Graduado en Economía, con estudios de posgrado en Prospectiva Estratégica, y en Políticas de Desarrollo. Se especializó en Analítica de Datos aplicada a Estudios Prospectivos, Auditoría de Procesos, Control de Gestión y Planificación Estratégica en organizaciones públicas y privadas. En el ámbito académico, ha sido Profesor invitado en la Cátedra “Tecnologías de Planificación y Gestión” del Doctorado en Política y Gestión de la Educación Superior en la Universidad Nacional de Tres de Febrero. Formó parte del equipo de investigación del proyecto “Educación y futuro: desarrollo y aplicación de una metodología de análisis prospectivo a la educación en Argentina” de la misma universidad. Actualmente, se desempeña como Director Provincial de Condiciones Laborales en la Subsecretaría de Empleo Público, dependiente de la Secretaría General de Gobierno de la provincia de Buenos Aires.
¿Cómo definirías la prospectiva y qué raíces teóricas podrías citar?
En primer lugar, podemos afirmar que la prospectiva se vincula estrechamente con el concepto de futuro, comúnmente es entendida como una forma de anticipación. Sin embargo, es crucial aclarar que la prospectiva no consiste en predecir lo que va a suceder con certeza, sino en explorar lo que podría ocurrir. No es una herramienta de adivinación o predicción, sino una herramienta que permite anticipar posibles escenarios futuros al considerar tendencias y potencialidades. Esta distinción es fundamental, ya que la prospectiva no pretende definir lo que será el futuro, sino identificar las diversas posibilidades dentro del llamado ‘cono de futuros posibles’ [1].
En última instancia, el futuro es una entidad inexistente, un concepto abstracto, y la prospectiva se centra en las tendencias y potencialidades que podrían configurarlo. No se puede hablar de prospectiva sin mencionar la planificación. ¿Planificar para qué? Para tomar decisiones informadas.
Michel Godet, uno de los referentes clásicos de la prospectiva y representante de la escuela francesa, con la cual me siento más identificado, afirmaba que la prospectiva es la anticipación para la acción. En este enfoque, Godet une dos conceptos claves: las tendencias y potencialidades del futuro, y la necesidad de anticiparse a ellas con el propósito de actuar.
En definitiva, la prospectiva es una aproximación que busca anticipar la construcción del futuro. No es más que un método de análisis e investigación basado en el rigor científico, cuyo objetivo central es el diseño de escenarios enfocados en la toma de decisiones. Para ofrecer una definición más precisa, en mis clases, me gusta utilizar un concepto que he ido desarrollando a lo largo de los años, inspirado en las ideas de grandes pensadores. Para mí, la prospectiva es una disciplina, no una ciencia, que explora con método y rigurosidad científica. Se nutre de múltiples disciplinas y ciencias para analizar el presente y el pasado con el objetivo de generar una mirada de largo plazo. Esta perspectiva nos permite prever las tendencias y potencialidades del futuro, y así, orientar la planificación de acciones en el presente.
Respecto a las raíces teóricas, la humanidad ha intentado indagar sobre el futuro desde tiempos inmemoriales. Desde las pinturas rupestres hasta los primeros registros escritos, siempre ha habido una conexión con la predicción. La prospectiva, es decir, la intención de proyectar el futuro, ha pasado por distintas etapas. Desde los primeros registros históricos, hace casi 4200 años, hasta el inicio de la modernidad, hacia finales del siglo XVIII, se puede observar una evolución en las formas de prever el futuro. En ese entonces, prevalecían métodos como la adivinación o la interpretación de oráculos, como el Oráculo de Delfos en Grecia o prácticas similares en Egipto. Estas formas de adivinación, mucho más vinculadas a Babilonia y Roma, incluían la observación del vuelo de las aves o la interpretación de las entrañas de animales. Eran intentos de anticipar el destino, una noción que se percibía como algo ya escrito, algo que debía ser descifrado para conocer lo que deparaba el futuro.
Desde el 1700 hasta mediados del siglo XX, es decir, unos 250 años, hubo un cambio significativo en la manera en que se abordaba la idea del futuro. Para ponerlo en perspectiva, durante casi 4200 años, la humanidad se dedicó principalmente a la adivinación, mientras que, en estos últimos 250 años, se comenzó a trabajar con la ciencia ficción, la futurología, y hacia el final de ese período, con la previsión. La previsión, utilizando técnicas matemáticas y estadísticas, intentaba extrapolar el pasado para proyectar el futuro. Se trataba de un esfuerzo por analizar lo que se había vivido y predecir cómo podrían ser los tiempos venideros.
