En el noroeste de nuestro país, más específicamente, en la provincia de Santiago del Estero, en enero de 1956 un núcleo de intelectuales comienza a editar la revista cultural Dimensión (1956-1962) de impronta marcadamente indoamericanista. Su continuidad política se expresará en 1961 en la fundación del Frente Revolucionario Indoamericanista y Popular (FRIP). Esta denominación denota una fuerte influencia del aprismo peruano y su dirigente Víctor Raúl Haya de la Torre, tal como explica el propio Francisco Rene Santucho[1] en una nota al pie en su artículo La integración de América Latina en los siguientes términos:
Preferimos indoamericano a latinoamericano o hispanoamericano, por las mismas razones aducidas por los apristas peruanos generalizadores del término. Creemos como ellos que así se define mejor una peculiaridad que hoy se da en el hemisferio. Todo esto a pesar del título del trabajo, que se utiliza por otras razones convencionales. (Dimensión, Año III, Número 6, p. 6)
El líder aprista lo fundamenta en los siguientes términos:
Indoamérica es más amplio, va más lejos, entra más hondamente en la trayectoria total de nuestros pueblos. Comprende la prehistoria, lo indio, lo ibérico, lo latino y lo negro, lo mestizo y lo cósmico [recordando a José Vasconcelos] (…) Hispano o Iberoamérica es igual a Colonia; latinoamericanismo igual a Independencia y República; panamericanismo, igual a Imperialismo; e indoamericanismo, igual a Revolución, afirmación o síntesis del fecundo y decisivo periodo de la historia que vivimos. (en De la Fuente, 2007, p. 88)
Tal como adelantamos, en enero de 1956 hace su aparición el primer número de Dimensión. Revista Bimestral de Cultura y Crítica, donde Francisco René Santucho figura como su director responsable. En su primera editorial[2] Una presencia necesaria sostiene:
En nuestro caso, varias circunstancias coadyuvantes lo hacen aún más imprescindible, porque constituimos dentro del país, la expresión de un regionalismo que no encuentra definición a través del escenario nacional. Un regionalismo con fuertes notas peculiares, representativas de un estado esencial de profundas diferenciaciones, que aún nosotros debemos estudiarlas en su raíz, porque no las conocemos debidamente, a fuerza de sustraernos a la realidad que nos rodea. (Dimensión, Año I, Número 1, p.1)
Se destaca la conciencia de un pronunciamiento situado, se es parte del “interior del país”, de un regionalismo con sus especificidades, el Noroeste argentino. La enunciación plantea la necesidad de un conocimiento localizado que dé cuenta de la realidad propia pero también de los sujetos del discurso, dado que ambos no aparecen, están ocultos en el escenario nacional de los círculos y producciones intelectuales de la ciudad portuaria. El tópico “interior-Buenos Aires” propio del pensamiento revisionista nacional y antiimperialista se reitera[3].
En un breve artículo que acompaña la editorial La búsqueda de una exacta dimensión, se refuerzan estos conceptos:
En particular, perteneciendo a un ámbito geográfico distinto, en donde han gravitado factores históricos, etnográficos, ambientales, distintos, (hasta en la forma en que se han producido y el papel que hemos jugado en el producirse) al de las fuentes de origen de las aludidas sistematizaciones intelectuales, permitámonos el intento de recuperar la propia visión, la propia subjetividad, para que nuestro pensamiento adquiera un vuelo natural y valedero. (Dimensión, Año I, Número 1, p. 1)
El posicionamiento situado rechaza las concepciones universalizantes que no tienen en cuenta el tiempo y el lugar, extrapolando esquemas mentales y categorías analíticas que a forcé pretenden hacer encajar la realidad en ellas (Haraway, 1991). Además, da un paso más al cuestionar el lugar que les ha tocado a los diversos sujetos sociales en la producción intelectual, donde otros han hablado/escrito por ellos, negando la otredad. Exigiendo retomar una visión y subjetividad propia.
