El presente artículo es un capítulo del libro La economía popular. Perspectivas críticas y miradas desde Nuestra América, Ed. El Colectivo, Buenos Aires, 2024
En Latinoamérica desde hace décadas se realizan esfuerzos por recuperar experiencias de otra economía, al punto que podemos hablar de una verdadera tradición de pensamiento en el campo de aquello que se denomina como economía social, solidaria o popular. En ese marco se inscriben los trabajos de Aníbal Quijano, Paul Singer, Frantz Hinkelamert y José Luis Coraggio.
Ahora bien, en el caso argentino, la economía popular como idea la imponen las organizaciones sociales. No surge “desde arriba”, ni desde la letra chica de los programas del Estado, ni desde el ámbito académico y sus círculos de producción de categorías de pensamiento.
En este artículo nos proponemos revisar las caracterizaciones de la economía popular, presentando algunos debates en torno a su conceptualización. Además, nos interesa dar cuenta de los diferentes intentos de medición de la economía popular en nuestro país, para finalmente aportar conclusiones que articulen el plano teórico-metodológico y sus implicancias políticas.
¿Economía popular o población sobrante estancada?
A partir de la emergencia de la Confederación de Trabajadores de la Economía Popular (CTEP), los movimientos sociales de nuestro país lograron incorporar en la agenda pública a un importante sector de trabajadores hasta entonces visibilizados sólo como “desocupados”. No obstante, los posicionamientos acerca de adoptar o no el concepto de economía popular no son unívocos. Hay que admitir la polisemia del concepto, que lleva muchas veces a desdibujar los límites de la discusión. Algunos asumen la falacia de esta denominación por considerar que ya existen conceptos para definir a este sector de la clase trabajadora. En tal sentido nos parece necesario hacer un repaso de los aportes teóricos más significativos para dar un marco al debate acerca de una definición.
Al estudiar el proceso de acumulación del capital, Marx señalaba que el aumento del capital constante en relación al capital variable (esto es, el aumento de la composición orgánica del capital) traía aparejado un incremento de la masa de obreros sobrantes:“la acumulación capitalista produce constantemente, en proporción a su intensidad y a su extensión, una población obrera excesiva para las necesidades medias del capital, es decir, una población obrera remanente o sobrante (…) por lo tanto, al producir la acumulación del capital, la población obrera produce también, en proporciones cada vez mayores, los medios para su propio exceso relativo” (Marx, 1999: 533-544).
Es por lo tanto intrínseco a la acumulación capitalista un proceso de atracción y repulsión constante de la población. Todo obrero forma parte de esta superpoblación relativa “durante el tiempo que está desocupado o trabaja solamente a medias” (Ibíd.: 543). En tal sentido, Marx destaca tres formas que puede asumir este excedente de población obrera.
Una parte existe en forma flotante, en la medida en que la industria absorbe y repele una gran cantidad de obreros en las ciudades. Esa masa de obreros que se incorporan implica la existencia de una superpoblación latente que va, por ejemplo, del campo hacia las zonas urbanas para ser absorbida. Pero, además, una parte de esta superpoblación permanece estancada sobreviviendo en las ciudades con una base de trabajo muy irregular.
Un hecho importante a señalar es que aunque la superpoblación relativa crezca, esto no significa que crezca el número de desocupados. Por el contrario, durante las últimas décadas podemos constatar que a nivel mundial y regional la masa de desocupados tiende a estabilizarse en un número relativamente bajo. Esto nos lleva a pensar que una parte importante de la superpoblación relativa se muestra como ocupada en las estadísticas oficiales (Donaire, 2021).
A diferencia de lo que suponen expresiones como las de trabajadores “excluídos” o “marginados”, ninguna de las formas de superpoblación implica posiciones estáticas: la dinámica de atracción y repulsión obrera permite que en distintos momentos la población excedente se exprese en alguna de estas tres formas. De todas maneras, lo que observamos en las últimas décadas es el crecimiento sostenido de la población estancada, al punto que hoy representan una porción significativa de los y las trabajadoras.