En el año 1950, se puede situar el inicio de la prospectiva como un enfoque científico, marcando un punto de inflexión en la manera en que la humanidad comenzó a concebir y estudiar el futuro. Durante más de 70 años, este campo ha evolucionado significativamente, alejándose de las especulaciones y profecías tradicionales para convertirse en una disciplina fundamentada en métodos científicos.
El surgimiento de la prospectiva en la década de 1950 coincidió con un contexto global caracterizado por grandes transformaciones políticas, sociales, económicas y tecnológicas. En ese entonces, las naciones enfrentaban la incertidumbre de un mundo de posguerra y la necesidad de planificar en un entorno de cambios acelerados. Fue en este marco que se empezaron a desarrollar herramientas y metodologías que permitían explorar diferentes escenarios futuros, basados en datos empíricos y análisis sistemáticos.
A medida que la prospectiva avanzaba, se transformó en un enfoque participativo, reconociendo que el futuro no es algo que pueda ser predecido de manera lineal o determinista. Por el contrario, el futuro comenzó a ser concebido como un «devenir», una continuidad dinámica que se puede analizar, proyectar y, en cierta medida, influenciar a través de la acción presente. Este cambio de paradigma permitió que la prospectiva se integrara en la planificación estratégica, tanto en el ámbito gubernamental como en el sector privado, aportando un marco para la toma de decisiones en entornos complejos y volátiles.
El carácter científico de la prospectiva se consolidó a medida que se desarrollaron metodologías más sofisticadas, como el análisis de tendencias, la construcción de escenarios, y el uso de modelos matemáticos y simulaciones. Estas herramientas permitieron que la prospectiva dejara de ser vista como una mera especulación para convertirse en una disciplina que aporta un valor concreto en la planificación a largo plazo.
¿Cuál es la relación entre pasado, presente y futuro en el análisis prospectivo?
Se puede afirmar que ha habido una transición en la prospectiva: desde la predicción en sus orígenes hasta lo que hoy podemos denominar como la construcción social del futuro. En este ámbito convergen diversas disciplinas científicas: la futurología, la previsión, la psicología social y teorías como las de las crisis, de la formación social, la psicología, la sociología y la economía. Este campo permite que todas estas disciplinas trabajen juntas en la anticipación de las potencialidades y tendencias del futuro. En ese sentido, la prospectiva es una reflexión sobre el devenir, un continuo que abarca pasado, presente y futuro. El concepto de devenir, que se refiere al recorrido temporal de una transformación, es fundamental en la prospectiva y no es una idea nueva. Ya estaba presente en Hegel, y mucho antes, en la filosofía de Heráclito, quien fue un gran estudioso del cambio. Todos conocemos su famosa frase: «Todo cambia” y “no se puede entrar dos veces en el mismo río». Éstas resaltan la idea de que el tiempo es un continuo, y que pasado, presente y futuro forman parte de una unidad indisociable, reflejando la dinámica del mundo real.
Esto es precisamente en lo que se enfoca la prospectiva. Aunque puede parecer abstracto, es fundamental porque, en el trabajo prospectivo, especialmente cuando se realiza de manera participativa con comunidades y diversos actores, suelen surgir cuestiones relacionadas con el pasado, las memorias del futuro y del presente.
Lo que frecuentemente ocurre es que el pasado se percibe como una memoria inamovible; aunque es cierto que hubo un pasado que ocurrió, lo estamos explorando desde el presente. De este modo, esa memoria que parecía fija deja de serlo, porque al revisitarla comienzan a surgir detalles y aspectos que no fueron percibidos en un primer momento.
De esta manera, se empieza a hablar de un pasado «muro», que, aunque suene extraño, no es inamovible ni imposible de modificar. En contraste, solemos pensar que el futuro es totalmente abierto, configurado únicamente por la imaginación, sin límites. Sin embargo, esto tampoco es completamente cierto, ya que el futuro se construye con elementos del pasado. Muchos de los elementos del pasado impactan en el presente y continúan en el futuro; los materiales de los que estará hecho ese futuro provienen del pasado. Por lo tanto, el futuro no es pura imaginación.
