedad contemporánea. Esto implica cuestionar las jerarquías de conocimiento eurocéntricas y la forma en que se ha perpetuado la dominación cultural, económica y política en la cual Europa se ubicó en la cima, y los pueblos colonizados “atrasados o incivilizados”, inferiores. Así lo planteó A. Quijano “La colonialidad es uno de los elementos constitutivos y específicos del patrón mundial de poder capitalista. Se funda en la imposición de una clasificación racial / étnica de la población del mundo como piedra angular de dicho patrón de poder, y opera en cada uno de los planos, ámbitos y dimensiones, materiales y subjetivas, de la existencia cotidiana y a escala social” (Quijano, 2014, P. 285).

Educación decolonial: un llamado a la reflexión y acción

La historia de América Latina no comenzó en 1492, existía junto a voces de indígenas, afrodescendientes y originarios que durante siglos fueron silenciadas de la historia oficial. Incluso la colonización estuvo marcada por “resistencias y rebeldías que dan cuenta de la reivindicación de identidades, de la profunda vocación de autonomía y libertad, de la defensa de una condición humana negada, de mandatos culturales subterráneos que durante la larga etapa de conquista y la colonización alimentarían las memorias” (Argumedo, 2000, P. 17).

Frente a la historia universal que se cuenta, frente a las voces y conocimientos negados, frente a la colonialidad del saber nos parece importante rescatar el pensamiento decolonial, ya que ofrece una crítica a la modernidad y a sus estructuras coloniales que aún persisten en diversos aspectos de la vida actual y que influyen a nivel social, económico y epistemológico. La Universidad Argentina como institución educativa no está ajena a esto ya que adoptó el modelo napoleónico universitario el cual aún reproduce las jerarquías coloniales, promueve un conocimiento eurocéntrico y científico que ignora otras formas de saber, y que no incluye saberes subalternos.

Por otro lado y en referencia a lo planteado por Ana Jaramillo y la filosofía constitutiva de nuestra Universidad tenemos al Pensamiento Nacional. Los Pensadores Nacionales se caracterizaron por poner a “la dependencia” como problema central que impide el desarrollo nacional, en coincidencia con los autores mencionados que lo abordan desde el concepto “decolonial”.

(…) Sabemos que cualquier pensamiento o razonamiento está situado. Su nutriente es la propia realidad. Las universidades deben orientar sus propuestas en función de brindar soluciones concretas a los problemas nuestros. (Jaramillo p. 59 Universidad y proyecto Nacional)

(…) La Universidad deberá dar preferencia a los problemas nacionales en la investigación, en la docencia y en la asistencia técnica.

Retomando nuestra pregunta inicial, y en el mismo sentido de lo planteado por Ana Jaramillo, consideramos que la universidad debe formar profesionales con una mirada crítica y con gran conciencia social, desde una perspectiva latinoamericanista que pueda responder y aportar a las problemáticas de nuestro país y región. Donde las universidades puedan proponer un cambio en la geografía de la razón, como hace referencia Mignolo.

Nosotros, trabajadores que estamos todos los días en la Universidad, somos conscientes de que faltan muchas cosas por hacer, mucho camino por recorrer y nuevos desafíos que afrontar frente a una realidad compleja y en constante transformación. Entendemos que nuestra institución, desde sus cimientos ha contribuido a ser una “Universidad urbana comprometida” y la formación de sus estudiantes no está ajena a las problemáticas nacionales.

Hace tiempo atrás, cuando dábamos nuestros primeros pasos por el campus universitario, nos llamó la atención la nominación de los edificios que adoptó la UNLa. Raúl Scalabrini Ortiz, Arturo Jauretche o Juana Manso. Hombres y mujeres que se plantaron frente a la cultura dominante del momento. Pensadores nacionales sentenciados al silencio por la historia oficial, donde sus obras e ideas no se promovieron o enseñaron en las escuelas ni en las universidades, sin embargo nuestra Universidad les dio un espacio en sus edificios, rescatando su compromiso por la cultura popular, poniéndolos frente los ojos de trabajadores docentes, nodocentes y estudiantes. Esto es un rasgo identitario y significativo de nuestra institución.