Ahora bien ¿es suficiente el concepto de superpoblación obrera estancada para explicar las transformaciones del capitalismo? ¿Da cuenta de los cambios en la composición de la clase trabajadora a partir de las mutaciones metabólicas del capital? ¿No hay nada nuevo bajo el sol y el capitalismo se explica exactamente con los mismos conceptos de hace más de un siglo atrás? ¿Se trata simplemente de leer de forma correcta los textos canónicos –un problema de exégesis– para dar con la clave interpretativa del mundo contemporáneo?
Entendemos que el concepto de población excedente estancada tiene una doble dificultad. Por un lado, es un concepto parido en una forma de capitalismo que se ha transformado a partir de su fase neoliberal desde mediados de los años 70 en el siglo XX. En el capitalismo industrial fordista la población excedente estancada explicaba una proporción no significativa del conjunto de la población excedente relativa. Incluso en la etapa “desarrollista” de los capitalismos dependientes latinoamericanos (1950-1970) que vieron crecer ampliamente esta población excedente estancada (valla la discusión que introducen José Nun y otros al proponer la categoría de masa marginal para pensar este crecimiento particular de la PER en Latinoamérica durante ese ciclo), la magnitud de esta superpoblación estancada no era en nada asimilable a la actualidad.
Por otra parte, esta hipertrofia del sector estancado de la superpoblación relativa nos habla, a nuestro entender, de nuevas formas de valorización del capital. A partir de un creciente proceso de subsunción real del trabajo al capital (Marx, 1971), con la expansión a escala global de las relaciones capitalistas de producción, no solo el trabajo asalariado sino una creciente capacidad de trabajo socialmente combinada se convierte en agente real del proceso de trabajo total.
Si en el siglo XIX y XX el sistema capitalista hacía de la población obrera excedente su ejército industrial de reserva, en la actualidad esa población actúa más bien como ejército financiero de reserva. A diferencia de lo que ocurría con la superpoblación flotante, que la industria podía o no absorber de acuerdo a los ciclos económicos, la actual superpoblación estancada es parte activa en el proceso de valorización del capital. Hoy millones de trabajadores y trabajadoras pobres (el precariado) viven endeudados y atrapados de mil formas en las redes del capitalismo financiero. El endeudamiento de los hogares es una de las formas que adquiere la financiarización de la vida y hay que entenderlo como un verdadero mecanismo de desposesión (Cavallero y Gago, 2021). Hasta allí se extienden capilarmente los procesos de valorización del capital en la actualidad.
La primera de las discusiones que queremos plantear entonces es que la superpoblación obrera estancada constituye solo una parte de la economía popular. El concepto de economía popular engloba un conjunto de actividades asalariadas y no asalariadas que, aunque subsumidas a los procesos de valorización del capital, se encuentran en la frontera del trabajo productivo y reproductivo.
Desde una posición que advierte este crecimiento de la población sobrante estancada, algunos autores plantean que dar una denominación nueva a este sector tiene por consecuencia confundir conceptos. Así, se señala que “lo que se llama economía popular en gran medida son trabajos y funciones abandonadas por el Estado y garantizadas a partir del aditamento de una precarización generalizada (servicios de barrido y recolección, zanjeo e instalación de redes de agua, cloacas y servicios de comedores, entre otras actividades)” (Salas, 2021). Es decir que el concepto de economía popular tendría más bien una función de opacidad para describir el creciente proceso de precarización del trabajo al que se ven empujados millones de trabajadores y trabajadoras. La economía popular, entonces, es vista como un eufemismo que oculta más de lo que aclara a la hora de analizar la nueva morfología del trabajo.
Y aquí radica una segunda discusión: es necesario distinguir la economía popular de la mera precarización del trabajo. Si bien en la actualidad el capitalismo tiende estructuralmente a precarizar la fuerza de trabajo, no todas las actividades de la economía popular puedan reducirse a tareas precarizadas. Esto no significa que no exista precarización en la economía popular, sino que la precarización no constituye una característica per se de esta última. De lo contrario, se corre el riesgo de confundir a la economía popular con el amplio universo de formas de “uberización” y tercerización del trabajo.
