Están agudizadas todas las tensiones en la disputa por el sentido. Advertía el “Informe MacBride” de la UNESCO de 1980, que la concentración monopólica en medios de comunicación, revestía amenazas muy serias para las democracias. Están agudizadas, también las tensiones en la disputa por los espacios de enunciación. El paisaje empeoró enfáticamente en las décadas recientes. Necesitamos consolidar las evidencias en tiempo real. Se multiplicaron los escenarios objetivos y subjetivos, se subordinó la tecnología más avanzada al plan que domina la ubicuidad y la velocidad (en calidad y cantidad) de la manipulación simbólica. Eso sólo ya exige avanzar la investigación con más eficacia y ritmo. Para eso es indispensable asegurar condiciones concretas suficientes, no sólo deseables, además posibles y realizables. Todos los problemas de la Ciencia son los problemas de la cultura y la comunicación, y viceversa. Necesitamos generar un Modelo de Política de Estado en materia de Cultura y Comunicación.
Nunca como hoy fue indispensable interpelar a la Ciencia, sus definiciones y sus desviaciones. En los casos más extremos, tenemos infiltrados muchos vicios del positivismo más rancio, encarnados en sus formas burocráticas más odiosas. Es urgente actualizar la Ciencia (como explicación objetiva del universo, sus formas y procesos, sus enlaces internos y sus conexiones, sus acciones recíprocas y la intervención humana posible en las condiciones y medios necesarios (Eli de Gortari) los fundamentos, la filosofía, la ética, los métodos y condiciones en que se producen las investigaciones científicas en materia de Cultura y Comunicación. Trabajamos demasiado lentos. No logramos investigar, en tiempo real, la enormidad de formatos, narrativas, estímulos y condicionamientos con que se produce la disputa por el sentido y la manipulación simbólica (Ana Jaramillo). Hay que ofrecer instrumentos científicos a la sociedad para que se defienda. Y urge la auto-crítica porque buena parte de los investigadores para la descolonización de la Cultura y la Comunicación, han crecido en una semiósfera colonizada. Entendemos por sentido un sistema de signos, complejo y dinámico, de conocimiento relacionado con un momento determinado que expresa a la conciencia en proceso de identificar lo que las cosas (entes) son o no son. Es objetivación del significado en la producción social y dinámica del conocimiento, la enunciación y la acción.
Tampoco tenemos las herramientas de cooperación para intervenir directamente con las comunidades y revertir, sumados a ellas, las consecuencias y sus aplicaciones directas como que influyen dramáticamente sobre el desarrollo cultural y comunicacional de los países. No conseguimos aun desplegar un examen exhaustivo del desenvolvimiento histórico de todas las disputas por el sentido ni logramos la comprensión suficiente de sus condiciones actuales que constituirían un material valioso para generar orientaciones y soluciones acerca de las maneras de actuar eficazmente en el presente y el porvenir inmediato. No tenemos una Historia Integral de las disputas y victorias simbólicas de los pueblos, no tenemos un mapa de las subjetividades y no tenemos instrumentos suficientes para una Cultura y una Comunicación emancipadoras. No contamos con cuerpos jurídico-políticos ni con instrumentos suficientes para la educación emancipadora que necesitamos en materia de Cultura y Comunicación. Sin negar algunos grandes aportes como el “Informe MacBride” o ciertas investigaciones trascendentes. Somos un archipiélago con miles de iniciativas, pero inconexas.
Desde luego, hay también quienes desconfían de la Ciencia y la investigación en el campo de la Cultura y la Comunicación. Muchos se muestran escépticos acerca de la importancia de sus propósitos y de sus resultados. Ante las asimetrías hegemónicas inmensas, que se despliegan permanentemente con sus bombas ideológicas y una pertinaz “guerra fría” científica de aniquilación del pensar y actuar crítico, perviven quienes maldicen la idea de comprometer a la Ciencia para que genere aportes o descubrimientos científicos en clave emancipadora. Nosotros necesitamos impulsar decididamente el desenvolvimiento de nuestros países para mejorar el nivel de la conciencia y la acción, que no se han extendido en forma pertinente, ni en la enseñanza ni en la investigación, a pesar de que se han multiplicado y ampliado algunas instituciones de educación superior sostenidas por el Estado donde se imparten conocimientos de modo gratuito (o casi) y se han creado muchos centros de investigación científica. Es urgente revisar los contenidos.