Además, la memoria se elabora hoy sobre distintas expectativas y visiones que tenemos del pasado, lo que evidencia una interacción entre el pasado y el futuro que, aunque paradójica, no es inamovible, sino que se influyen mutuamente. Aún más, el presente está influido por el futuro, y viceversa. Todo lo que hacemos hoy impactará en el futuro, pero también el futuro impacta en el presente, a través de la planificación y la fijación de objetivos y proyectos a futuro es que comenzamos a construir desde ahora. Ese futuro deseado, posible y probable, termina configurando el presente en el que vivimos y determina nuestras acciones actuales.
Por lo tanto, es muy difícil hacer una discriminación temporal clara entre pasado, presente y futuro, ya que estos forman parte de un continuo que es el concepto de devenir.
Hay una interpenetración en este proceso, una serie de cambios y sucesiones de transformaciones cualitativas que están interconectadas. Existe una continuidad temporal que se compone de realidades cualitativamente diferenciadas, que, aunque son heterogéneas, forman una unidad. Este es un concepto interesante y central en el pensamiento prospectivo, ya que nos permite separar y distinguir, pero al mismo tiempo, unir dinámicamente esas realidades. Siempre buscamos comprender esta interconexión.
Recuerdo que Jorge Beinstein siempre me impulsaba a profundizar en estos temas. Desde la escuela primaria, he tenido una formación católica de toda la vida, y su influencia me llevó a explorar ideas que no había considerado antes. En cuanto a mi conocimiento de los clásicos, como Tomás de Aquino y San Agustín, en una ocasión me preguntó si había leído todo San Agustín. Le respondí que sí, pero él dijo: «¡Seguro que no!» y tenía razón. San Agustín tiene un libro, «Confesiones», en el que hay un capítulo que casi parece un compendio de la fenomenología; es como si Heidegger pudiera haber tomado esta base para iniciar su recorrido en fenomenología. En su análisis del tiempo, San Agustín dice: “Lo presente de las cosas pasadas es la actual memoria o recuerdo de ellas; lo presente de las cosas presentes es la actual consideración de alguna cosa presente; y lo presente de las cosas futuras es la actual expectación de ellas”. Esto sugiere que, una vez que nos asentamos en la realidad, esta desaparece, y así el tiempo, en su sentido pleno, no puede ser comprendido en diálogo con Dios. San Agustín propone que podemos entender el tiempo como una memoria presente del pasado, una percepción presente de lo actual y una expectación presente de lo que vendrá, pero siempre desde el presente y en el presente. Esta reflexión sobre el tiempo siempre me ha desafiado, porque no había leído a San Agustín en profundidad. Fue Jorge Beinstein, un marxista ortodoxo, quien me obligó a regresar a mis lecturas y descubrir un aspecto nuevo de San Agustín que antes no había considerado.
Esto también se vincula con el concepto de situación, ya que los pasados no son iguales para todos; cada quien tiene su propia perspectiva sobre el pasado. A menudo, hay aspectos del pasado que permanecen latentes, como proyectos que no se concretaron o situaciones reprimidas que emergen más tarde, ya sea por la misma persona que las vivió o por otros. El presente permite una re-significación del pasado, ya que las interpretaciones del pasado cambian con el tiempo y según la perspectiva de cada individuo. Así, no solo la misma persona puede reinterpretar su pasado, sino que diferentes personas tienen distintas lecturas del mismo pasado.
Este concepto está relacionado con la multiplicidad de futuros que la prospectiva ha logrado destacar. Inicialmente, se comenzó a hablar de la multiplicidad del futuro, reconociendo que existen diversas formas en que el futuro puede desarrollarse. Luego, se introdujo el concepto de multiplicidad del presente, reconociendo que distintas personas pueden tener diferentes visiones de un mismo hecho o evento. Finalmente, se empezó a considerar la multiplicidad de los pasados, en función de las diversas interpretaciones y re-significaciones del pasado. Por lo tanto, estamos ante un continuo múltiple, lo que refleja la idea de que el tiempo y nuestras percepciones son inherentemente complejos y diversos.
¿Por qué crees que el análisis prospectivo ocupa todavía un lugar secundario en los programas de Ciencia Política?
En general, tanto la planificación como la prospectiva tienen una presencia escasa o nula en los programas de muchas disciplinas, especialmente en las ciencias sociales. Incluso en la economía política, que es una ciencia social, el enfoque prospectivo no está ampliamente desarrollado. Esto se refleja en la historia reciente de la prospectiva, tanto a nivel local como mundial.