Por otra parte, hay que incorporar en el análisis las transformaciones tecnológicas de las últimas décadas. Con la denominada “cuarta revolución industrial”, que incluye la aparición de la inteligencia artificial y el big data, hoy el desarrollo tecnológico orientado a maximizar los beneficios del capital –otro ejemplo, si hiciera falta, para dejar en claro que la ciencia no es neutral– posibilita que todos estemos produciendo valor, todo el tiempo. La introducción de las computadoras y, fundamentalmente, de los teléfonos inteligentes (smartphones) en todos los ámbitos de la vida personal ha redundado en la posibilidad de generar, de manera ininterrumpida, información que es utilizada por las empresas para aumentar los volúmenes de comercialización. La digitalización de la vida que permiten estas nuevas tecnologías transforma en mercancía hasta los sentimientos, convirtiendo en información procesable para el capital los gustos y preferencias del consumidor, pera también sus sueños, ilusiones y deseos.
Parte de esta revolución tecnológica es la industria 4.0, una organización de la producción en donde procesos físicos o biológicos son controlados o monitoreados por algoritmos integrados a internet, apoyados en la modelización digital de los procesos de producción y en el intercambio de datos generados en el mismo proceso de fabricación. Es decir que estamos en el amanecer de un profundo cambio tecnológico con palpables consecuencias sobre la población obrera sobrante, con la dificultad de pensar cómo esa masa de trabajadores y trabajadoras no utilizadas directamente en el proceso productivo se mantienen vinculadas a los procesos de valorización del capital.
Indagar en las formas que adquiere la población obrera sobrante es una tarea de actualización teórica con implicancias políticas. En este sentido afirmamos la existencia de un sector al que denominamos como economía popular y que se desarrolla, como observamos antes, en el marco de un triple proceso: el de la mercantilización creciente de los bienes comunes; la financiarización de la economía; y la digitalización de la vida.
Consideramos que el concepto de economía popular aporta elementos para entender a la-clase-que-vive-de-su-trabajo. Es más, creemos que sin un esfuerzo por su caracterización no se puede comprender la actualidad del metabolismo del capital. Para nosotros, la pertinencia del concepto radica en que la economía popular da cuenta de formas de organización del trabajo que recuperan la trama comunitaria; y, si bien, por supuesto que se trata del crecimiento de la superpoblación relativa, la pervivencia en Latinoamérica de formas comunitarias que el desarrollo capitalista no logró eliminar completamente otorga características particulares a esta población excedente.
No es solo un mero movimiento de atracción/repulsión de población intrínseca a la ley de acumulación capitalista. Los procesos de acumulación por desposesión han dado lugar a una crisis ecológica y civilizatoria que el modo de producción capitalista no puede superar mediante un nuevo ciclo de atracción de población. Sencillamente porque el crecimiento intensivo del desarrollo capitalista encuentra en la actualidad un límite infranqueable con la naturaleza.
Acerca de la medición de la economía popular
En nuestro país existen algunos esfuerzos por cuantificar al sector de la economía popular. Desde ya que esta tarea no resulta sencilla dado su carácter marcadamente heterogéneo. Por lo tanto, la tarea de la medición de la economía popular requiere de un conjunto de decisiones teóricas y metodológicas que es menester analizar.
En primer lugar podemos mencionar el Registro Nacional de Trabajadores de la Economía Popular (RENATEP). Esta propuesta, surgida a partir de la Ley de Emergencia Social (2016), comenzó a implementarse en el año 2020. Es una base en crecimiento, teniendo en cuenta que son los propios trabajadores y trabajadoras de la economía popular quienes se inscriben en el registro. Por esto mismo es una base que crece cualitativamente a medida que aumenta en términos absolutos. Teniendo en cuenta los informes publicados hasta el momento, podemos obtener la siguiente información.
Cuadro 1. Trabajadores de le economía popular, por rama de actividad. Feb 2021/Jun 2022.