Es necesario un cambio en el modo de producción de la Ciencia en materia de Cultura y Comunicación porque en su interior se ha desarrollado un modelo de mercantilización que ha industrializado monopólicamente algunas ramas de la Cultura y la Comunicación, y no hemos logrado una transformación completa, al modo dominante ha sido la Ciencia industrializada. Predominan dentro de la “Ciencia” conocimientos y las técnicas destinadas a dos amplias áreas de la existencia económica: la producción y el control social. Es el colmo, pero domina la Ciencia del lucro, la Ciencia para la acumulación del capital; dirigida desde la industrias culturales y comunicacionales, no pocas instituciones gubernamentales, no pocos politécnicos las universidades, que se dedican a desarrollar la capacidad mercantil y la subordinación de los pueblos a la lógica del consumismo individualista y a incrementar las ganancias. No somos ingenuos, entendemos las tramas ocultas del capitalismo. Es urgente formar generaciones nuevas de investigadores científicos militantes de la verdad y del bien colectivo.
La Ciencia al servicio del “control social”, adopta formas diversas en las que predominan la defensa contra “enemigos” externos en potencia, o el desarrollo de técnicas para el individualismo anti-política, para la desorganización de las comunidades su manipulación y control que anula las diversidades y las polisemias. Bastaría un examen somero de los modelos predominantes en los gobiernos y en los monopolios de producción de Cultura y Comunicación para distinguir fácilmente como se subordina a la Ciencia para el control social las corporaciones encargadas de llevarlo a cabo. Un caso emblemático es la producción de “fake news”, el papel de los expertos que las fabrican y el de los expertos que las difunden.
Dado el escenario de guerra que la humanidad atraviesa en Ucrania, con repercusiones macabras a nivel mundial, la industrialización de la Ciencia y su orientación Cultural y Comunicacional para el “control”, no puede quedar enredada ni en sus propios atrasos históricos, ni en las emboscadas ideológicas predominantes, ni en la maquinaria burocrática de algunos estados, ante la urgencia de una conformación de política científica y tecnológica sin concentración monopólica.
Es indispensable la crítica de la Ciencia y la crítica de la Ciencia como algo inherente a la investigación liberada de cualquier subordinación de mercado, para a cambio, profundizar la intervención de las líneas descolonizadoras en el examen crítico de la enajenación social bajo el capitalismo corporativo y sus emboscadas burocrático-administrativas. Es urgente la multi-inter y transdisciplina, con interés en las dimensiones psicológicas, sociológicas y filosóficas tanto como en los instrumentales metodológicos que transitan en ciertas maneras de racionalidad impersonal donde un nuevo proletariado de trabajadores científicos, padece indefenso a la búsqueda de insumos.
No pocos trabajadores científicos, bajo contratos de investigación industrial o gubernamental, se vuelven indiferentes a las exigencias de la realidad y en lugar de tributar aportes superadores, se preocupan principalmente por la defensa, casi exclusiva, de sus condiciones laborales individuales, de salarios, de seguridad social y oportunidades becarias. No se arguye aquí que la defensa de las condiciones gremiales de los trabajadores de la Ciencia deba abandonarse o minimizarse en tanto no sean estratagemas de olvidos “políticamente correctos” para despegarse de las necesidades sociales y sus conjuntos problemáticos. Especialmente, si por ello, pierden fidelidad por la ética de la investigación y olvidan el origen social del presupuesto que financia al conocimiento para dejarse seducir por los sistemas de recompensas de las “fábricas científicas”.
En eso urgen decisiones dirigidas a problematizar, también, los modos de producción y las relaciones de producción de la masa de trabajadores científicos sometidos a la enajenación de la doble carga impuesta por una ideología hegemónica que exige excelencia de resultados en mansedumbre de conductas a bajo costo. Ante la problemática que ofrece la disputa por el sentido como objeto de estudio multidimensional, que se mueve con la velocidad y multiplicidad de los espejismos en tensión de poder, el problema es real hacia adentro y hacia afuera, no puede ser ignorado porque está vivo el dilema que envuelve todo con los vínculos realmente existentes entre la Ciencia, en tanto forma particular de la actividad humana social, y las relaciones de producción del trabajo. La disputa por el sentido en tanto objeto de estudio existe adentro de la Ciencia y sus procedimientos como en la sociedad y sus problemáticas culturales y comunicacionales. Esta disputa de significación subsiste dentro y fuera del campo de trabajo, como objeto de estudio y como condición enajenante. Es imposible una Ciencia emancipadora que no se ha emancipado a sí misma.
Ahora mismo nos urge una Ciencia en debate frontal con la “neutralidad”, la mercantilización y el burocratismo; con una identificación más precisa, dinámica y antagónica frente a los diversos niveles y mecanismos de la manipulación simbólica y de sus intervenciones para disciplinar a la sociedad y al papel social de la Ciencia. Urge fijar posición actualizada en el reconocimiento y compromiso de metas sociales emancipadoras. Urge una comprensión profunda de la realidad que impone su dictadura la significación de mercado, sus objetivos, valores y Ciencias sumisas… para, en oposición, salir de las emboscadas tendidas por el pesimismo anticientífico inducido y el irracionalismo optimista que anhela seres humanos productivos, serviles y contentos de su explotación.