Raúl Scalabrini Ortiz, nombre del primer edificio de la Universidad, desmanteló el entramado económico y político que tenía el imperialismo británico en la construcción de los ferrocarriles en el país. Esto dificultaba la integración nacional y no favorecía al desarrollo económico del país, pero sí a la elite dominante. Scalabrini Ortiz lo describió así: “el ferrocarril fue el mecanismo esencial de esa política de dominación mansa y de explotación sutil que se ha llamado imperialismo económico” (Scalabrini Ortiz, 1946, P. 16). La idea central de su texto es que un país sin industrialización propia, está destinado al fracaso y a depender definitivamente de capitales extranjeros. Lo que lo llevaba a pensar que la nacionalización de los ferrocarriles era fundamental para nuestra independencia económica. La UNLa puso en valor su pensamiento, reafirmando la idea de lo esencial que es la soberanía nacional para el desarrollo del país.

Arturo Jauretche, segundo edificio en construirse en nuestra Universidad. Introdujo el concepto de “colonización pedagógica”, explicando que la cultura dominante ingresaba al país de forma solapada. “Hay dos modos de dominar un país: en las colonias directas, la encargada de persuadir a los colonos de las conveniencias del Imperio es la artillería. Pero en las semicolonias, con apariencia de independencia política, la persuasión se hace pedagógicamente, dominando los instrumentos de formación de la inteligencia. La instrumentación cultural se encarga de que el país se venga zonzo” (Jauretche, 1967).

Entendemos que los autores nacionales que fueron rescatados por la UNLa y puestos en valor, nos invitan a pensarnos desde nuestra propia realidad, con nuestros propios ojos y problemáticas. Incorporando el Seminario de Pensamiento Nacional en los planes de estudios, como contenido transversal para los estudiantes de carreras de grado o como curso de capacitación Nodocente obligatorio, incluso abriendo una Especialización en ese campo llevó al ámbito académico el estudio y análisis de las obras de estos y otros Pensadores Nacionales.

En este sentido la UNLa marca un camino a seguir en la discusión de la construcción de sentidos ya que permite a los futuros profesionales pensarnos desde acá-hacia allá y no a la inversa.

Creemos que es necesario el reconocimiento y la convivencia de múltiples formas de vida, pensamiento y conocimiento. No se trata de sustituir una historia por otra, sino de construir una sociedad donde coexistan diferentes formas de ser y saber y sin jerarquías que reproduzcan la colonialidad. Es fundamental que la universidad se desligue de las corporaciones económicas y las lógicas del mercado y que pueda dar instrumentos para que los estudiantes reflexionen como sujetos específicos y que puedan comprender y actuar sobre el mundo actual. En palabras de Mignolo hace falta construir una educación decolonial y en palabras de Jaramillo la Universidad debe estar al servicio del pueblo y de la Nación.

*Nahuel Diez y Natalia Hermida son trabajadores Nodocentes del Departamento de Humanidades y Artes de la UNLa y son estudiantes de la Tecnicatura Superior en Administración y Gestión Universitaria.


Referencias bibliográficas

Jaramillo, Ana (2008) Universidad y Proyecto Nacional. EDUNLA

Hobsbawm, E.J. (1991): La Ciencia en La Era de la Revolución (1789-1848), Madrid, Labor Universitaria.

Mignolo, W. (2007). La idea de América Latina.

Rincón, O., Millán, K., Rincón, O. (2015). El asunto decolonial: conceptos y debates. En

Perspectivas. Revista de historia, geografía, arte y cultura. Año 3. Número 5.

Lander, E. (2000). La colonialidad del saber: eurocentrismo y ciencias sociales. Perspectivas

latinoamericanas.

Argumedo, A. (1993). Los silencios y las voces en América Latina. Notas sobre el pensamiento

nacional y popular.

De Sousa Santos, B. (2006). Conocer desde el Sur. Para una cultura política emancipatoria.

Quijano, A. (2014). Colonialidad del poder y clasificación social. En Cuestiones y horizontes: de la dependencia histórico-estructural a la colonialidad / descolonialidad del poder: antología esencial.

Scalabrini Ortiz, R. (1946), Historia de los ferrocarriles argentinos, Buenos Aires, Reconquista.

Jauretche, A. (1967), Manual de zonceras argentinas, Buenos Aires,

Nahuel Diez y Natalia Hermida*

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