Fuente: Informes RENATEP/MDSN
Se trata de una población feminizada (58% de mujeres) en donde dos ramas de actividad concentran casi las dos terceras partes del total: Servicios Personales (que incluye tareas de limpieza, peluquería, cocina, jardinería, electricidad, herrería, etc.) y Servicios Sociocomunitarios (merenderos/comedores, cuidados personales, medios de comunicación comunitarios, cultura, salud, recreación, etc.).
De acuerdo al RENATEP, para junio de 2022 la economía popular en la Argentina representa una masa absoluta de trabajadores y trabajadoras similar al total de asalariados estatales (3.373.000) y equivale a casi un 60% del total de asalariados registrados del sector privado (6.128.800) para el mismo período (MTESS, 2022).
Gráfico 1. Economía Popular, Asalariados Privados y Públicos. Total Argentina, Junio 2022
Fuente: RENATEP (2022) y MTESS (2022)
Sobre esto último, es por demás significativo que en 10 provincias argentinas (Tucumán, Salta, Jujuy, Catamarca, La Rioja, Misiones, Formosa, Corrientes, Chaco y Santiago del Estero) los trabajadores de la economía popular superan la cantidad de asalariados privados registrados; y en cuatro casos (Chaco, Sgo. Del Estero, Jujuy y Formosa) la economía popular más que duplica el universo de los asalariados privados registrados (RENATEP, 2022b). Si bien la mitad de los trabajadores de la economía popular se concentran en la región Centro, esto último indica el alto peso relativo de la economía popular en las regiones del NOA, el NEA y Cuyo de nuestro país.
Por otro lado, el Centro de Innovación de los Trabajadores (CITRA/UMET) viene realizando una medición propia desde el año 2021. Sobre la base de datos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) que publica el INDEC de forma periódica, realizan una definición operacional en la que incluyen como trabajadores de la economía popular a las siguientes categorías ocupacionales: a) cuentapropistas no profesionales; b) desocupados no profesionales; c) servicio doméstico no registrado; d) asalariados con subsidio o ayuda gubernamental; y e) trabajadores familiares.
Hay que tener en cuenta que la EPH es una muestra que mide 31 aglomerados urbanos y que abarca aproximadamente al 60% de la población total del país. Por lo tanto, una de sus principales limitaciones es la dificultad para medir a sectores campesinos y de la agricultura familiar, que componen un elemento significativo del sector de la economía popular.
No obstante, con estas consideraciones las mediciones del CITRA llegan a los siguientes resultados:
Cuadro 2. Trabajadores de la Economía Popular, por categoría ocupacional (EPH). 2020-2022
Fuente: CITRA 2021 y 2022
Sin dudas se trata de un esfuerzo metodológico por trabajar con la información estadística disponible. Cabe preguntarse, de todos modos, si esta información mide la heterogénea composición del sector. Las limitaciones de la fuente indican también las limitaciones de esta propuesta de medición. Fundamentalmente consideramos que la información que capta la EPH no refleja la amplia gama de actividades que se engloban en la economía popular. No obstante, y hechas estas salvedades, aparece un dato no menor y es que, según el CITRA, los trabajadores y trabajadoras de la economía popular representan aproximadamente una tercera parte de la población económicamente activa de nuestro país.
Por último, retomamos la estimación del universo de la economía popular propuesta por Chena (2022). Este autor diferencia la economía popular de la economía informal, y la define como un “nuevo modo de producción social” que implica un conjunto de valores que contrastan con el modo de producción capitalista.
Siguiendo a Chena, encontramos cuatro tipos de instituciones que organizan el trabajo: a) la empresa privada; b) el Estado; c) el cuentapropismo de mercado; y d) la economía popular. Las dos primeras constituyen el universo de trabajadores asalariados, las otras dos el del trabajo auto-organizado (Chena, 2022).