Voy a compartir contigo algunos textos importantes sobre prospectiva. Entre ellos están los trabajos de mis mentores, Jorge Beinstein, Jorge Velázquez y Manuel Marín. Este último, por ejemplo, tiene un libro titulado Ciencia, Tecnología y Desarrollo: Políticas y Visiones de Futuro en América Latina, que ofrece un recorrido desde 1950 hasta 2050. En él, Marín analiza la evolución de la prospectiva y cómo esta disciplina ha cambiado a lo largo del tiempo.
La prospectiva tuvo su auge después de la Segunda Guerra Mundial, tanto en Europa como en Estados Unidos. En Estados Unidos, la investigación tecnológica en la RAND Corporation, motivada por el temor a la Unión Soviética, buscaba anticipar los movimientos tecnológicos y estratégicos de este último.
En Europa, el enfoque fue más humanista, centrado en la reconstrucción social y productiva después del holocausto.
Durante las décadas siguientes, la prospectiva experimentó un crecimiento significativo, especialmente hasta la crisis del petróleo y los primeros años de la década de 1980. Sin embargo, el neoliberalismo y el Consenso de Washington desalentaron la planificación estatal, llevando a una especie de olvido de la prospectiva.
A partir de los años 2000, comenzó a resurgir, especialmente después de la crisis financiera de 2007-2008, que generó un gran desconcierto. Este renacimiento de la prospectiva se observó principalmente en el sector privado y en países como Japón, que continuaron con sus planes quinquenales de tecnología. En América Latina, algunos países, como Colombia, Brasil y Chile, tienen un desarrollo más avanzado en términos de prospectiva comparado con otros.
En contraste, en nuestro país y en América Latina en general, la prospectiva todavía está rezagada. Esto se debe en parte a una cuestión conceptual, ya que seguimos aferrados a conceptos de un liberalismo tardío mal entendido, donde todo lo estatal es visto negativamente. Esta ortodoxia sigue permeando los programas académicos y los claustros universitarios. A pesar de algunos esfuerzos, como el trabajo en la Universidad de Tres de Febrero, la prospectiva aún no ha tenido un resurgimiento significativo en nuestra región.
La percepción pública a veces rechaza la planificación por asociarla con medidas económicas rígidas o decálogos políticos, lo que refuerza la necesidad de educación sobre la planificación y la prospectiva. Es fundamental entender que la prospectiva no es simplemente una herramienta para construir escenarios, sino una guía para orientar el futuro y trazar un rumbo claro.
¿Qué metodologías de análisis prospectivo son más adecuadas para aplicar en el sector público y por qué?
El análisis prospectivo es una metodología fundamental para diseñar escenarios futuros y apoyar la toma de decisiones. Se define como un método de análisis e investigación que integra diversas herramientas e instrumental metodológico, creando lo que se conoce como una «caja de herramientas». Dependiendo de la situación y del problema a abordar, se seleccionan las herramientas más adecuadas para proporcionar soluciones efectivas.
En la práctica, la prospectiva ofrece varias metodologías útiles para el sector público, entre ellas:
- Diseño de Escenarios: Esta metodología permite la elaboración de posibles futuros basados en tendencias actuales y cambios esperados. Ayuda a los tomadores de decisiones a prepararse para diferentes contingencias y a planificar de manera más flexible.
- Identificación de Tendencias y Mega Tendencias: Se centra en analizar las tendencias actuales que pueden influir en el futuro y en identificar mega tendencias, es decir, grandes cambios a largo plazo que impactarán significativamente en diferentes áreas.
- Radar de Eventos Futuros: Este método permite detectar señales débiles que anticipan cambios futuros, como nuevas tecnologías emergentes. El radar ayuda a identificar variables que podrían influir en el comportamiento de fenómenos futuros, como la aparición de tecnologías innovadoras que aún están en fase de patente.
- Identificación de Riesgos y Oportunidades: Evalúa posibles riesgos y oportunidades que podrían surgir, permitiendo a los organismos públicos prepararse para enfrentar desafíos y aprovechar oportunidades.
- Eventos Disruptivos (Cartas Salvajes o White Cards): Se refiere a fenómenos de baja probabilidad, pero con alto impacto, como la pandemia, por ejemplo. Estos eventos, aunque improbables, pueden tener consecuencias profundas y es esencial tenerlos en cuenta en la planificación prospectiva.