En otro de los artículos, Lo andino y lo amazónico en la infraestructura argentina, Francisco R. Santucho, sostiene:
Tengamos siempre presente la importancia de estas dos expresiones prehispánicas de tan fuerte caracterización: la unidad regional del norte y noroeste argentino, integrada por el aglutinante influjo del común denominador quichua y la del noreste o litoral, de prosapia guaraní. (…) contribuyendo con los tonos más altos a destacar una legítima y auténtica personalidad nacional, resistiendo también al «separatismo» argentino de la patria grande indoamericana, a que una ciega política europeizante nos ha estado conduciendo y persiste en conducirnos. (Dimensión, Año I, Número 1, p. 6)
Resulta interesante la articulación propuesta por Santucho, que plantea desde el pasado prehispánico la conexión cultural quichua/andina y guaraní/amazónico, como sustrato de expresiones de unidad regional. La localización del enunciado parte de los interrogantes ¿quiénes somos y desde dónde hablamos? A riesgo de caer en algún tipo de localismo, por el contrario, el autor afirma la unidad nacional en términos de unidad continental entendida como la “Patria Grande Indoamericana”. Señalando el peligro de una política europeizante por parte de la oligarquía que desde la ciudad-puerto irradia al resto del país, dándole la espalda a este y al continente. Posteriormente señala:
La existencia de esas dos irradiaciones culturales, traducidas hoy en tonalidades regionales argentinas, nos señalan el camino abandonado de la integración continental y la imperiosa necesidad en lo posible, de una revalidación de esos aportes, para contrarrestar el magnetismo de la absorción ultramarina, que tan fuertemente condiciona todo el juego de la dinámica argentina. (Dimensión, Año I, Número 1, p. 6)
El autor insiste en la conciencia de la unidad indoamericana en términos de “integración” del continente, sustentado en un pasado prehispánico. El desarrollo cultural alcanzado por dichas civilizaciones ha sido tan importante que sirvió como punto de apoyo para el colonialismo hispánico a la hora de edificar su aparato burocrático-administrativo. Santucho reclama el reconocimiento de ese pasado cultural como elemento unificador continental ante las fuerzas centrífugas de la ciudad-puerto —factoría de la industria inglesa— y la presencia imperialista con su proyecto de balcanización para América Latina.
En el número dos (marzo de 1956), un breve editorial resalta que viene a “cubrir una vacante sentida” y alude a las reacciones “de los medios especializados”, dando lugar a distintos saludos que permiten registrar la repercusión de la revista, destacándose el saludo del director de la revista De Frente, John William Cooke (p. 1).Tanto Terán (2013) como Altamirano (2013), reconocen una ruptura del campo intelectual y la aparición de intelectuales “críticos” en torno a un revisionismo sobre el peronismo, se trata de intelectuales que rechazan el reconocimiento desde la cúspide de los consagrados, pero sí la búsqueda de aceptación de “autoconsagrarse entre sí”. Dicho proceso de revisión, en el caso de Dimensión, asume un rasgo distintivo: el indoamericanismo.
No solo desde los editoriales sino también desde los artículos de la revista aparece el posicionamiento situado desde donde se enuncia las problemáticas culturales, educativas, sociales y políticas. Se destacan en dicho ejemplar los artículos: El Folklore del intelectual santiagueño Orestes Di Lullo[4] (p. 2); se transcribe la conferencia del ingeniero Néstor R. Ledesma planteando las razones para que la provincia cuente con una Facultad de Ingeniería Forestal (p. 5). Además, si Terán en su obra —analizada en el capítulo anterior— examina cómo surge en el seno del campo de los intelectuales una escisión y la emergencia de un sector de intelectuales críticos que construyen su propio centro de producción intelectual —la Facultad de Filosofía y revistas porteñas—, debemos señalar que Dimensión, lo hace desde el mediterráneo interior, es decir, desde la periferia de la periferia.