En este sentido, utilizando una triangulación de fuentes (INDEC, ANSES y MTESS) podemos llegar a un mapa laboral en la Argentina con las siguientes características:
Cuadro 3. Mapa laboral de la Argentina (2do. Semestre 2022)
Fuente: Chena (2022)
Teniendo en cuenta que los valores absolutos aparecen ponderados en el cuadro (los datos de la EPH son proyectados al total de la población del país), en este caso el universo de la economía popular llega a los 8,3 millones de trabajadores. Allí se incluye a quienes en la estadística oficial aparecen como desocupados. Si además, en un sentido ampliado, consideramos a aquellos trabajadores que figuran como inactivos en la EPH pero realizan tareas en el hogar y tareas de cuidados, el universo de la economía popular llega a los 10,4 millones de trabajadores.
A partir de los distintos ejercicios de medición que presentamos, y más allá de sus diferentes criterios, podemos concluir que los trabajadores de la economía popular representan hoy en la Argentina al menos entre el 30% y el 40% de la población económicamente activa.
No obstante, es importante señalar que solo en la última propuesta de medición (Chena, 2022) se incluye en el sector de la economía popular a trabajadores que aparecen como “inactivos” en la EPH. Dada la heterogeneidad que caracteriza el universo de la economía popular, hay una parte de que las estadísticas oficiales no miden, dejándolos por fuera de la población económicamente activa. En cualquier caso, más que un problema metodológico se trata de un problema de carácter teórico-político y remite a una discusión que lleva no menos de medio siglo y hace referencia al desdibujamiento de los límites entre trabajo productivo y reproductivo en el capitalismo actual.
Algunas conclusiones
Una dificultad que presenta el concepto de economía popular en el contexto argentino es que la lucha por su incorporación en la agenda pública fue impulsada por movimientos sociales y organizaciones cuyo horizonte está puesto en la integración del “precariado” dentro de la economía capitalista de mercado. Desde ya, esto no anula que como categoría analítica la economía popular tenga utilidad para explicar a una parte de la población sobrante generada por la acumulación de capital en las economías periféricas dependientes. En este sentido, su valor explicativo es regional (latinoamericano) y no se limita al caso argentino.
Siguiendo los intentos de medición del precariado en nuestro país, es claro que nos referimos a un sector de la clase trabajadora que representa una parte significativa de la población económicamente activa (aunque la excede); que en muchas provincias este sector de trabajadores de la economía popular supera en número a los asalariados privados registrados; y que no puede analizarse por fuera de los procesos de valorización del capital.
En este contexto, a partir de distintas lecturas se desprenden al menos tres respuestas para pensar el devenir de la economía popular en los capitalismos periféricos dependientes. Por supuesto que no se trata de posiciones fijas, que no dialoguen entre sí, pero a los fines de clarificar el debate las presentamos por separado.
a) Volver a los Estados de Bienestar. Desde este punto de vista, teniendo en cuenta que es posible distinguir ciclos en los procesos de atracción y repulsión de población inherentes al proceso de acumulación del capital, sería esperable el regreso a sociedades de pleno empleo mediante una fuerte regulación estatal. Paradójicamente, en este punto parecen coincidir algunos defensores como también detractores del régimen capitalista. Lo que no queda muy claro es en qué condiciones (o bajo qué supuestos) se puede regresar a un capitalismo como el que existió hace más de medio siglo atrás. Esta posición parece desconocer que la fase neoliberal del capitalismo extendió los procesos de mercantilización de la vida y no se vuelve atrás mediante un decreto o un conjunto de políticas públicas bien intencionadas.
b) Regular e institucionalizar al sector de la economía popular. Los esfuerzos por el reconocimiento, primero, y luego por la sindicalización de los y las trabajadoras de la economía popular van en este sentido. El riesgo aquí es el de cristalizar la existencia de un proletariado con derechos de “segunda mano”, reducir los márgenes de precarización (aumentando los grados de regulación) pero sin romper la barrera de un techo para esta población obrera sobrante, asumiendo la existencia de un proletariado asalariado con un piso de derechos e ingresos más altos. En otros términos, se trata del riesgo de la sindicalización de los pobres.