En la provincia de Buenos Aires, aunque se ha intentado implementar algunas de estas metodologías, el avance ha sido limitado. Un ejemplo positivo de aplicación prospectiva se encuentra en Perú, donde se ha establecido un observatorio prospectivo como parte de su centro de planificación. Este observatorio no solo introduce conceptos y herramientas prospectivas, sino que también facilita la gestión mediante la identificación de tendencias, riesgos y oportunidades, así como eventos disruptivos.
El uso de observatorios prospectivos puede ser un primer paso valioso para fomentar el pensamiento anticipatorio y facilitar el diseño de escenarios en la administración pública. Proporcionan herramientas para identificar señales débiles y tecnologías emergentes, así como para prepararse para eventos disruptivos que pueden tener un gran impacto.
Es crucial continuar promoviendo la prospectiva en el sector público, ya que proporciona un marco robusto para anticipar y manejar los desafíos futuros, adaptarse a cambios y tomar decisiones informadas basadas en escenarios diversos y bien fundamentados.
¿Podrías mencionar algunas buenas prácticas a nivel regional e internacional?
Como mencionabas, hemos hablado de las buenas prácticas en la región. A nivel global, instituciones como la Unión Europea, la CIA, el BID, el Banco Mundial, la FAO y la Organización Internacional de la Energía Atómica realizan desarrollos importantes en prospectiva. En la región, la prospectiva ha avanzado a un ritmo más lento, aunque países como Colombia, Chile, Uruguay, Perú y Brasil están haciendo progresos significativos.
En Argentina, el Ministerio de Ciencia y Tecnología ha trabajado en prospectiva tecnológica con éxito, y sus publicaciones están disponibles en línea. Sin embargo, en los últimos 15 años, otros países de la región han avanzado más rápidamente en este campo. A pesar de esto, Argentina tuvo una etapa dorada en prospectiva antes del proceso militar de 1976, cuando se desarrolló el Modelo Bariloche. Este modelo surgió como una respuesta al Club de Roma, que en los años 70 publicó un estudio titulado «Los límites del crecimiento». Este estudio cuestionaba la capacidad del planeta para sostener el ritmo de crecimiento con combustibles fósiles, lo que desencadenó una discusión mundial sobre conservación y sostenibilidad.
El Modelo Bariloche, desarrollado en su mayoría por argentinos y algunos brasileños, ofreció una visión alternativa. Figuras como Jorge Sábato, Hugo Scott Jaguaribe y Osvaldo Sunkel fueron clave en este proyecto. Su modelo, que incluía una modelización matemática detallada, proponía un enfoque diferente al del Club de Roma. En lugar de limitar el crecimiento, sugería un modelo en el que los recursos se distribuyeran para que todos pudieran beneficiarse del crecimiento. Este trabajo influyó en la prospectiva tecnológica en América Latina en la década de 1980, especialmente en la Universidad de Campinhas.
Lamentablemente, el trabajo se interrumpió violentamente en los años 70 debido al proceso militar en Argentina. Aunque el estudio se publicó en Canadá en 1978, no se conoció en Argentina hasta después de la restauración de la democracia. A pesar de estos desafíos, el trabajo fue innovador y significativo, y debería retomarse.
Actualmente, estamos viviendo un momento turbulento que requiere prospectiva y planificación. El país está experimentando un cambio estructural en su capital, con un creciente papel del sector energético. Es crucial que aprovechemos esta oportunidad para aplicar la prospectiva y la planificación estratégica, especialmente en este contexto.
Esta situación resalta la importancia de la prospectiva y la planificación en todos los terrenos, pero especialmente en este. Es el momento oportuno para utilizar estas herramientas y enfrentar los desafíos futuros. La conversación ha sido muy enriquecedora y ofrece muchas áreas para explorar y desarrollar en el futuro.
¿Cuáles crees que son los cambios organizacionales que se tienen que dar en la gestión pública para integrar los procesos prospectivos?
Cuando se pretende instaurar un espacio para la reflexión prospectiva y la planificación, es crucial considerar dos aspectos fundamentales. Primero, la integración de las áreas de planificación y prospectiva con la gestión. Es un problema significativo cuando estas áreas están disociadas de las líneas operativas, ya que esto puede llevar a que se perciban como descontextualizadas y poco útiles. Es esencial que la prospectiva y la planificación estén integradas con la gestión, y para ello, se debe contar con personal que se dedique exclusivamente a estas áreas, pero que también tenga experiencia en la gestión. La capacidad de gestionar y pensar en el futuro al mismo tiempo es clave.