En el número cuatro de Dimensión (octubre de 1956), el editorial titulado América como conciencia, en referencia al filósofo mexicano Leopoldo Zea, desarrolla las siguientes ideas:
En América en el momento de la conquista española, los procesos civilizadores iban también tomando en cuanto realidades políticas la forma de estados universales, siendo la expresión más acabada en este orden el imperio de los Incas. Con el predominio español si bien se logra la unificación de todo el continente, es por simple coacción y desde arriba (…) Inclusive los movimientos emancipadores se ven constreñidos por ella. Hay en sus conductores es cierto, de algún modo, una conciencia totalizadora y vasta de comunidad, pero no es ella el producto de una gestación natural desde abajo sino el sello de la propia configuración imperial de la dominación. (…) inmediatamente después, al tomar forma los estados nacionales sobre la base de las demarcaciones administrativas coloniales y siguiendo el ejemplo del ordenamiento europeo, se pierde aquella conciencia de integridad histórica, quedando disminuida y focalizada dentro de los contornos de cada nación. (Dimensión, Año I, Número 4, p. 1).
Se destaca en el pasaje anterior un análisis dialéctico de los elementos de la integración continental, identificando la unidad de los opuestos. Por un lado, se señala el pasado prehispánico como sustrato de una unidad cultural, como base que genera una fuerza desde abajo tendiente a la unidad y, por otro lado, indica una unidad desde arriba a través de la coacción que ejerce la fuerza del aparato colonial hispánico. Asimismo, realiza una crítica al proyecto emancipador de los patriotas americanos, por estar influenciados por las concepciones europeístas, se toman las propias herramientas -emancipación- que brinda la modernidad/colonialidad. Se mira a Europa como guía, como unívoco camino copiando el modelo de Estado-Nación. Perdiendo de vista los elementos propios y haciendo propio lo ajeno, en los proyectos de hispanidad y latinidad.
En el número cinco (diciembre de 1956), la editorial titulada Tarea cultural sostiene:
Sus grupos intelectuales, están empeñados en dilucidar espejismos ultramarinos y divididos en pros y antis manipulan obsesiva y puerilmente con el instrumental de la dialéctica europea. El papel y el dinero les sobra para escribir sobre cualquier cosa. La abundancia y la magnitud les cierra el horizonte para este lado de la avenida General Paz.
Los hombres del interior sentimos por el contrario cada día más la necesidad de un cambio de cosas; el aire se enrarece, la postergación y el estrangulamiento se acrecientan, la gente se va (…).
Cuando se habla de un quehacer intelectual, (…) es necesario salir de la modorra y del pantano, se hace imperiosa la presencia intelectual para señalar la ruta, para despertar la conciencia adormecida. (Dimensión, Año I, Número 5, p. 1)
Se observa una crítica hacia los centros intelectuales contaminados de europeísmo que no les permite conectar con la realidad nacional. Ya no solo se reclama el lugar para la voz propia, el discurso se radicaliza al ser permeable a una atmósfera social que expresan el atraso histórico del noroeste argentino y del desarrollo desigual del capitalismo argentino. La crítica a la labor intelectual y la denuncia a los políticos va acompañada de un llamado a la acción, es la búsqueda de empalmar la actividad intelectual con el pueblo, de despertar una conciencia, se presenta cada vez con más fuerza la idea de ir hacia el pueblo.
En ese mismo número se encuentran artículos como: Política inmigratoria (p. 4) de un contenido crítico con el liberalismo por considerarlo responsable de un elemento de deformación y desconexión con el pasado cultural autóctono. Asimismo, se retoma el papel del folklore en el Perú (p. 5).
La salida de Dimensión pierde su regularidad y se interrumpe al parecer por problemas financieros, reapareciendo en 1959 su número seis. Dos años más tarde sale su número siete (mayo de 1961) donde se destaca la colaboración de Rodolfo Kusch, El hedor de América (p. 1). Y se publicitan los seminarios del Centro de Estudios e Investigaciones Socioeconómicas de la Provincia de Santiago del Estero (CEISEPSE), creado en 1959. Los seminarios en su conjunto son aspectos constitutivos de un programa de desarrollo para la provincia y la región[5], el conocimiento de la realidad es manifiesta.