c) Asumir a la economía popular como un sector desde el cual pensar una transición hacia otra economía. Esto implica comprender a la economía popular como la forma que adopta la población sobrante en los capitalismos dependientes latinoamericanos. Si en la economía popular radican elementos residuales de otras formas de organización de la vida y la producción, la tarea es apuntalar de forma orgánica (y no como un subsistema de la economía de mercado) la consolidación de un sector de la economía ya existente para convertirla en base de una nueva forma de organización del trabajo. El riesgo de esta posición es sobredimensionar la experiencia de las organizaciones económicas populares sin advertir que su desarrollo, en el marco de sociedades capitalistas, supone la conformación de un proyecto político de los de abajo.
Ninguna de estas posiciones, como advertíamos, se presenta de forma pura. En general los argumentos suelen aparecer tomando elementos transversales de cada marco de interpretación. Sin embargo, en ningún caso las respuestas se encuentran al margen de los procesos de lucha popular.
El desenlace de la crisis mundial abierta hace más de una década no tiene un horizonte de resolución evidente. Ni los diagnósticos catastrofistas, ni aquellos que desconocen los signos de la crisis múltiple que atraviesan las sociedades posneoliberales pueden intuir certezas del porvenir. Pero de algo estamos seguros: el modo de producción capitalista no está dispuesto a morir, ni va a derrumbarse de forma espasmódica. Continuará incrementando sus formas de violencia inherentes a los procesos de desposesión. Por eso es menester pensar nuevas formas de organización del trabajo, que impulsen el desarrollo de las capacidades humanas pero centradas en la reproducción de la vida.
*Fernando Stratta es Magíster en Investigación en Ciencias Sociales y docente investigador del Departamento de Desarrollo Productivo y Tecnológico UNLa.
Bibliografía
Cavallero, L. y Gago, V. (2021), Una lectura feminista de la deuda, Tinta Limón, Buenos Aires.
Chena, P. (2022), “Economía popular. Un modo de producción que puja por desarrollarse”, en Realidad Económica, n° 351, p. 9-32.
Donaire, R. (2021), “Subocupación y trabajo temporario. Expresiones de la repulsión de población desde la producción en los países de capitalismo avanzado”, en Lavboratorio, n° 31, p. 131-156.
Fernández Álvarez, M. y Natalucci, A. coord. (2021a), La economía popular en números. Bases metodológicas para una propuesta de medición, Apuntes de Economía Popular n° 1, UMET/CITRA, Buenos Aires.
Fernández Álvarez, M. y Natalucci, A. coord. (2021b), Los números de la economía popular durante la pandemia. Dinámica entre 4t-20 y 2t-21, Apuntes de Economía Popular n° 2, UMET/CITRA, Buenos Aires.
Fernández Moujan, L., Mate, E. y Sorroche, S. (2022), La economía popular, sus números y dinámica entre 3t-20 y 3t-21, Apuntes de Economía Popular n° 3, UMET/CITRA, Buenos Aires.
Marx, Carlos (1999), El Capital. Crítica de la economía política, Fondo de Cultura Económica, México.
Marx, Carlos (1971), El Capital, Libro I, Cap. VI (inédito), Siglo XXI, México.
RENATEP (2022a), Principales características de le economía popular registrada, MDS/Secretaría de Economía Social, Informe noviembre 2022.
RENATEP (2022b), Características laborales y productivas de la economía popular, MDS/Secretaría de Economía Social, Informe abril 2022.
RENATEP (2021a), Hacia el reconocimiento de las trabajadoras y los trabajadores de la economía popular, MDS/Secretaría de Economía Social, Primer informe de implementación, Mayo 2021.
RENATEP (2021b), Diagnóstico y perspectivas de la economía popular, Ministerio de Desarrollo Social/Secretaría de Economía Social, Reporte agosto 2021. Salas, Nicolás (2021), “Desocupades, Marx y una discusión sobre los ‘excluídos’”, en Marabunta. Revista teórico-política, n°3, Buenos Aires, Mayo.