En segundo lugar, la transversalidad es crucial. La prospectiva y la planificación deben atravesar todo el gobierno, ya sea a nivel provincial o nacional. Estos procesos son transversales por naturaleza y deben estar presentes en todas las capas de la administración.
Para comenzar con estas iniciativas, es necesario implementar capacitaciones y promover el conocimiento sobre la planificación prospectiva. Es fundamental revalidar y destacar la importancia de la prospectiva, ya que esta debe permeabilizar las capas políticas y gerenciales. No se trata solo de planificación estratégica, sino de una prospectiva estratégica que debe tener un impacto real en las decisiones y políticas.
La separación entre planificación y gestión es un problema recurrente. A menudo, las áreas de planificación y prospectiva no están alineadas con las realidades de la gestión, lo que puede generar fricciones. Además, existe un desafío adicional relacionado con el ámbito político. A veces, la falta de consenso en cuestiones fundamentales se carga sobre las estructuras políticas, pero esto no es únicamente un problema de los políticos. Es un reflejo de un momento instituyente donde los valores y principios, que parecían asentados, están siendo nuevamente cuestionados.
Por ejemplo, debates sobre temas como los derechos humanos, que pensábamos resueltos, resurgen debido a la persistencia de movimientos contra hegemónicos. Esto se refleja en cuestiones como la educación pública, donde hay debates sobre la educación gratuita y laica. Estos conflictos demuestran que la planificación y la prospectiva no pueden resolver todos los problemas; algunos deben ser discutidos y resueltos en el ámbito político.
Es crucial, entonces, no solo abordar la planificación y la prospectiva desde un enfoque técnico, sino también considerar cómo estos se integran en el proceso político y social. La construcción de consensos y hegemonías es una tarea que va más allá de la planificación y requiere un enfoque más amplio y estratégico.
¿De qué manera la prospectiva puede fortalecer la resiliencia de la administración pública ante crisis y cambios inesperados en los distintos escenarios?
La prospectiva es una disciplina que proporciona elementos clave para la reflexión y la toma de decisiones. Su propósito principal es sistematizar las discusiones y reflexiones, dándoles contenido y claridad mediante diagnósticos, datos, y opiniones de expertos. Sin embargo, la decisión final recae en los soberanos y sus representantes; la prospectiva no resuelve problemas sociales o económicos por sí misma, pero puede ayudar significativamente en el proceso.
La prospectiva puede contribuir a hacer una sociedad o país más resiliente, ya que permite anticipar cambios y adaptarse a ellos. En un contexto de crisis e incertidumbre, como el que vivimos actualmente, la prospectiva ofrece herramientas para prepararnos, anticipar posibles crisis y evitar destinos desfavorables. Aunque cada momento histórico tiene sus particularidades, el acceso a herramientas modernas nos permite enfrentar los desafíos con mayor preparación.
A pesar de que la prospectiva ofrece una serie de herramientas útiles, el contenido y el marco conceptual que se utilicen son fundamentales. Si se aborda la prospectiva con teorías o enfoques erróneos, las conclusiones y las soluciones propuestas serán igualmente defectuosas. La teoría económica, por ejemplo, desempeña un papel crucial en cómo se interpretan los datos y se aplican las herramientas de prospectiva. En este sentido, el marco conceptual y la dirección política deben ser claros y adecuados para guiar la planificación prospectiva.
Durante más de 30 o 40 años, hemos operado con teorías y enfoques que no han resuelto nuestros problemas de manera efectiva. La prospectiva y la planificación deben estar acompañadas de un marco conceptual sólido. Sin una correcta aproximación al problema, cualquier planificación o anticipación se verá afectada negativamente.
Estamos en un momento crítico, enfrentando crisis económicas, políticas y sociales simultáneamente. La falta de claridad en el rumbo contribuye a la sensación de crisis generalizada. En este contexto, las herramientas de prospectiva pueden ofrecer valiosas perspectivas, pero la clave está en la voluntad de interpretar y utilizar adecuadamente estos insumos. La prospectiva puede ayudar a mostrar caminos y alternativas, pero el éxito depende de nuestra capacidad para enfrentar y resolver los problemas desde una base conceptual sólida.
[1] Taylor, Charles (1990)