Necesitamos más y mejores herramientas actualizadas para investigar y producir Ciencia “en tiempo real”, para analizar y reconstruir la totalidad de las fuerzas críticas realmente emancipadoras, histórica y filosóficamente emparentadas con nuestras mejores luchas de independencia y revolución, que representan realmente los sustratos simbólicos de nuestra sociedad. Únicamente en el marco de una reconstrucción correcta, de los vínculos de una Ciencia emancipada y emancipadora ante las problemáticas superestructurales, estructurales y será posible producir respuestas concretas a los problemas que nos impone la manipulación simbólica.
Pero mantener la unidad dialéctica de la percepción y la acción semiótica de los pueblos, para enfrentar la disputa por el sentido, implica combatir las maquinarias fabricantes de reflejos, espejismos e idealismos. Sentido común hegemónico y juicios de valor individualistas cuya actividad práctica superior consiste en rendirse ante la mercancía, su consumo y sus fetichismos. Ese es el corazón de la disputa por el sentido y el punto de crisis que amenaza, hace tiempo, con reducir la Ciencia a la ideología en su acepción de falsa conciencia. No basta con reconocer la forma ideológica que se infiltra en el sentido, disfrazada de “conocimiento”, incluyendo al conocimiento científico, es indispensable combatir su actividad práctica que, en forma fetichista, se infiltra en el conocimiento. Nuestra lucha científica emancipadora en la disputa por el sentido, particularmente en la Cultura y en la Comunicación, debe permitirnos reconstruir la unidad soberana, la economía y la subjetividad, esta vez sin la intermediación subordinadora de los mecanismos que destruyen a las fuerzas productivas. Es la base de la disputa simbólica donde, además, urge la comunidad consciente, organizada para su emancipación.
Consolidar la dialéctica de la producción material y espiritual para ofrecer una relación emancipadora de la significación y del alcance transformador de la Ciencia moderna. Sin eufemismos ni trampas de burocracia leguleya. Urge mover la investigación en esa dirección y con un método científico correcto para la reproducción de lo concreto en el campo del pensamiento y su praxis en la segunda negación. Semejante direccionamiento de la investigación como fuerza productiva en la sociedad emancipándose permanentemente, enriquece a la investigación y al desarrollo económico y a los diversos sectores de la investigación. La disputa por el sentido es un campo de trabajo que exige a la Ciencia sus mejores herramientas porque es, entre otras muchas cosas, un espacio para producir Ciencia en clave de lucha. A diferencia de la producción de Ciencia como virtud sólo de escritorio.
No podemos disputar correctamente por el sentido sin conocerlo. El panorama problemático que el “Informe MacBride” describió ha empeorado (y empeora a diario) dramáticamente. También es cierto que el sentido, definido bajo la fase actual del capitalismo, es el sentido de las mercancías materiales e inmateriales que el sistema fabrica y que toma el carácter de una fuerza fetichista mercantil y de los seres humanos reducidos a mercancía para la producción. Es claro que esta caracterización fundamental del sentido como mercancía, no agota todas sus propiedades y funciones. El sentido no es exactamente lo mismo que una mercancía ideal destinada al consumo inmediato en un sistema de subjetividades competitivo, más bien es mercancía en un sistema cuyo papel es entrar al proceso de producción de otras mercancías en una semiósfera de dominación en la que el esclavo vive feliz de serlo. No obstante, no es posible reducir al sentido a este marco conceptual únicamente, de lo que se trata es de hacerlo visible como objeto de disputa para que nos permita reconocer cómo se conforman las relaciones de producción existentes, para una acción científica emancipadora correcta, contemporánea, participativa y sin retorno. Entender la emancipación del sentido como condición para que los procesos de producción, todos, no aparezcan sólo como parte de la actividad productiva, sino como resultado del desarrollo humanístico de la Ciencia.