En total salieron ocho números de Dimensión entre 1956 y 1962, la misma planteó la cuestión indoamericana como proyecto cultural, histórico y político, las tradiciones americanas expresadas desde el folklore (cultura popular), la historia argentina y americana desde el revisionismo histórico, el panorama intelectual local y nacional sentando posición sobre el rol de los mismos, la cuestión cultural, los problemas de desarrollo económico provincial, regional y nacional (desarrollo industrial, agrario, minero), la situación de los hacheros, los fenómenos de migración y desarraigo, entre otros. Logró una amplia red de difusión en las provincias Santiago del Estero, Tucumán, Salta, Jujuy, Córdoba, Santa Fe y Buenos Aires y en países limítrofes como Bolivia, Perú, Uruguay y Chile, llegando a Francia.
Como parte de dicho proceso, las actividades del núcleo de intelectuales se diversifican con las actividades del CEISEPSE. Y desde 1958 el grupo de intelectuales organizados en torno a Dimensión iniciaron una experiencia de actividad política militante en el interior de la provincia de Santiago del Estero, entre los hacheros de los obrajes organizados en la Federación Obrera Santiagueña de la Industria Forestal (FOSIF).
La fisonomía del núcleo Dimensión va mutando del medio cultural e intelectual hacia el político, la pulsión de ir hacia el pueblo gana cada vez más espacio hasta transformar la actividad del mismo.
[1] Santucho, Francisco René (Santiago del Estero, 1925 – Tucumán, detenido-desaparecido 1/4/1975). Escritor, profesor de quechua, fundador de la librería Aymara, referente del FRIP. Lector voraz y autodidacta, cercano al revisionismo histórico y el nacionalismo para finalmente adscribir al indoamericanismo. Realiza un breve paso por la ALN, participando junto a su hermano Oscar Asdrúbal del incendio a la sede del PC de Santiago del Estero. Alejado de la agrupación trabaja en la elaboración de un diccionario quechua-español. En 1954 edita la publicación bilingüe Aquí América (Canchaj), a partir de sus estudios indigenistas llega al pensamiento de Mariátegui. Miembro de la Sociedad Argentina de Escritores. (Tarcus, 2007, pp. 605-608).
[2] Hasta el número cinco de la revista, las editoriales fueron escritas por Francisco R. Santucho.
[3] Podemos rastrearlos en El diario de Gabriel Quiroga de Manuel Gálvez y en La Restauración Nacionalista de Ricardo Rojas, del año 1910. Años más tarde, estará muy presente en los escritos de Hernández Arregui, en especial en Qué es el ser nacional (1963).
[4] Di Lullo, Orestes, fue un médico, historiador, etnógrafo y escritor. Entre sus escritos se destacan “La alimentación popular en Santiago del Estero” (1935), su ensayo “El bosque sin leyenda” (1937) donde denuncia la destrucción forestal y la explotación en los obrajes. Como docente universitario de la Universidad de Tucumán sería cesanteado por la dictadura de Aramburu.
[5] “La influencia del conocimiento en el desarrollo económico” por Andrés Renolfi, “El problema energético local” por el Ingeniero Marco Singer, “Agricultura y comunidad rural” por el Ingeniero Roberto Gayraud, “Hidráulica y climatología” por el Ingeniero Néstor Ledesma, “Métodos de riego” por el Ingeniero José Mercado, “Ganadería: historia y evolución” por el Doctor Juan Carlos Meyers, “Economía santiagueña” por el Doctor Eduardo Retondo, “Estado financiero de la provincia” por Luis Rizo Patrón, “Pasado, presente y futuro industrial de la provincia” por Oscar Santucho, “Consideraciones sobre estudios sociales” por Francisco Rene Santucho, “Panorama minero santiagueño” por el Doctor Alejandro Gankosian, “Sociología rural” por el Ingeniero Andrés Ringuelet, “Latinoamericanismo polémico” por el Profesor Lázaro Barbieri. El ciclo fue cerrado por el escritor y sociólogo Sergio Bagú, según señalan los organizadores para “el esclarecimiento de problemas técnicos y sociales” (Dimensión, Año V, Número 7, p. 9).