Es urgente la intervención de la Universidad, con equipos de investigadores actualizados, contra todos los absurdos del sistema hegemónico que se amalgaman contra las ciudadanías. Es urgente un instrumental semiótico, emancipado y emancipatorio, operando en tiempo real sus metodologías de análisis, de organización e intervención directa cuando las diversidades esenciales de las culturas se niegan; cuando las polisemias se obturan con un discurso único; cuando los ejes semánticos se imponen vertical y unilateralmente; cuando la narratología hegemónica acelera su don de la ubicuidad y de la velocidad; cuando se monopolizan las herramientas de enunciación y cuando los pueblos dejan de entenderse entre sí porque sus propias voces se han tornado ajenas. He ahí la trascendencia de una semiótica para la emancipación, capaz de explicar científicamente los escenarios donde se verifica, a diario, la disputa por el sentido
Es urgente la intervención de la Universidad, desplegando una Semiótica emancipadora, como Ciencia de las apariencias, del sentido y sus disputas… y específicamente como una Ciencia para la transformación y creación de lenguajes soberanos nuevos capaces de resolver los desafíos del conocimiento y la enunciación en sincronía con la dinámica de su específico desarrollo histórico. Ser capaces de consolidar una Semiótica en su dialéctica propia y en la dialéctica de los tiempos que exigen articulaciones de forma y contenido inteligibles, movilizadoras, organizadoras y comunitarias. No puede exigirse menos a la luz de los escenarios de silenciamiento colectivo realmente existentes. Aunque sea difícil.
Otra semiótica es posible si está decidida a combatir, significativamente, para la demolición de las falacias consustanciales a la manipulación simbólica. Para construir un sentido humanista nuevo, un punto dinámico de no retorno.
Estamos lejos, todavía, de la soberanía comunicacional, de la soberanía tecnológica y de la soberanía semántica. Debemos lograr poner en jaque los paradigmas y las trampas que nos ha tendido para obligarnos a comunicarnos como ellos quieren, cuando ellos quieren… incluso cuando nosotros no queremos. Es urgente saldar las tareas hacia la independencia comunicacional y hacia la soberanía semántica, no aceptemos ser títeres funcionales a una asonada macabra que, con miseria económica e ideología chatarra nos aturda, nos enrede o nos desmovilice. Incluso con tecnologías sofisticadas.
Nuestra responsabilidad universitaria exige poner al servicio de los pueblos las mejores herramientas emancipatorias y probarlas intensivamente en la práctica para perfeccionarlas en la acción directa. Nuestra investigación científica precisa toda claridad para meterse a fondo con el problema de los contenidos, sin miedo, porque descuidar esos campos implica irresponsabilidad ante el peso de la época. Necesitamos actuar por todos los medios, sus formas y sus contenidos. Abolir la esclavitud sintagmática. Incorporar todas las tácticas sin olvidar los principios semánticos, sintácticos y pragmáticos. Consolidar nuestra Semiótica como Ciencia de la producción (distribución y consumo) de “sentido”. Ciencia de las apariencias, contra la Manipulación Simbólica y para un sentido común, comunitario y organizado, sin amos sin, sin humillaciones, en condiciones de igualdad, concretas, fecundas y dinámicas. Tiene sentido.
Nuestra Semiótica ha de bucear en lo hondo, desnudando las leyes internas de la economía del sentido, su historia, su desarrollo, sus conflictos y disputas. Es nuestra responsabilidad poner todo conocimiento al servicio del pueblo y de sus mejores luchas. Romper las hegemonías coloniales, incluso dentro de las “academias”, y darle fuerza a la producción social del conocimiento transformador. Faltar a esa ética es traicionar a nuestra historia emancipadora. “Semiótica” aquí, significa: Ciencia para la praxis que interviene en los procesos de producción, distribución y consumo de “sentido”, en sus causas y en sus fines, en las redes de signos y los procesos dialécticos de significación, decodificación y transmisión. Que evidencia los fondos y trasfondos de toda significación, de sus raíces económicas y de los mecanismos sígnicos que las expresan.
Tenemos a millones de cabezas humanas convertidas en campos de batalla, necesitamos un cuerpo científico, de nuevo género, necesitamos intervenir críticamente en la producción de los signos y solucionar, de raíz, muchos problemas semióticos impuestos a nuestros pueblos. Eso implica una tarea de investigación científica que, mientras desactiva la maquinaria sígnica hegemónica, contribuya a gestar un “nuevo orden mundial” en la producción de sentido. Necesitamos consolidar y actualizar nuestros marcos teóricos y nuestro instrumental científico para impulsarnos hacia una vanguardia de pensamiento descolonizado y descolonizador; que gane el “don” de la ubicuidad y de la velocidad; que interpele todo y se interpele a sí mismo, en la praxis que moviliza la nueva producción social del conocimiento. Consolidar nuestra Ciencia contra la dictadura del mercado y contra los vicios más odiosos en los campos de la investigación. Ciencia del movimiento general de los procesos de significación y sus metabolismos. Ciencia semiótica emancipadora al servicio de las luchas sociales. Estamos bajo peligro si permanecemos como un archipiélago inmenso de semiósferas inconexas. Necesitamos una Semiótica porque la vida simbólica de la sociedad, sometida a los procesos acelerados e injustos de monopolización de “medios” y de “discursos”, ha convertido las cabezas humanas en millones de campos de batalla.